Ya no tengo tanta práctica en las crónica taurinas, por eso no pretendo que este reencuentro con las dos ferias más importantes del mundo me rehabiliten para seguir ejerciendo. NO. Esto simplemente es un ensayo, un divertimento para comprobar que el estado de fiesta taurina sigue estando en "staby" que pocas cosas han cambiado desde que dejé de hacer crítica taurina y que pocas cosas cambiarán salvo que los profesionales comprendan que este arte es más grande que ellos (aunque ellos sean los protagonistas) y que trasciende a ellos, pues la fuerza y la magia de este arte son inconmensurables.
No obstante recuerdo que he visto en Madrid a un chaval que se llama Fernando Adrián y que en su memoria histórica, ya cuando yo haya muerto, recordará lo efímero y fugaz que fue su paso por Madrid, por esa gran plaza del mundo, tan justa y tan injusta a la vez, quizás porque no tuvo el lote apropiado, o quizás porque él no estaba convencido de lo que quería hacer y ser en este oficio. A sus nietos le contará como vivió esos minutos, esa escasa gloria de sentirse torero en la plaza de Las Ventas de Espíritu Santo.
No le pasará igual que le ha pasado a Manzanares hijo (claro, porque el padre ya hubo muerto antes que yo) al que le refanfinfla no haber entendido ni podido, él que es un veterano curtido en miles de luchas, con el lote que le cupo en suerte.
Y ambos todos recordarán que un torero Rey y que se pone como una Roca, les mojara los aplausos en una tarde que, como todas las suyas, cuando no puede pegar pases se pega arrimones que enaltecen a las masas, pues siempre se dijo que los toreros valientes a mandar y los de arte a decorar.
Y una vez más, lo que para mí es el principio de todo, el toro, el respeto al toro. Ese respeto que se le pierde por parte de los profesionales que son los que viven de el, cuando le dan lidias impropias, lo ponen como coladores en todas las suertes y se le oprobia cuando con los capotes o las muletas le arrean mantazos por la cara cuando los trapos deberían ser como el gran Domingo Ortega decía, suaves látigos que ahormen embestidas ásperas, porque esos dignos y orgullosos animales de la naturaleza no nacen aprendiendo a embestir y además son seres vivos.
Notas tomadas en la corrida que se celebró en Madrid el 11 de mayo de 2006 y que luego darían lugar a la crónica de radio que hice y que quizás encuentren también en este blog.Me interesó la corrida de Victoriano del Río porque sus toros no fueron ovejas y porque fueron una muestra de la variedad de la casta brava, aunque no fueron bravos, pero tuvieron mucho que torear, y el toreo no siempre es dar pases estéticos, sino lidia, y a lidiar ya no se enseña.
¡Aquí paz y después gloria!
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