Archivo. Diego Ventura
INFUNDE RESPETOPor Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Nazarí, caballo de Diego Ventura, infunde respeto nada mas salir al ruedo. Con porte y elegancia, movimientos soberbios, y un corazón templado y emotivo que hace vislumbrar la gloria. Ese valor seguro, castaño y lusitano le ha dado una oreja, hoy en Madrid a ventura a pesar de haber pinchado. El caballo galopaba en dos pistas a dónde su jinete quisiera llevarlo, cambia con la grupa los viajes, a milímetros, sin rebotarse, ni molestarse. Sin protestar, por la a veces actitud temeraria de Ventura. Nobleza es esa condición, que todo jinete buscamos en nuestras monturas. No tiene hartura este caballo y por consiguiente nos llevaría al fin del mundo, con toda la seguridad.
Más caballos puso en el ruedo Diego Ventura que venia a Las Ventas a confirmarle la alternativa a su alumno Andrés Romero. Por ejemplo Chalana, o Milagro con la que hizo quiebros limpios y ortodoxos. O el bayo Oro, luso árabe, que demostró la liviandad de sus movimientos, y la rapidez de sus desplazamientos, siempre a la orden de las ayudas. Sacando los balanceos exagerados de Mandela, y el picacó del propio Oro, heterodoxias, que Ventura justifica por calentar a los tendidos, las dos faenas anduvieron en la corrección y la pureza. Quizás con Maletilla abusó demasiado de romper el viaje del toro en círculos.
El toricantano, Andrés Romero, sacó a Carbón y a Guajiro con martingalas. La martingala impide el cabeceo del caballo y somete al animal abajo, con la cara abajo, donde se dominan más los caballos en la boca. Se empleó con ardor en el sexto, rajado Bohórquez, como casi toda la corrida, y mató mal con un caballo, Bambú, que no tiene puesto para esta suerte, o si lo tiene, no le supo sacar el partido. Para esta suerte los jacos deben ser de temperamento casi famélico, llegar a la cara como si fueran buscando el pesebre, y salir por la pala del pitón como si fueran a buscar a la novia. Este quita la grupa rápido. Por eso se debería volver al caballo español buscando el temple para la suerte suprema. En general las actuaciones de Andrés Romero fueron de principiante, dominado por el escenario, aunque resolvió bien la mansedumbre de los toros.
El sin zahones, Leonardo Hernández, que montado a caballo cae bien, y vestido así parece que va a pasearse a la feria de Córdoba. Hizo lo meritorio en el tercero de la tarde, pues con el manso pegado a tablas, le echó arrojo y puso a Verdi al sesgo en el segundo y tercer palitroque, antes se fue a la cara del Bohórquez, buscando descaradamente el embroque de ambos animales. La forma de entrar a matar, de frente, creo que debe ser la que impere en este arte ecuestre, pues la de girar alrededor del toro no es nada ortodoxa. Meritorio con Xarope, y con Amatista en el quinto cambió por dentro con gran destreza. A este toro le cortó una oreja.
Los toros de Fermín Bohórquez, excesivamente despuntados, desiguales de presentación y de juego, mansitos todos, que se dejaron más por la pericia de los montados que por méritos de casta.
¡Aquí paz y allí gloria!
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