Foto de ABC
JUAN ORTEGA EN LA MAESTRANZA (Enlace al X del torero)
Les puedo asegurar que lo que se está viviendo, hasta ahora , en la feria sevillana, no se ha visto nunca en el coso del baratillo. Corridas enteras embistiendo, toros bravos, y faenas que pronuncian aficionados como remembranzas de lo más grande que se haya hecho en el toreo.
Debe ser que Dios está al lado de la tauromaquia y que los que van a ir al infierno son los animalistas.
La corrida de ayer en Sevilla, bien mirada, fue una mala corrida de toros. Digo toros. Los salmantinos de Domingo Hernández y Garcigrande estuvieron mal presentados y no valieron un duro. Con ellos de estrelló Morante, que no pasa nada porque se estrelle, es normal en la vida de un torero, lo catatónico es que en su primero solo estuvo aseado, sin romperse, con precauciones, y matara desastrosamente. Es verdad que el toro no se empleó y cuando embistió algo lo hizo con genio. El cuarto fue un sobrero de la también salmantina ganadería de García Jiménez, chico, de los de miau que dijeron en el tendido y manso, descompuesto que tampoco rompió "palante". Morante lo trasteó sin convencimiento y también mató mal. Morante debe saber (tan torero e historiador como es) que a todos los toros, buenos y malos hay que matarlos por derecho, pues la suerte de matar es la prerrogativa de este arte aunque, ya saben, Portugal está muy cerca.
Mas lo importante de la tarde lo firmaron dos toreros que dieron cada uno una dimensión distinta de la tauromaquia, pero que en realidad lo que hicieron es demostrar las capacidades que han de tenerse para estar a la altura de una gran figura del toreo.
Daniel Luque anduvo con oficio y solvencia aunque sin magia, con su primero, un novillo engordado de Domingo Hernández que se vino a menos, desatando en el quinto, otro anovillado del mismo hierro, una tormenta de sabiduría, de sometimiento, de dominio, de valentía, de técnica que después de ser avisado antes de entrar a matar y colocar una trasera y caída recibió una oreja. Al novillo se le pitó por arrear, por colarse, por cocear, por protestar, por rajarse... que se entregó ante el oficio de Luque.
A Juan Ortega le tocó un tercer torito anovillado, sin cara, vastote, que llegó descompuesto y arisco a la muleta. Fue pitado al arrastre. Ortega lo capoteó para beneficiar al toro y en la muleta lo llevó pero no le mandó y aunque estuvo centrado su empeño resultó baldío.
Y salió el sexto, el toro mejor presentado del encierro que se dejó en varas y acudió con pies a banderillas. Fue aplaudido al arrastre por buen toro. Y aquí el toreo. Cadenciosos ayudados por alto abriendo la faena con remate de muletazos por bajo de una sensibilidad inigualable. Templados derechazos que acariciaban los belfos del toro. Con un toreo al natural lleno de empaque, de temple, de estética. De composición toda la faena que sin prisas y sin pausas, conmocionó a Sevilla y al mundo entero. Estocada y dos orejas. Justo premio a tan redondo esfuerzo.
Ayer fue esa tarde de toros en la que hay de todo. No hubo toros (decía Pepe Moros) pero si toreros, aunque Morante se fuera masticando su silencio.
¡Aquí paz y allí gloria!
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