Enrique Ponce, imagen de la RED
Los sueños mexicanos de ENRIQUE PONCE
Cuando se realizó esta entrevista Enrique Ponce estaba a punto de finalizar su temporada
española. Una temporada aplastante en la que ha marcado serias diferencias quedándose solo en
el podium de la torería. Merece la pena pegarse un paseo por la increíble regularidad de sus
triunfos, por las faenas que pasarán a la historia y, sobre todo, por la cabeza de este
torero, dispuesto ya a cruzar el Atlántico con mejor forma que nunca y con una idea clara en
la mente: cortar un rabo en la México. Nadie mejor que él, figurón del toreo aquí y allí,
para hacer un análisis comparativo de la afición, el toreo y el toro en los dos países más
taurinos del mundo.
--Antes de comenzar la temporada española decías que este año ibas a torear menos y no ha
sido así.
--No, además he perdido una apuesta que hice con la mujer de Armillita. Yo no quería en esta
temporada pasar de las cien corridas, y tenía una buena excusa que era la de haberme casado.
Pero uno debe de saber el lugar que ocupa y la responsabilidad que conlleva, así que, al
querer no levantar el pie del acelerador dando la cara en los sitios ineludibles, lo he
vuelto a hacer, he pasado de la cien. Ahora se torea más que nunca desde principio de
temporada y la verdad es que las corridas de los primeros meses no te pesan porque te da
tiempo a descansar. El caso es que cuando me di cuenta de que las noventa las pasaba seguro
le dije a mi apoderado que íbamos a por las cien. Es el sexto año consecutivo, el récord va a
ser difícil de superar.
--La temporada que has hecho en España ha sido apabullante, hagamos un balance rápido de las
tardes que la memoria te trae primero a la cabeza.
--Pues comienzo por Valencia que para mí, aunque no me crean, es una plaza difícil porque me
exigen mucho y salgo muy presionado. Luego vino el Domingo de Resurrección en Sevilla, y
después el 2 de mayo en Madrid. Llevaba varios años triunfando fuerte en Madrid, rozando la
puerta grande sin abrirla por unas cosas u otras, y, como algo personal, necesitaba saborear
ese momento. Después vino el rabo que corté en Burgos, Algeciras, la Feria de Julio de
Valencia, que es la más completa que he hecho en mi vida, Santander, donde no había triunfado
fuerte hasta este año... (Enfrascado en el laberinto de tardes, faenas y toros Enrique retoma
la mirada cuando llega a los meses de agosto y septiembre). Ha habido muchas tardes
importantes, tantas que me cuesta enumerarlas. Recuerdo un toro complicado de Los Bayones en
Bayona, otro de Guardiola en Dax, la feria de Málaga, Almería...
--Entre las más de veinte grandiosas faenas que has cuajado este año, ¿cuáles han sido las
tres que te han producido una mayor satisfacción personal?
--La de Málaga al toro de Manolo González, la de Salamanca al toro del Capea y la de Murcia
cuando indulté un toro de Juan Pedro Domecq. Los que me han seguido a lo largo de la temporada coinciden conmigo en que ésas han sido las mejores.
--Y seguro que también ha habido días en los que no habrás salido satisfecho de la plaza.
--Si te digo la verdad no me acuerdo de ningún día que el ánimo se me haya venido abajo por
pensar que no he estado a la altura de las circunstancias. No tendría nada que perder
admitiendo que unos cuantos toros, entre tantos, se me han escapado, pero soy sincero cuando
digo que, para mí, no ha habido ninguno.
--En esta temporada la regularidad que has alcanzado con la espada ha sido fundamental.
--Este es el año que mejor he matado a los toros de toda mi vida. Sólo yo sé las fatigas que
he pasado con la espada. Cuando no estás en racha ya puedes tirarte encima de ellos, hacer
todo bien, que no hay manera. En cambio, cuando se coge el sitio que yo por fin he logrado
los matas casi sin querer, con una habilidad que a uno mismo le asombra a veces.
--¿Cuándo te vas para América?
--Primero voy a Lima y después a México. Quiero volver a España para pasar las fiestas aquí y
a partir del 20 de enero regresar a México y a Colombia. En principio sólo voy a torear tres
o cuatro tardes en la México, pero una vez allí no me importaría hacerlo en Aguascalientes o
en Guadalajara, que son dos plazas que también me encantan.
--¿Tienes la deuda pendiente de cortar un rabo en la México?
--Más que una deuda es un sueño. Ya he perdido en esa plaza dos o tres rabos por culpa de la
espada, y dos veces me han sacado por la puerta grande sin cortar orejas.
"Una crítica que ha convencido al público para que crea que en el toreo hay mentiras. Esto y
el altísimo nivel técnico que hoy tienen hasta los novilleros hace que cierto público se haya
creído que torear es fácil"
--Una situación parecida en España, por ejemplo en Las Ventas, sería impensable.
--Pues sí, cuando siento la pasión desbordada de esa afición me acuerdo del toro de
Valdefresno que toreé en Madrid. Aquella fue una de las mejores faenas de mi vida y por
culpa del descabello no salí por la puerta grande. México es muy diferente, los sentimientos
afloran en los tendidos; en España, por el contrario, parece que eres mal aficionado si te
emocionas. La afición de México es espontánea e impulsiva, quizá está todavía un poco virgen.
En España antes era así, y no hay que irse muy lejos, en los años 60 la pasión popular
también sacaba toreros a hombros de la plaza de toros de Madrid sin cortar orejas.
--¿Qué o quién ha cambiado a la afición española?
--Lo que en España ha pasado es que ha habido una crítica muy negativa, que ha contado las
cosas al revés quitándole mérito al torero. Una crítica que ha convencido al público para que
crea que en el toreo hay mentira. ¿Qué mentira puede haber si está uno delante de un toro?
Esto unido al altísimo nivel técnico que hoy tienen hasta los novilleros hace que cierto
público se haya creído que torear es fácil, cuando ellos no son capaces de ponerse ni delante
de una becerra. En general, se trata a los toreros con una gran falta de respeto.
Afortunadamente en México no ha pasado eso. La afición no se deja influenciar, aunque haya
cierto mal ambiente, si llega un torero y pega veinte pases se vuelcan con él. Y eso que las
broncas allí son impresionantes, date cuenta que pueden ser 50.000 espectadores pitando a la
vez. En España si la predisposición es mala es casi imposible darle la vuelta a la tortilla.
Por lo que he visto, vivido y sentido en la México cuando se desborda, cuando parece que
realmente se va a caer, sólo puedo contar maravillas de aquella afición. Y no es ignorancia
lo que tienen los mexicanos, ni mucho menos, es el saber dejarse llevar cuando un torero,
quien sea, está cuajando un toro.
--Y tú, ¿has cuajado toros en esa plaza?
--Allí me han visto siempre bien y muy entregado, pero no he llegado a cuajar un toro como
sé que puedo hacerlo. Quizá una de las mejores faenas sea la que le hice al toro "Caracazo",
de Rodrigo Aguirre, y es totalmente superable, me conozco y lo sé. Todavía no he tenido la
suerte de que me salga ese toro suave y colaborador propio de México, todas mis faenas
importantes han sido con toros con genio y complicaciones, y allí, cuando no se torea
despacio y largo es muy difícil conectar arriba. Tengo que cuajar en esa plaza un toro como
yo sueño, sé que soy perfectamente capaz de hacer una faena redonda de principio a fin, y
se lo debo a esa afición. Tengo que confesar que al principio toreaba allí como en cualquier
otra plaza de América. Ahora, sin embargo, hago el paseíllo en la México con muchísima
responsabilidad, con la misma que en Valencia, Sevilla o Madrid. La México es una plaza
peligrosa para mí porque allí me dejo matar.
--¿Puede llegar a pesar demasiado el sentido de la responsabilidad?
--Uno tiene que saber hasta dónde llega la medida. Es cuestión de profesionalidad, de tener
la sangre fría y la mente fría para poder torear caliente. Cuando estoy en un patio de
cuadrillas de una de las plazas que te he citado y quiero escaparme por un agujero me digo:
"Vamos a torear bien, vamos a oír esos oles." A mí me motiva mucho ver un público entregado,
en cambio, cuando haga lo que haga el público me ignora, todo pierde sentido. Yo no me dejo
coger en esas circunstancias. En cambio cuando la gente se vuelca, ahí muero si hace falta.
--¿Es realmente tan diferente el toro mexicano al español?
--Sí que lo es. El toro mexicano embiste más despacio, es menos fiero, quizá más
desrazadito. El que sale malo desarrolla mucho genio y es muy complicado, además te engaña,
no puedes predecir sus reacciones. El toro en España está más definido, tanto para bien como
para mal. Cuando el mexicano se va largo es el ideal para torear pero humilla mucho y esto
le da una transmisión especial. También es un toro al que hay que bajarle mucho la mano
porque además no se cae, y si lo hace se recupera rápido. Por regla general hace las cosas
por abajo, y el que las hace por arriba no tiene un pase. En España, en cambio, hay muchos
toros que llevan la cara a media altura y si la tapas y los dejas un poco a su aire los
puedes torear.
--¿Se torea diferente al toro mexicano que al español?
--Sí, la colocación y la forma de citar deben ser distintas. El toro de México te exige que
estés más al hilo del pitón porque si te cruzas lo desplazas y se descompensa haciendo cosas
raras. Hay que colocarse al hilo y tirar de él enganchándolo delante, lo que aquí llaman
pico que allí es el toreo bueno y caro.
--¿La presencia es muy distinta?
--El toro de México no puede ser grande por su constitución. Afortunadamente lo han respetado
sin sacarlo de tipo, como en España, donde nos hemos cargado encastes tan importantes como
el de Santa Coloma. En México la fiesta está dirigida por quien debe: por los empresarios,
los toreros y los ganaderos. En España, en cambio, hemos caído en el error de dejar mandar
a unos señores que llegan por la mañana a la plaza de toros. Es bueno que se conozcan en
México las nefastas consecuencias que esto nos ha traído aquí, para que no caigan en el
mismo error. Allí los jueces y los empresarios razonan con los profesionales, se dejan
asesorar, y no tiran la harina para meter salvado. En cualquier caso el toro mexicano suele
tener cuajo, es serio e impone. No es muy alto pero sí que tiene mucho morrillo y está
apretado de los lomos porque allí la gente lo ve de arriba a abajo. No es cornalón pero es
un toro que cuando coge suele herir. En resumen, el toro de México es serio sin pesar 600
kilos y es más certero que los que en España son tremendamente ofensivos.
--Según todo lo que cuentas los toreros debéis notar mucho el cambio de un toro a otro.
--Claro que se nota. Tanto si vas como si vuelves tienes que cogerle el aire otra vez al tipo
de toro. Los españoles que van a México por lo menos cuentan con que la presencia no les
impresiona aunque luego puedan no acoplarse a ese toro. Los mexicanos que vienen a España se
encuentran antes que nada con ese handicap. Están acostumbrados a matar toros, y cuando ven
los elefantes españoles pues claro, se asustan.
--Cuando un español va a México ¿entra en competencia con los toreros de allí?
--Al principio no, porque no están en su juego ni en su escalafón. Pero si llegas y triunfas,
entras inmediatamente en la pelea, como le ocurrió a Rincón cuando vino a España y triunfó.
La fiesta tiene dos caminos distintos que son México y España, cada uno puede elegir el suyo,
y cuando triunfa es cuando realmente entra en él.
--Ha habido muchos años en los que el escalafón mexicano ha estado muy cerrado. ¿A qué piensas
que se ha debido?
--Es cierto que ha existido una época en la cual el círculo estaba bastante cerrado, toreaban
los mismos todos los días y no daban paso. Ahora Herrerías está haciendo una labor muy buena
pues les está dando sitio a los jóvenes. Ya hay tres o cuatro que van a salir arreando y
dando guerra, y entonces habrá una competencia parecida a la de España. Aunque aquí uno no
se puede relajar ni un minuto porque, es estando bien todos los días y te quieren quitar la
cabeza, así que no están las cosas como para permitirse el lujo de relajarse. En cambio, en
México al que ya es figura se le respetará siempre, se le exigirá y se le abroncará si hace
falta; pero el que ya tiene un nombre lo conservará toda la vida.