Pepín
Jiménez: “Estos extractos de faenas de “Chanel” que, en estos tiempos de “eau
de toilette taurina”, te reconcilian con el arte del toreo…” Así SE expresaba
Jean-Charles Roux en su repaso a la corrida de clausura de la Feria de Otoño de
Madrid (6 de octubre de 1996).
Este comentario fue sobre el diestro de
Lorca, Pepín Jiménez, y destacó con acierto la calidad de su toreo. Además de
la carrera mencionada, he tenido el privilegio de ver actuar al rubio Pepín en
Las Ventas varias veces en los últimos años. Durante tres de sus últimas
actuaciones (6 de octubre de 1996, por tanto, con Buendía, grave, 15 de agosto
de 1996 con Antonio Pérez, débil y 27 de septiembre de 1995 con Victoriano del
Río), lo vi cortarle una oreja cada vez, lo que sigue siendo una tarea difícil
EN LA Monumental. EL TORERO esperó más de diez años antes de encontrar tal
éxito allí COMO (Manzanares). Otro, si no me equivoco, nunca ha DADO la menor
vuelta (Muñoz). Seguro que muchos profesionales actuales son mucho mejores
toreros que Don Pepín, empezando por las estrellas, Ponce, “Joselito”, Rincón o
Manzanares, ¡pero pocos torean mejor que él! Sutiles matices o engañosos
argumentos me dirás. Para ser justos, no lo creo. El frágil y esbelto Pepín
pertenece a esta raza de toreros artísticos, irregulares, incluso inconstantes
o timoratos, que rechazan la demagogia. No hace falta que den pases y pases
diestros, repetitivos y sin inspiración a todos los toros. Cuando capitulan
-¡desgraciadamente es frecuente!- lo hacen incondicionalmente y sin trampas. Su
sentido de la estética o su sentimiento de pertenencia a una élite dictan que
esperen su día o su toro, a veces incluso... ¡ambos! Esto explica sin duda la
predilección del Madrid, incluidos los tipos duros del “7”, por este tipo de
toreros y esta forma romántica de torear excluyendo cualquier vulgaridad. De lo
contrario cómo entender el rating de amor que todavía disfrutaba a sus 63 años
el incombustible Curro Romero y del que se beneficiaron "Antoñete",
Manolo Vàzquez, Curro Vàzquez o Julio Robles. Sin embargo, actualmente solo veo
dos públicos sensibles capaces de apreciar este auténtico toreo, tanto
despojado como clásico, con más calidad que cantidad: el de la Càtedra de
Madrid y el de la Maestranza de Sevilla. En otros lugares, los espectadores
difícilmente aceptarán faenas de 15 a 20 pases, demasiado acostumbrados como
están a tragarse habitualmente de 15 a 20 pases vulgares como aperitivo antes
de que su autor decida rasgar. En definitiva, cuando es bueno, Pepín (¡perdón
por el mal juego de palabras!) llega enseguida al meollo del asunto y no
necesita, según la expresión feliz de Joaquín Vidal, "mandar un fax a las
andanadas para contarles ¡las buenas noticias!" EL CAPOTE es sedosO y
aireadO y la muleta, sujeta por el medio del palo, queda planchada
(elegantemente planchada). La veteranía sin duda contribuye a ralentizar los
gestos y hacerlos profundos y solemnes. Porque Pepín ya no es muy joven (35
años de los cuales 15 de alternativa). Ha llegado incluso a la edad en que los
jóvenes toreros empiezan a mirarlo, el viejo, con la admiración que se debe a
un maestro y empleando el reverencial “Usted” cuando se dirigen a él.
Pero toda medalla tiene su reverso y el
rubio alto, con aspecto de oficial prusiano, no es infalible, sino todo lo
contrario. Los 17 paseos del año pasado y los 9 de este año son elocuentes. Por
falta de ambición, voluntad o pasión, el hombre se perdió algunos toros claves
(un Dolores Aguirre el 5 de junio de 1994 en Madrid y el famoso “Clavelino” de
Cuadri el 30 de mayo de 1993 de nuevo en Madrid). Sin embargo, su destino
debería ser mejor y Francia, que sigue ignorándolo a conciencia, podría pensar
en él y poner un poco de originalidad en sus carteles. Piénsese entonces que el
maestro ya ha pisado 39 veces las arenas de Las Ventas, a diferencia de los
falsos valores que pueblan el escalafón y cortan esencialmente las orejas a los
lugareños.
¿Habrá alguna audaz empresa francesa que
se atreva a programar en 1997 este matador casi inaudito aquí?
Joel BARTOLOTTI.
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