17 agosto 2009

SERGIO GALÁN, TOREO BUENO

Habanera. Foto de la Web de Sergio Galán

SERGIO GALÁN, TOREO BUENO
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

El mercantilismo del toreo ha relegado a los Benítez Cubero, de pura procedencia Parladé por la rama de Hidalgo Barquero, a las corridas de rejones. Sin embargo esta plaza ha disfrutado de sus toros tradicionalmente pues era rara la feria que faltaban. Ayer se cumplían años de la alternativa de Pepe Luis Martín que estuvo presente en la plaza pero como asesor de la presidenta. Hoy lo recordábamos como triunfador de una feria precisamente con un toro de esta ganadería. La corrida de Benítez Cubero y Pallarés, bien presentada y delicadamente desmochada, ha sido manejable en general, buenos primero y tercero, segundo se dejó, cuarto se paró y quinto y sexto se dejaron.

El rejoneo es un arte y eso ha quedado demostrado, a lo largo de los tiempos porque los rejoneadores históricos se han encargado de ponerlo en su sitio. Sin embargo el advenimiento de Mendoza ha sido fundamental para darle un empuje definitivo a estas corridas y subirlo de escala, tal es así que las corridas de rejones se perfilan como las corridas del futuro, junto a las novilladas sin picadores. ¡Al tiempo! Sergio Galán ha recogido en mucho la tauromaquia de Hermoso de Mendoza y la ha adaptado a su personalidad, consiguiendo con ello un toreo ortodoxo y serio. Lo demostró a caballo con Vidrié, Montoliú, Fado. Con los que obró bien y gustó su buen hacer. Sólo un pero, también extensible a los demás rejoneadores, es que debiera dar la vuelta al ruedo montado a caballo. El caballero siempre es caballero. Y no los alardes tirándose como acróbatas desde las monturas. En su segundo toro paró con la extraordinaria yegua Habanera, puso buenas banderillas con Vulcano, con Fado dos rosas. Y remató muy serio y convincente con los rejones de muerte.

Ventura hace el numerito de quedarse rezagado después del paseíllo para hacer méritos con sus caballos y llevarse los aplausos. En realidad para sus compañeros es un vampiro. Para los actores sería un chupa cámaras. El carácter de Ventura no da, según parece, para muchos amigos entre sus compañeros. Diego Ventura venía de figurita de pitiminí y estuvo por debajo de sus dos toros si bien el quinto tuvo menos fuerza pero se dejó con bastante nobleza, pero no fue la tarde de este rejoneador, bastante caprichoso y bruto con los caballos. Paró su primero con Muleta, que tras el segundo rejón de castigo fue herida por el toro y el animal se rebotó cual caballo de rodeo americano, hasta que terminó con el jinete debajo del estribo del siete. De ahí se llevaron al caballo desbocado en el ruedo y visiblemente mermado Ventura se fue en busca de Nazarí poniendo tres palos enrabiado. Y luego sacó a Morante y obligó al caballo a morder al toro, cosa que el publico feliz aplaudía con fervor ese numero de gladiadores circenses. Porque sépase que esa es la medida de Ventura en el rejoneo. La de gladiador. Nunca un galope templado y un fácil clavar. Nunca un tiento de muleta grupera. Siempre un arrebatador e irascible ir y venir de los caballos. En el quinto toro, sin ideas y sin confianza en los caballos presento a los tendidos el resto de la cuadra, Girasol poniendo traseros los de castigo, Cali con el que no estuvo a gusto, Distinto con los quiebros aseados, Ginés sin templar, Vizir con dos cortas aseadas, en fin desdibujado que dirían los antiguos cronistas. Pero el público feliz le pidió las dos orejas y el presidente con un criterio exigente, solo concedió una. Luego le sonaron bronca, pero la exigencia es la única herramienta pedagógica para que el mundo feliz de la Malagueta se entere de que es plaza de primera y por consiguiente, exigente.

El niño de Leonardo persiste en torear sin zahones; él más señorito que nadie, no quiere vestir a la campera y por consiguiente al modo tradicional de la indumentaria del trabajo del campo bravo; quiere ir vestido de señorito cordobés, cual si para pasear los caballos por la feria se vistiera. Claro que los tres rejoneadores han usado como ya viene siendo habitual, las monturas mixtas en vez de las vaqueras, los bocados portugueses, los pechos petrales, y para significar las irregulares domas de los caballos se echan las dos manos a las riendas para obligarlos a mirar a los toros, acortando los trancos, a dar saltitos, pues el animal no tiene otra forma natural de avanzar, y exponiendo sus grupas a las cornadas. Leonardo también lo hizo y aún así fue difícil verle poner palos al estribo, casi todos a la grupa. Buenos de anotar dos quiebros espectaculares con Verdi en el tercer toro, porque en el sexto no salió bien el quiebro. En verdad en el sexto Leonardo Hernández no pasó de aseado.

¡Aquí paz y allí gloria!

FICHA:
Tercera de abono. Rejones. Seis toros de la familia Benítez Cubero Pallarés, bien presentados, aunque desmochados con elegancia, que fueron manejables. Buenos primero y tercero. Sergio Galán, buen rejón de muerte, oreja. Rejón, oreja. Diego Ventura, dos pinchazos, rejón bajo, y dos descabellos pie a tierra, ovación que saluda. Rejonazo en los costillares que provoca derrame, oreja con fuerte petición de la segunda que el presidente Del Olmo no concede con muy buen criterio. Leonardo Hernández pinchazo, uno hondo y tres descabellos pie a tierra, ovación que saluda. Pinchazo, rejón que hace guardia, y otro trasero, ovación que saluda.
El calibrador de los delegados gubernativos funciona maravillosamente pues los rejoneadores no abusaron de hierros desproporcionados. Todos en sus medidas reglamentarias.

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