01 abril 2023

LA POESÍA EN LA HISTORIA DE LA TAUROMAQUIA: SIGLO XIX. JOSÉ MARÍA DE HEREDIA. DUQUE DE RIVAS.

 

En el siglo XIX la poesía taurina ya está consolidada como género. A lo largo de este siglo poetas como el Duque de Frías, José María de Heredia, Juan María Maury, Duque de Rivas, Arolas, José Zorrilla, Ramón López Velarde, Palacio o Salvador Rueda Santos, entre otros, buscarán en la tauromaquia una referencia para sus creaciones, tanto desde posiciones a favor de la misma como desde posiciones contrarias al arte taurino.

Muerte del toro

Al clavar de los dardos inflamados

y agitación frenética del toro,

la multitud atónita se embebe,

como en el circo la romana plebe

atenta reprobaba o aplaudía

el gesto, el ademán y la mirada

con que sobre la arena ensangrentada

el moribundo gladiador caía.

Suena el clarín, y del sangriento drama

se abre el acto final, cuando a la arena

desciende el matador, y al fiero bruto

osado llama, y su furor provoca.

Él, arrojando espuma por la boca,

con la vista devórale, y el suelo

hiere con duro pie; su ardiente cola

azota los ijares y bramando

se precipita... El matador sereno

ágil se esquiva, y el agudo estoque

le esconde hasta la cruz dentro del seno.

Párase el toro, y su bramido expresa

dolor, profunda rabia y agonía.

En vana lucha con la muerte impía,

quiere vengarse aún; pero la fuerza

con la caliente sangre, que derrama

en gruesos borbotones, le abandona,

y entre el dolor frenético y la ira,

vacila, cae, y rebramando expira.

Sin honor el cadáver arrastrado

en bárbaro triunfo: yertos, flojos,

vagan los fuertes pies, turbios los ojos

en que ha un momento centellar se vía

tal ardimiento, fuerza y energía,

y por el polvo vil huye arrastrado

el cuello, que tal vez bajo el arado

era de alguna rústica familia

Útil sostenedor.—En tanto el pueblo

con tumulto alegrisirno celebra

del gladiador estúpido la hazaña.

¡Espectáculo atroz, mengua de España!

                         José María de Heredia


Ángel Saavedra, Duque de Rivas, 



nació en Córdoba, España en 1791. LuchÓ contra las fuerzas napoleónicas y cayó gravemente herido, escribiendo en el hospital su conocido romance “con once heridas mortales”. Por haber participado en un golpe de estado en 1820, se exilió en Inglaterra, Malta, Francia y Portugal. Dramaturgo, poeta, historiador, pintor y estadista. Fue extraordinario poeta narrativo que hallo su inspiración en la historia y tradiciones nacionales. Quizá su mayor aportación sean sus “Romances históricos”, en los que evoca las glorias del pasado hispano.

“Los toros” fragmento (Romance primero de El conde de Villamediana)

 Está en la plaza Mayor

todo Madrid celebrando

con un festejo los días

de su rey Felipe cuarto.

Este ocupa, con la Reina

y los jefes de palacio,

el regio balcón, vestido

de tapices y brocados.

En los otros, que hermosean

reposteros y damascos,

los grandes con sus señoras,

y los nobles cortesanos,

ostentan soberbias galas,

terciopelos y penachos;

las damas y caballeros

llenan los segundos altos,

y de fiesta gran gentío

los barandales y andamios,

jardín do a impulsos del viento

ondean colores varios.

 En un tordillo fogoso,

de africana yegua parto,

que de alba espuma salpica

el pretal, el pecho y brazos,

que desdeñoso la tierra

hiere a compás con los cascos,

que una purpúrea gualdrapa

con primorosos recamos,

de felpa y ante la silla,

en el testero un penacho,

la cabezada y rendaje

de oro y seda roja, y lazos

en el codón y en las crines

soberbio ostenta y ufano,

a combatir con el toro

sale aquel señor gallardo.

Viste una capa y ropilla

de terciopelo más blanco

que la nieve, de oro y perlas,

trencillas y pasamanos;

las cuchilladas, aforros,

vueltas y faja de raso

carmesí, calzas de punto,

borceguíes datilados,

valona y puños de encaje;

esparcen reflejos claros

en su pecho los rubíes

de la cruz de Santiago.

Un sombrero con cintillo

de diamantes, sujetando

seis blancas gentiles plumas,

corona su noble garbo.

Con la izquierda rige el freno,

en la diestra lleva en alto

un pequeño rejoncillo

con la cuchilla de a palmo.

Acompáñale dos pajes,

a pie, de uno y otro lado;

y llevan las rojas capas

prontas al lance en la mano:

síguenle sus escuderos

y un gran tropel de lacayos,

los que, por respeto al toro,

se van haciendo rehacios


Valiente,  cortas las riendas, 

y bajo del rejoncillo el acero,

vase al toro paso a paso.

Éste cabecea, bufa,

la tierra escarba marrajo,

y espera instante oportuno

en que partir como el rayo.

El paje de la derecha,

con grande soltura y garbo,

a la fiera irrita y llama,

la capa ante ella ondeando.

Embiste, pues; el jinete

tuerce el bridón, de soslayo

pasa el toro, el otro paje

con la capa hace un engaño,

y lo revuelve, y de nuevo

lo para.

Determinado

le hostiga de frente el conde;

torna a embestir, rebramando,

el jarameño; parece

que el caballero y caballo

van a volar a las nubes,

cuando de la fiera intactos

en primorosas corvetas

se separan, y con saltos.

Un punto el toro vacila

bramido ronco lanzando,

y desplomase en la tierra,

haciendo de sangre un lago

con el torrente que brota

por la cerviz, do, clavado,

medio rejón aparece,

que el otro medio en la mano

del noble y valiente conde

va al concurso saludando.

Por balcones y barandas,

vallas, barreras y andamios,

formando una riza nube,

ondean pañuelos blancos,

y «¡viva!» el pueblo repite,

y los caballeros «¡bravo!»

y «¡qué galán!» las mujeres,

haciendo lenguas las manos.

La Reina, que, sin aliento,

los ojos desencajados

en jinete y toro tuvo,

vuelve, ansiosa, respirando;

«¡qué bien pica el conde!», dice,

y «muy bien», los cortesanos

repiten. el rey responde:

«bien pica, pero muy alto».

y en el rostro de la reina

clavó los ojos un rato.

ésta demudóse, y todos

los señores de palacio,

en quienes opinión propia

fuera un peregrino hallazgo,

repitieron, no sabiendo

lo que decían acaso,

y de entrambas majestades

queriendo seguir el rastro:

«pica muy bien; mas debiera

haber picado más bajo».

Dos toros más se corrieron,

En que caballeros varios

con gala y con valentía

gran destreza demostraron;

mas es pretender lucirlo

después del conde gallardo,

exceso del amor propio,

cuyos esfuerzos son vanos.

Ser en punto mediodía

las campanas avisaron

de santa cruz en la torre.

en su carroza, a palacio

retiráronse los reyes,

tras ellos los cortesanos,

y aquel inmenso gentío,

la plaza desocupando,

se apiñó en arcos y puertas,

haciendo un todo compacto,

que por las primeras calles

rompió, que luego en pedazos

por otras más dividióse,

después en grupos, que al cabo

reducidos a familias,

muy pronto se dispersaron.


No hay comentarios: