04 abril 2023

LA POESÍA EN LA HISTORIA DE LA TAUROMAQUIA: Gerardo Diego.

 


Gerardo Diego nació en Santander en 1896. Poeta y escritor de la generación del 27. Revelo su permeabilidad a las corrientes vanguardistas en versos de gran musicalidad. Su figura humana y su obra literaria fueron extraordinariamente versátiles, fue profesor, crítico literario, articulista en la prensa diaria, musicólogo, pianista y pintor. En 1947 ingresó en la Real Academia Española. Recibió el Premio Nacional de Literatura, compartido con Rafael Alberti, y el Miguel de Cervantes que compartió con Jorge Luis Borges.


Molinete

Iniciar un natural

y rematar por adorno

con un giro helicoidal

recreándose en el torno

es tan difícil o más

que el pase hondo y a compás,

porque es sorpresa y es flor,

tal que el toro al dar la vuelta

halla sólo -burla esbelta-

vaga memoria de olor.

Naturales

El toreo se hace hondo,

a un tiempo se abisma y vuela,

cuando va el toro redondo,

atado el cuerno a la tela.

Que naturaleza rija

el pulso y que la sortija

de la suerte se acompase.

De frente, que el toro elija

y dibuje, cierre, exija

base, pase, clase, frase.

Par al sesgo

Doblar bien ceñido el cabo,

siempre barlovento, es

duro, como para el bravo

que lleve el viento en los pies.

Calcula y corta el berrendo,

siempre el rumbo corrigiendo.

Sesga el piloto y ataja,

vuela, devorando millas,

cuadra. Y con dos banderillas

la astucia a la astucia ultraja.


El farol 

¿Quién sabe por qué el farol

brota en la cima del vuelo,

por qué se enciende ese sol

de locura y cerebelo?

Gira el torero a la inversa

de sus brazos: gloria tersa

de una seda de amapola.

Que sea lo que Dios diga,

y el huracán por la espiga.

Flor de la furia española.

 

Elegía a Joselito 

Lenta la sombra ha ido eclipsando el ruedo.

Ya grada a grada va a colmar la plaza.

Vino triste de sombra, vino acedo

tiñe ya casi el borde de la taza.

Fragilidad, silencio y abandono.

Cobra el gentío un alma de paisaje

mientras siente el torero hundirse el trono

y apagarse las luces de su traje.

José, José, ¿por qué te abandonaste

roto, vencido, en medio a tu victoria?

¿Por qué en mármol aún tibio modelaste

tu muerte azul ceñida de tu gloria?

La verónica comba, el abanico,

la larga caligráfica y precisa,

el galleo -a los hombros el hocico-

y el arrancar -trofeo- la divisa.

El quiebro repetido, el par al sesgo

o en diametral oposición forjado,

dibujando en la arena, a flor de riego,

un radiante teorema entrecruzado.

Y las órbitas rojas de los pases

ceñidas siempre en torno a tu cintura,

y el fulminar tu espada en tres compases

una vida burlada en escultura.

La lidia toda, atada y previsora,

sabio ajedrez contra el funesto hado.

Gesto de capitán, cómo te llora

la cofradía del aficionado.

Y todo cesó, al fin, porque quisiste.

Te entregaste tú mismo; estoy seguro.

Bien lo decía en tu sonrisa triste

tu desdén hecho flor, tu desdén puro.


Torerillo en Triana 

Torerillo en Triana,

frente a Sevilla.

Cántale a la sultana

tu seguidilla.

Sultana de mis penas

y mi esperanza.

Plaza de las Arenas

de la Maestranza.

 Arenas amarillas,

palcos de oro.

Quién viera a las mulillas

llevarse el toro.

Relumbrar de faroles

por mí encendidos.

Y un estallido de oles

en los tendidos.

Arenal de Sevilla,

Torre del Oro.

Azulejo a la orilla

del río moro.

Azulejo bermejo,

sol de la tarde.

No mientas, azulejo,

que soy cobarde.

Guadalquivir tan verde

de aceite antiguo.

Si el barquero me pierde

yo me santiguo.

La puente no la paso,

no la atravieso.

Envuelto en oro y raso

no se hace eso.

Ay, río de Triana,

muerto entre luces.

No embarca la chalana

los andaluces.

Ay, río de Sevilla,

quién te cruzase

sin que mi zapatilla

se me mojase.

Zapatilla escotada

para el estribo.

Media rosa estirada

y alamar vivo.

Tabaco y oro. Faja

salmón. Montera.

Tirilla verde baja

por la chorrera.

Capote de paseo.

Seda amarilla.

Prieta para el toreo

la taleguilla.

La verónica cruje.

Suenan caireles.

Que nadie la dibuje.

Fuera pinceles.

Banderillas al quiebro.

Cose el miura

el arco que le enhebro

con la cintura.

Torneados en rueda,

tres naturales.

Y una hélice de seda

con arrabales.

Me perfilo. La espada.

Los dedos mojo.

Abanico y mirada.

Clavel y antojo.

En hombros por tu orilla,

Torre del Oro.

En tu azulejo brilla

sangre de toro.

Si salgo en la Maestranza,

te bordo un manto,

Virgen de la Esperanza,

de Viernes Santo.

Adiós, torero nuevo,

Triana y Sevilla,

que a Sanlúcar me llevo

tu seguidilla.


Yo canto al varón pleno,

al triunfador del mundo y de sí mismo

que al borde -un día y otro- del abismo

supo asomarse impávido y sereno.

Canto sus cicatrices

y el rubricar del caracol centauro

humillando a rejones las cervices

de la hidra de Tauro.

Canto la madurez acrisolada

del fundador del hierro y del cortijo.

Canto un nombre, una gloria y una espada

y la heredad de un hijo.

Yo canto a Juan Belmonte y sus corceles

galopando con toros andaluces

hacia los olivares quietos, fieles,

y -plata de las tardes de laureles-.

Canto un traje –bucólico- de luces.


"El Cordobés" dilucidado 

“El Cordobés”

- ¿lo ves?,

¿no lo ves?-

no es lo que es,

es lo que no es.

“El Cordobés” es un estratega

y de tanto como se entrega

y se arrima

las balas le pasan por encima.

“El Cordobés”

es el toreo al revés

y es el mechón de través

y la muleta rabieta veleta

pero sujeta

- derecha, izquierda - a la escondida rima

que de eco en eco canta y se aproxima.

“El Cordobés”

es el bordón reñido con la prima

y la mecánica muñeca

que tuerce y quiebra la embestida seca.


“El Cordobés”

es el toreo en inglés,

en danés

y en pequinés

y en volapuk y sin mover los pies.

¿Si no te quitas tú te quita el toro?

A “El Cordobés” el toro no le quita.

“El Cordobés” imita la mezquita

menos cuando andando, andando

se va del toro y es Pasos Largos con todo el alijo

por Sierra Morena

- “adiós, mi hijo”,

dice a mi lado una chilena -.

Él es rural y tónico y sonoro.

Bendito sea “El Cordobés” de oro

y sus salidas por Úbeda carrera

y cuando sale el sol por Antequera.

“El Cordobés” hereje

excomulgado sin concilio exprés

por su tejemaneje

y porque suma: dos y dos son tres.

“El Cordobés” de puja y de subasta,

de espaldas y al trasluz, al sesgo, al bies,

que se inventa con casta

el toreo que es porque no es.

“El Cordobés” no sabe ya si existe

y se palpa y se suena y se jalea y

en rapto como Elías por el cielo se pasea.

Y tú, recalcitrante negativo y triste,

vete a ver al fenómeno y al noúmeno

y apúntate catecúmeno

de la flámula y la fe de “El Cordobés”.

 

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