Adriano del Valle Rossi fue un poeta
sevillano de origen francés que se aficionó a la poesía en los inicios del
siglo XX tras leer Cantos de vida y esperanza de Rubén Darío, poeta que le
influyó a lo largo de su trayectoria. Poeta encuadrado en el modernismo,
ultraísmo y surrealismo, mantuvo amistad con Federico García Lorca con quien se
aproximó al estilo del Neopopulismo similares al Romancero gitano, o al
Marinero en tierra de Rafael Alberti. Adriano del Valle escribió poesía
taurina, parte de su obra giró en torno al mundo del toro, un recurso frecuente
que fue empleado entre los poetas de la generación del 27. Participó de las tertulias
taurinas con los intelectuales del momento como Lorca o el historiador taurino
José María de Cossío, en la que también fueron habituales toreros como Manolete
o Ignacio Sánchez Mejías. José María de Cossío hizo una mención en la antología
poética sobre tauromaquia que publicó en dos volúmenes en 1931 con el título de
Los toros en la poesía castellana. Adriano del Valle publicó parte de su poesía
taurina en el semanario taurino El Ruedo, entre ellas destacan las obras
dedicadas a Manolete, Domingo Ortega:
Domingo, ancha es Castilla en tu muleta,
por el mar de tu capa y de tu espada:
la tempestad, si táurica, es domada
y a tu indomable corazón sujeta.
Juego infalible que a la muerte reta
con tu alamar, burlando la cornada,
mariposa que vuela invulnerada
y al toro, entre sus giros, desjarreta.
Domingo, ancha es Castilla si desplomas
al toro, con tu lidia y con tu acero,
cerviz que, estoqueada, se te humilla…
Un círculo de unánimes palomas
y el vuelo al redondel de mi sombrero,
proclama que, ante ti, ancha es Castilla.
A Álvaro Domecq
Alfonso Camín Meana nació en Roces, Gijón
(Asturias) en 1890 a la edad de quince años, en 1905, tras haber trabajado en
una cantera de Contrueces, se traslada a Cuba, donde se inicia en el periodismo,
siendo redactor de los periódicos La Noche y del Diario de la Marina, y
llegando a dirigir la revista Apolo. En 1914 regresa a España como periodista
del Diario de la Marina para cubrir la Primera Guerra Mundial. De formación
autodidacta (sólo recibió la instrucción primaria) y con espíritu aventurero,
el asturiano Alfonso Camín entraría dentro del prototipo de emigrante
intercontinental hecho a sí mismo. Es considerado el Poeta Nacional de
Asturias.
El toro
Gracia y poder. La conjunción del viento
con la soberbia estampa de la casta;
resoplido volcánico, que basta
para imponer el cetro de su aliento.
Furia infernal, guadaña en movimiento
segando cielos, y la muerte pasta
columpiándose siempre de asta en asta,
afilando el pitón en su lamento.
La cerviz indomable, llena altiva
de pánico a las sombras de la tarde,
que aparecen, allá, en la lejanía…
El animal se encela en la cautiva
suerte que encierra. El horizonte arde
presintiendo la próxima agonía.
Alfonso Martínez-Mena Alfredo Marqueríe nació en Mahón en 1907, pasó su infancia en Segovia. Su padre, militar, era muy aficionado a la lectura, además de escultista y director del periódico El Alcázar de Segovia (1911). También organizó funciones de teatro, novilladas y representaciones de circo con fines benéficos, lo que hizo a su hijo Alfredo aficionarse desde bien pronto a la farándula, como escribió él mismo en sus Memorias informales. En Segovia fue alumno además del poeta Antonio Machado, al que frecuentó no poco y moteja en sus memorias de muy aficionado al vino e incluso de "algo borrachín". Desde 1922 colaboró Marqueríe en las revistas
Pedro Romero
Bajaba de la sierra el bandolero
para verle jugándose la vida,
a la Plaza de Ronda estremecida
por el milagro en flor de su torero.
La alta barrera y el redondo albero
daban a su compás trazo y medida.
¡Qué viril desafío a la embestida!
¡Qué arrojo el del señor Pedro Romero!
Carne de Roma, sangre de moros
-España es lo latino y lo moruno-
transpiraban valor todos sus poros.
“Más cornadas da el miedo que los toros”.
Lidió casi seis mil, uno por uno.
Los mató a todos. No lo hirió ninguno.
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