01 septiembre 2009

LAS MADRES DE LOS TOREROS

Abellán padre "El maletilla de Oro", cuando regentaba un kiosko de prensa.

Las madres de los nuevos toreros‏
Artículo enviado por la Uvet-Andalucia (uvetandalucia@gmail.com)

De todos es conocido que antaño cuando un chaval decía que quería ser torero se encontraba con la oposición familiar, que por todos los medios habidos y por haber, buscaban la manera de quitarle esa idea.

Hoy la cosa ha cambiado, un chiquillo dice que quiere ser torero y lo primero que hace la familia en pleno es apuntarlo a las socializadas autoescuelas taurinas; después, a casa del sastre a vestirlo y equiparlo de todo lo necesario, porque le han dicho que para ser torero lo primero es parecerlo, para ello se ponen manos a la obra, se le cambia el looks, se le peina con mucha gomina, se le afeita el entrecejo se le cambia si hace falta el lugar de nacimiento y se le pasea por todos los bares y foros taurinos de la ciudad no reparando en gastos, aún a costa de buscar créditos, o en el mejor de los casos buscando a algún familiar pudiente y desocupado que se haga cargo de estos gastos con la excusa de que es una muy buena inversión.

Jamás he creído en las escuelas de actores, ni en los talleres de literatura, ni en las autoescuelas de tauromaquia de vídeo, charlas y conferencia. El artista nace siéndolo, se hace en el campo, en capeas, en la dificultad y en el esfuerzo, escribiendo desde niño en soledad o interpretando en la feria de su pueblo; el arte nace, brota solo y hay que dejar que crezca en la vida, en el día a día y en el esfuerzo y el sudor callado.

Desgraciadamente esto se ha convertido como cuando el niño quería ser futbolista, o modelo; más allá del arte, más allá de las cualidades o los sacrificios y sinsabores, ya se va con la idea preconcebida de a ver si me puede comprar el cortijo, si me puede retirar o si me puede hacer ganar en vida social. No se mira al hijo, ni sus inquietudes, miedos o carencias, se mira en la mina de oro, en la salvación y la gloria...

Decía el Guerra, que ser torero es muy difícil; y ser figura, imposible. Sin embargo aun hay algo más difícil todavía: ser, o mejor, saber ser, PADRE de torero.

He conocido a varios de distintas profesiones, todas muy dignas, por lo general, casi ninguno eran aficionados, pero en cuanto el hijo dice que quiere ser torero se atreven y osan opinar delante de gente que no ha conocido más profesión que el toro, y llevan media vida en esto. Lo más grave es que sin tener ni puñetera idea quieren imponer su criterio; al hijo, al mentor, al ponedor, a la cuadrilla, al ganadero a la autoridad y a todo el que se ponga por delante. Se atreven a indicarle con que mano ha de torear, los terrenos más propicios, la ganadería que mejor se adapta a sus formas etc. etc. etc. En fin, a todo con el afán de guiarlo y realmente lo único que consiguen en la mayoría de los casos es perder el tiempo, aumentar las deudas y meter la pata.

Casi todos en el mejor de los casos terminan de “veedores o de humanizadores del riesgo”.

Pero ahora a esto se añade otro miembro más a la cuadrilla: LA MADRE.

La madre ya no se queda en casa como antaño, rezando y esperando la llamada del mozo de espadas haciéndole saber que ya ha terminado la corrida y deje de sufrir y pasar miedo.

Ahora la madre acude con las amigas al hotel, quiere ver como se viste el hijo de torero y además opina, si el añadido está muy alto, si el corbatín rojo que combina mejor con el traje y con el capote de paseo o si el fajín le hace barriga, y todo por presumir de hijo torero. No suficiente con esto, pretende hasta comer con el hijo y la cuadrilla y participar en todo lo del niño.

A la hora de la corrida, se pone sus “oros y su dosis de laca en el pelo” y se sienta en el tendido, si puede ser barrera, mejor, será la primera en ovacionar al niño, su pañuelo, el de las amigas y demás miembros de la familia serán los primeros que se vean en la plaza. Pero cuando sea otro el torero que este en la arena, abroncarán más que nadie y mostrarán su disconformidad ante los trofeos concedidos por el usía.

Y es que amigos lectores esto es lo que ya se ve demasiado en las plazas, la última incorporación a una cuadrilla: LA MADRE.

Todos conocemos el santuario que Doña Angustias tenía en el chalet de la calle Cervantes, en nuestra Córdoba, donde junto a sus hijas oraba mientras su hijo, el gran Manuel Rodríguez, Manolete, se jugaba la vida cada tarde.

Les aseguro que nadie vio jamás en los toros ni a Doña Angustias ni a la señora Gabriela, madre de los Gallos.

2 comentarios:

El Coronel dijo...

Totalmente de acuerdo con lo escrito y muy bien traida la foto del "periodista" padre Abellan, que no debemos olvidar que quiso o lo consiguió, liarse os...con Javier Villan en el Hotel Ercilla de Bilbao, porque no le habia gustado lo escrito sobre el niño y a mas a mas (que diria un catalan) tambien se lio a improperios en la plaza con un presidente por no concederle la oreja al niño.
Salud

Pacopi dijo...

Ya se sabe, Coronel, que los Kioskeros son gente pendenciera, si no que se lo pregunten a Malagueto con su amigo el enano, que tambien es Kioskero.
Un saludo