LA SENDA DE LOS MUJAIDINES
Por Agustín Hervás
Por Agustín Hervás
Hacía frío, ese invernal que en las áridas regiones se mete en los huesos. Los caballos chapoteaban el barro dejando en las oquedades de los cascos el agua que rezumaba el camino. Después de la turbiedad, la luna entera se miraba en ellos.
Se detuvieron los caballeros en el cruce. Los alfanjes brillaban en la impertérrita noche. En verdad, sólo los ojos de los guerreros y sus armas brillaban en la noche iluminada. Sus bocas tapadas. Sus capas al viento. Después de unos instantes continuaron al galope por el camino elegido.
Ellos se sabían defensores. Otros enemigos. Se sabe que la religión lo es todo en un mundo de hombres penitentes, llevando sobre sus hombros la carga de los pecados y la insensatez de la humillación. Si se había de morir. Mejor morir con la conciencia limpia.
Por la senda elegida, la de la defensa de su pasión, algunos que sentían la necesidad del progresismo. Los modernistas. Les acusaban de injuriarlos porque en su suponer, los defensores mujaidines, no comulgan con ellos. La sangre de las espadas de los caballeros mujaidines, ha contenido en más de una ocasión la sin razón contra el oprobio al becerro de oro.
Por la senda elegida los enemigos de la emoción y del riesgo de esta religión, los acusan de mirar todavía a una época en la que la furia mataba los caballos que entonces no se protegían. Los mujaidines no llevan la inconsciencia bajo su turbante. Son defensores de la vida y de la liturgia que hace vida del juego con la muerte.
Los guerreros, escriben sus razones, como oraciones, en el Libro Sagrado de su pensamiento, y los traidores a la religión desprecian sus escritos. Los traidores suelen estar más entre los papistas que entre los profesionales que viven del rito. Aunque a estos también les molestan los blog de los mujaidines.
Dicen que los defensores no creen en las verdades que ellos cuentan, porque ya no existen esas verdades. Dicen, quejándose, que se publica lo que a los guerreros les da la gana.
Que no hay censura, ni nadie que ponga estilo al libro que proclaman. No saben que a los mujaidines, guerreros del honor, la creencia que profesan los hace libres.
Se les acusa de no valorar lo que significa enfrentarse al dios de la religión, y olvidan que la defensa de los guerreros está por la dignidad de ese dios al que los modernos insultan día tras día.
Se dice entre ellos, y cuando pueden atacan con dagas envenenadas, para herir de muerte, que piensan que para saber de toros es necesario revolcar al triunfador. Y de ahí sus sátiras contra lo actual. Nos llaman aficionados detractores. Y nos quieren degollar con la soberbia argucia de poner en nuestras espaldas que decimos lo que decimos y escribimos lo que escribimos en el Libro Sagrado del toro, caiga quien caiga.
A la zaga del grupo, espoleado el caballo blanco que montaba, trataba de darles alcance a los señores de la guerra, el mensajero con misiva de tierras lejanas.
.- De mi señora Isabella Rossi, señora de Milano.
Los mujaidines volvieron sus caballos, que ollaban como volcanes el aire de sus entrañas, tomando el resuello que el alto les deparaba.
Leyeron:
Soy hija de madre vasco-catalana nacida en Perú y de padre italiano. No pertenezco a vuestra tierra pero comulgo en vosotros. Me dedico bastante a comprender mejor este tema que me apasiona leyendo y tratando, sobre todo de separar lo bueno de lo malo o de lo que no debe ser. Será que de mis juveniles andanzas por las plazas de toros, algo me ha quedado, algo de lo que escuchaba hablar a mis familiares me ha dado el impulso para profundizar en este tema. ¡ Y con lo que me encuentro! Les digo a sus mercedes solamente, que la primera vez que vi al Fandi, estaba segura de que era un recortador prestado al toreo...
Leí lo de Ponce. Entusiasmada por su ultimo post me quería meter de infiltrada a la entrega de semejante premio. Resulta que el club taurino de Milano no se puede contactar sino por email, hay que pagar una cantidad para hacerse socio y que el magno acontecimiento iba a ser con invitaciones. No tuve el coraje de ir, ya me imaginaba las preguntas que me podían hacer, que aquí son tan ensimismados que no se les puede ni ocurrir que haya una interesada a los toros que no se inscriba a su elegantísimo club. Y la verdad que no quería que me maltrataran y que tuviera que irme a casa con un disgusto, así por así...
Siempre afecta a la lucha... una Mujaidina.
Los caballeros se miraron en la noche. Habían completado un circulo en la espesura.
.- Ellos dicen que con nosotros no hay futuro. Ellos le temen al futuro. Nosotros no.
.- Y sin embargo algún día lo habremos perdido todo
Y Raisuni, el Señor del Rif, contestó:
.- ¿Pero no hay en tu vida alguna cosa por la que merezca haberlo perdido todo?