El protagonismo de los presidentes sevillanos es manifiesto. Orejas baratas. Indultos inapropiados. Rabos desdichados y melifluos. Vueltas al ruedo inmerecidas.
Fernando Fernández - Figueroa Guerrero se equivocó ayer al darle la vuelta al ruedo a un toro que no la merecía. Veamos:
Un torito el número 22, avacado tirando más a novillo, que a la primera vara va pero llega con la cara arriba, y en la segunda vara va, la cara arriba y sale suelto.
No es mi intención dar lecciones pedagógicas de lo que debe ser un toro bravo en el caballo, pero puestos a combatir la desinformación, ahí va.
Que un toro se arranque de largo, más o menos al caballo es síntoma de bravura pero no lo es que en peto pelee con la cara por las nubes. Debe embestir abajo y apretar sin hacer ningún aspaviento. Y debe quedarse en la pelea hasta que lo saquen del peto. Si se va suelto es que probado el jarabe de palo, no quiere más.
En banderillas también echó la cara arriba. Es decir no humilló que es condición importante para significar bravura. Y en la muleta. Bueno, en la muleta tuvo motor que se traduce en casta, pero cómo fue esa casta. También la explico: Por el pitón derecho iba embistiendo a media altura (no humillaba). Tenía recorrido, se venía pronto sus embestidas eran buenas, pero por el pitón izquierdo fue más arisco. Al final del trasteo salía distraído del engaño y mirando al tendido. (Eso es un defecto pues indica que el animal embestía por inercia y no metido en la faena).
En otra cosa se equivocó el presidente: solo le dio una oreja a El Cid.
Con esta decisión puso los méritos del toro por encima de los del torero, y la verdad, si no le hubiera dado la vuelta al ruedo al de La Quinta, esa oreja hubiera estado correcta porque la faena del torero sevillano fue vulgar. Encorvado, despegado, ligando con el pico de la franela. Vibrante pero acompañando embestidas, no toreando por derecho.
Aplaudido de salida el cuarto que protestó en varas y no humilló en banderillas, pero a la muleta llegó con bondad. Rebozándose por el pitón derecho. Más corto por el izquierdo. Y al final, por el derecho andando a media altura (desfondado).
Bien con el capote El Cid. Lipi poniendo pares en la cara del toro. El animal acudía a la muleta a la voz. El torero anduvo muy centrado pero el toro no iba cuando quería torearlo al hilo del pitón y cuando cargaba (poco) el toro iba. Estuvo mal con la espada.
El segundo no tenía fuerzas y las acusó (desfondado) en la faena de muleta aunque a los palitroques acudió con pies. tuvo nobleza y bondad, con poca chispa. Daniel Luque buscó la colocación y la técnica. Templó las embestidas a media altura, siempre a favor del toro y luego se puso porfión en un trasteo largo e innecesario.
El quinto fue un novillo con cara que cumplió en los dos primeros tercios. Fue bueno por el derecho aunque sin chispa, y se quedó más corto por el pitón izquierdo. Se echó después de ser sometido, (desfondado). Mortecino. Luque se colocaba. Lo consentía. Lo esperaba, (técnica). Lo templó, lo llevó, y hasta se gustó en algunos muletazos. Lo enseñó a embestir por el pitón izquierdo alargando los muletazos, pero también se puso pesado.
El tercer toro fue un buen toro que estuvo por encima del torero. En varas se fue del peto. a los palos acudió a la voz, pero en la muleta fue bueno por ambos pitones, repetidos, encastado. en realidad el mejor toro del encierro de La Quinta. Emilio de Justo no rompió con el toro. No le mandó en las embestidas. Se quedaba descolocado cuando ligaba. Cabía una Giralda entre toro y torero. ¿Y por el izquierdo solo le dio una tanda? Y encima el presidente ¿le da una oreja? (Otro error presidencial)
El sexto toro fue el mejor presentado del encierro. Aplaudido de salida tenía caja y cara. Cumplió en los dos primeros tercios, pero en la muleta resultó ser un regalito. Descompuesto, punteando la muleta, sin viaje, con chiribitas. Pero murió con la boca cerrada.
El Algabeño estuvo bien en el segundo par.
De Justo anduvo voluntarioso, que se dejó sorprender por el toro en varias ocasiones. Con insistencia y esfuerzo consiguió algunos muletazos de buena factura. Dio buena estocada y le sonó un aviso. El aviso es solo un aviso pero tiene importancia porque indica que el torero no tiene la medida del tiempo de la faena en su cabeza, y en este juego, todo cuenta. El presidente le arreó otra oreja de las de plaza de carros.
¡Aquí paz y allí gloria!
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