08 mayo 2013

DE MADRID AL CIELO…


Antoñete
           
            Según tengo entendido, siempre que arranca la temporada de las Ventas, el aficionado más curtido de la plaza madrileña, espera entre deseoso y desconfiado la cartelera. Sobre todo y cuanto menos, hay parte de suspicacia ante el largo ciclo isidril que pronto va a comenzar. Y más aun, cuando lo visto hasta ahora, no ha sido para nada del agrado de sus parroquianos.
Mucho se ha escrito, y más se escribirá sobre el publico de los toros, y siempre se hizo y se hace, el mismo descubrimiento, de que el publico de hoy es muy distinto al de otros tiempos... Y sobre tan ligera afirmación hablando del publico madrileño, se fundamenta un razonamiento, por el que se le acusa de preferencias por unos diestros, mientras aparta a otros sin causas justificadas, o bien porque se han cansado de verlos feria tras feria, muchos de ellos repetidas figuras, que lo exigen todo, cobran una millonada y, sin embargo, torean poco como mandan los cánones. Y como el publico tiene un sentido reverencial de tanto millón, y, los toreros empiezan a ser avaros de su valor y decisión, los públicos empiezan a exigir por instinto de tasación, de que los méritos y justificación han de ser proporcionales a lo que cobran. Y además el aficionado venteño, no les permite que, su arrogancia cuestione la plaza. Sin embargo, lo que todos esperamos de Madrid, es que vuelva a sus cauces lógicos, y a poner el listón, allí donde debe estar.                                                                        
            En todas las entrevistas efectuadas a toreros en prensa, o en otro medio de comunicación, se alude a Madrid como punto culminante de su carrera taurina, y más aún cuando tratan de abrirse camino en el zozobrante y duro camino de la tauromaquia. Parece ser que, ir a Madrid es el sueño más deseado, que allí rompa un toro, produciéndose la eclosión necesaria y un talón en blanco para que el resto de las plazas abran sus puertas, sin siquiera tocar, la aldaba de las mismas (puede ocurrir, tal como ocurrió no pocas veces) y catapultar a un torero valido, de buenas hechuras y sabiduría relevante con pocas corridas de toros transformado en figura “señera”. Pero también ocurre que Madrid exige la revalida de lo aprendido en su carrera y el talón (también ocurrió muchas veces) puede ser el de Aquiles.
            Si nos remontamos en el tiempo, incluso en el actual escalafón, veremos sinsabores y grandezas en la catedral del toreo, desde arrancarse con rabia de un tirón la coleta, hasta salir a hombros en olor de multitud y rendir Madrid a su arte, de estos gestos se han vivido muchos en la plaza venteña. Pero continuando con la reflexión a la que quiero llegar. Es que dicha plaza también alberga muchas dudas razonables para los toreros y sus tutores, dudas que comienzan sopesando la ganadería a lidiar y si esta ofrece ciertas garantías de éxito, el público o el abono asistente, la responsabilidad de estar a la altura, no estar bien preparado, el tiempo etcétera. Y saber ante todo, que te pueden olvidar para siempre, cosas simples si quieren, pero que pasan por más de una frente antes de hacer el paseíllo, sin embargo, el torero necesita a Madrid. Y si quiere más, debe desplegar cuanto sabe, y triunfar, y luego seguir. O le pesara.-

                        Fermín González comentarista onda cero radio –Salamanca-

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