03 octubre 2009

TOREROS Y HOMBRES

Juan Pedro Luna

TOREROS Y HOMBRES
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

He leído con bastante detenimiento el primer pregón taurino que se dio en el Colegio Oficial de Médicos de Málaga. Y con el beneplácito de los posteriores pregoneros, a quienes estimo y respeto por igual, debo entresacar del pronunciado por JUAN PEDRO DE LUNA a quien pondero por su exquisita afición, algunos párrafos que nos aproximan a la verdad del torero, pero aún más a la psicología del hombre.
Sostener que un torero, antes de serlo, es un hombre, parece una obviedad, sin embargo Juan Pedro, el decano de los doctores que asisten a la enfermería de varias plazas de la provincia de Málaga, se sensibiliza con el hombre y descubre en él interiores profundos que lo califican como torero.
Sepan ustedes que ya advierte Juan Pedro de Luna y Ximénez de Enciso que: "¡Si lo que vas a decir no es mas bello que el silencio; no lo digas!"
Por tanto mediré bien las palabras propias, pues el médico eligió con belleza la sencillez de su exposición, que por supuesto estuvo por encima de la belleza del silencio.

Desde que tengo el gusto de conocer a Juan Pedro, siempre fue un aficionado elegantemente crítico y por consiguiente paladín de lo suyo:
"El nuevo reglamento deja sin dar oídos a las peticiones que siempre hicimos. Y nuestras propuestas de Cartilla Sanitaria, en la que se hiciera constar el historial médico del posible paciente, a entregar en el momento del ingreso, así como la obligatoriedad de un chequeo médico al iniciar la temporada, y de certificados de bajas y altas medicas y no altas voluntarias han ido quedando nuevamente en el olvido pues ni a la administración les importa ni a los profesionales les importa."
Los que hemos sido críticos con el Reglamento Soriano, sabemos lo que el médico extraña, y lo que extraña no es otra cosa que datos de sus pacientes en potencia, que como se sabe se ponen en sus manos para salvarle la vida… ¿Pero qué vida, sanitaria se entiende, ha tenido el paciente?
Eso sí, alguna ventaja sobre otros compañeros, por ejemplo de los de urgencias de cualquier hospital, si que tienen los médicos de plazas de toros:
"Jugamos con ventaja; la cornada la hemos presentido si estábamos atentos, hemos visto el punto de impacto, sus probables trayectorias, sabemos de la lesión producida y de su gravedad, pues es el único accidente que se tiene la fortuna de poder ver en el momento justo en que se produce".

Y ya está el paciente en su jurisdicción, en el hule:
"El torero se comporta desde el que pierde su personalidad ante el medico y se entrega, hasta el que casi te deja actuar pues su mayor preocupación es volver a la plaza. Desde el que es todo corazón, valor y entereza al que se precipita en un mar de conjeturas y preguntas a medio terminar. Desde el que la cogida solo ha sido un pequeño contratiempo, al que la misma le hace recapacitar sobre su profesión, su vida, su valor y su torería. Pero al despertar de la anestesia, cuando aún se encuentran a mitad de camino entre el sueño y la realidad la primera pregunta, la más directa, la que les hace volver al mundo de los vivos siempre es la misma. ¡Doctor cuando podré volver a torear!
Después de los primeros tercios, llega el de muleta, el postoperatorio, en el que hay que parar, templar y mandar… ¡Y de qué manera!
"Es en postoperatorio cuando el diestro… dejan de ser toreros y se convierten en personas… es cuando contactamos con unos seres humanos que se abren a nosotros en una confianza que solo se concede a aquellos en que depositamos nuestras vidas… cuando en la habitación contigua los sonidos de los dibujitos animados que tiene puestos El Juli y que en el momento de darse cuenta de nuestra presencia cambia a un telediario, como no dejándonos ver que él sigue siendo un niño, aunque en la cara del toro se comporte como un hombre… cuando a la mañana siguiente de la cornada y en contra de todas las prescripciones te encuentras al espada dando pases de salón en el pasillo de la clínica Gálvez… cuando un modesto subalterno ve truncada parte de una temporada que constituye la fracción más importante de sus ingresos durante el año. O se siente solo y casi abandonado en su habitación porque su familia no pudo desplazarse por un sin fin de circunstancias… Es cuando… Joselito entra en depresión interior ante los hechos… pues no sabe si fue culpa suya la cornada sufrida o si no supo interpretar los avisos que anteriormente le había ido dando el toro… cuando ves como Paco Ojeda lleva su cirujano de cabecera a todas sus actuaciones, aunque este jamás interfiera en la actuación del equipo medico, pues su sola presencia le da seguridad suficiente para colocarse en ese sitio en dónde sabe existe un importante riesgo… el que incluso nos convierte en parapeto ante la prensa… cuando el Algabeño… que había sido tratado por el cirujano de la plaza de un disparo… en plena Guerra Civil… había quedado con cierta limitación de movimientos vino a Málaga porque quería ajustarle cuentas al cirujano… o la soberbia de otros… incluso utilizándola para descansar… pasa por delante de nosotros… como un dios del Olimpo, sin siquiera dirigir la mirada… aunque… y es lo que yo recuerdo… el diestro que en otras plazas al ver a conocidos malagueños les pregunta ¿Como se encuentra mi doctor? Dales un abrazo muy fuerte… O aquel otro, Manuel Benítez, que queriendo saber con quien se las gastaba aquella primera tarde acude a la enfermería con la excusa: "Doctor es que este botón de la camisa se me está cayendo y como ustedes tienen avios para coser…"

Juan de Jesús Duarte Vázquez, el tercer pregonero del Colegio de Médicos, otro insigne aficionado, pero con el defecto, sin llegar a grado de pecado, de gustarle Paula, dijo al final de si pregón que:
"… quiero recordar, que los aficionados somos herederos de esta cultura milenaria y que tenemos la obligación de engrandecerla y transmitirla a los que vienen detrás, con toda su pureza y el rigor de sus normas…"

Y Juan Pedro culminó el suyo, haciendo eso, transmitiendo vivencias de la fiesta, y engrandeciendo al hombre toreo que antepone la dimensión humana a la divina, por eso se permite recordarnos que:
"Los toreros debieran recordar las palabra de El Gallo:
- Una corna dura veinte días y una grita solo cinco minutos -, y - Las broncas se las lleva el viento y las cornadas se las queda uno -
Y que como decía José Alameda: "El riesgo es la base del toreo. Un paso adelante y puede morir el hombre. Un paso atrás y puede morir el arte. Existiendo una raya, más allá de la cual esta la cornada. Más acá de la cual está el fracaso."

Está bien para terminar esta evocación.

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