PACO RAMOS CON LA DERECHA AL SOBRERO DE EL PARRALEJO
Se iba acabando la paciencia de la afición valenciana con una corrida de Miura que no parecía de Miura, sino Parladé pura, y sin fuerza e inválida, y cuando salió el quinto blandeando por los cuatro costados, dijo ¡basta! y mandó al corral al número 60, hartos ya de estar hartos. En su lugar salió un sobrero de El Parralejo, número 32 de 550 kilos, bien hecho, que peleó bien en el caballo y que en banderillas se vino arriba. Llegó a la muleta con bondad, con casta, acudiendo de largo a los cites, entregado como se aprecia en la fotografía de Canelles, pero que al final de la faena tuvo tendencia a irse del engaño, es decir a rajarse. Aún así le dieron una gran ovación al arrastre.
Paco Ramos que, se frotaba las manos con el hecho de que echaran al corral al quinto Miura, a la hora de la verdad se implicó en la faena, anduvo centrado usando el secreto que pocos toreros ahora usan, que es el de dejar en la cara la muleta a los toros que embisten para poder ligar los muletazos, y echándole a todo aquello que hacía ganas y pundonor. Ahora bien, Paco Ramos debe corregir la colocación, lo encorvado de su figura en los embroques y aprender a matar porque este oficio es el de matador de toros. Dio una vuelta al ruedo.
Con el segundo toro de la tarde, este sí de Miura, que fue noble, gazapón, casi parado que tuvo un final pronto, una estatua de mármol, el de Castellón estuvo muy centrado, con naturalidad, haciéndole al Miura las cosas con mucho interés y usando ese secreto, para mí de gran importancia, que fue dejarle la muleta en la cara.
Abría el cartel Fernando Robleño que con un Miura al que lesionaron en el caballo por mal picado, que fue manejable pero que perdió las fuerzas y se paró a causa de esa lesión en la paletilla derecha, estuvo aseado sin más, hasta la gente protestó que tocara la música porque no era menester acompañar de fiesta algo que estaba mortecino.
Con el cuarto un toro calamocheador, de medias arrancadas y que remataba en la muleta siempre arriba, le anduvo por la cara con medios muletazos y se acabó lo que se daba.
Jesús Chover demasiado hizo con salir indemne de las astas de su par de miuras, en ambos voluntarioso pero tomando precauciones innecesarias, sin apretarse con los dos más nobles y manejables del encierro. Puso banderillas al tercero con resultado desastroso, los dos primeros pares a cabeza y a toro pasado, y solo el tercero al cambio con el toro hacia las tablas tuvo importancia.
Los miuras: Primero bien presentado, aplaudido de salida que cumplió en varas y llegó descompuesto a banderillas, se paró en la muleta. El segundo no tenía trapío de Miura, cumplió en varas y esperó en palitroques, se paró. El tercero, bien presentado, colorao girón, sin fuerzas, cumplió en varas y tuvo pies en las banderillas, se dejó bien en la muleta. El cuarto, bien presentado, cumplió en varas y en banderillas echó la cara arriba, eso hizo también en la muleta. El quinto inválido al corral. El sexto un Miura, terciado, vareado, agalgado, manseó en el caballo, tuvo galope en palos y fue manejable en la muleta.
¡Aquí paz y allí gloria!
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