foto de MARCA
Cuando un torero se encierra en Madrid con seis toros es porque está sobrado. Está sobrado de oficio, de pasión, de afición y de parnés. Y sobre todo porque no lo necesita y lo hace porque le da real gana.
Según he sabido Paco Ureña lo ha hecho porque no le quedaba otra, y eso es presión. Y se le notó la presión en la encerrona pese a que no lo parecía. Y otra cosa, para encerrarse con seis toros en Madrid no solo hay que ser buen torero, sino también, buen lidiador.
Los antiguos le decían a los toreros con muchos recursos y variados en su repertorio, "torero largo" es decir que para cualquier toro que saliera por chiqueros eran capaces de aplicarles su lidia correspondiente y quedar cuanto menos aseados y dignos. Hoy como lo que predomina es pegar pases pues la cosa se limita a la faena de muleta.
Pongo un ejemplo: Miguelín. Torero al que se le era imposible mojarle la oreja y le podía a todos los toros con grandes recursos. Paquirri, otro. El Capea... en fin
Lo de Paco Ureña encerrarse en Las Ventas con seis, no fue un fracaso pero tampoco fue gloria, y no sé, tengo mis dudas si quedó en tablas.
Lo que si me pareció sorprendente es la reacción del publico en el quinto, un sobrero de Mayalde, que cuando salían por los vomitorios de los tendidos expulsados por la lluvia tormentosa, se calmó el vendaval y Ureña empezó a pegar muletazos como si ya nada importara y el toro a embestir como si la lluvia lo atemperara y ese Madrid, entre incrédulo, cínico y guasón empezó a jalear al torero que más se lo creyó hasta que arrancó la única oreja del festejo. Y los guasones tiraron almohadillas al ruedo y los cínicos se largaron a por el cubata y los incrédulos le llamaron: torero, torero, a gritos.
Los toros de distintas ganaderías tuvieron su aquel. La Ventana del Puerto, manejable, Domingo Hernández a menos, Adolfo Martín imposible, José Vázquez sin recorrido, el de Juan Pedro devuelto por culpa de un banderillero que lo hizo claudicar echando el capote al suelo, el toro protestado por impresentable. El de Mayalde muy bueno y el de Victoriano del Río feo y mal presentado para esta plaza, protestado y deslucido, sin clase y rajado.
¡Aquí paz y allí gloría!
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