Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
El toreo, como cualquier otra disciplina, atrae a numerosos seguidores. En todos los tiempos y en todas las épocas la afición ha elegido a su líder. Los incondicionales de Ponce se han ido sumando a lo largo de estas dos décadas de toreo razonado y razonable hasta llegar a constituirse en una verdadera marea, a veces irracional, que no miran más allá de su simpatía por un joven chaval patilargo, langosto y con cara de horrado. El Poncismo, en consecuencia, y a estas alturas, más que una devoción es una religión.
Nadie puede negarle a Enrique Ponce su trayectoria. Nadie que medianamente no haya sentido el toreo como algo que nace desde la razón y se reparte al corazón. Lejos quedaron los tiempos de LOS TRES TENORES, Joselito (Pepito Arroyo), Ponce y Rivera Ordóñez. Pero fueron aquellos tiempos, casi una década, la que sirvió al de chiva para posicionarse como uno de los matadores de toros más inteligentes del pasado siglo. Pero el XXI no perdona. Este siglo que comenzó siendo un futurible tiempo del ocio (todo iba encaminado a la mejora social y personal del hombre), y que se ha convertido en un tiempo desesperante, por perdidas de identidad en todos los ordenes, no podía dejar impasible a La Tauromaquia, y enquistar en ella su mal económico. El vale todo para llevárselo calentito ha comenzado a pasar factura a las estructuras del toreo y nos sume en esta crisis identitaria de la que solo nos puede sacar, la verdad inmanente que aflora en la fiesta y que no es otra que la lucha entre la vida y la muerte.
Sepan que Ponce está entre esos toreros asentados en la comodidad del trono y del oficio adquirido y respetado por los Poncista, pero que por causa del inevitable paso del tiempo, cubre de herrumbre las neuronas y contamina las tuberías venosas con ese mal moderno al que llaman colesterol. Entonces Ponce se adocena, tira de oficio, y da la razón a aquellos que piensan que aún siendo un buen torero, no dice nada porque todas sus faenas son calco de sí mismas. El Poncismo, siempre negará la mayor. Los aficionados negarán la menor, pero lo cierto es que el valenciano, necesita de vez en cuando a alguien que le chille desde el tendido aquello de "ahora arrímate y ponte a torear".
No cabe duda que el País Valenciano tiene un referente en su torero y consecuentemente este año los fastos tienen el nombre de Enrique Ponce, tratándolo como se debe tratar a uno que ha paseado el mundo diciendo que es de Valencia y que ha dado tardes de gloria frente a los pitones de los toros por allá donde estos se corran.
En Valencia feria que comienza esta tarde así lo han tratado, como se merece, tres corridas de toros. La primera, día 16, para dirimir en un mano a mano cual es la cabeza mejor puesta del toreo, si Ponce o Juli, con toros de su común amigo Fernando Domecq. La segunda tarde, día 19, el día grande valenciano, para ratificar hegemonía, y la última en un potpurrí de toreros y toros que más que gloriosa podría ser una limpieza de corrales, o un tributado homenaje de la profesión a un torero que por muchos motivos, entre ellos la exigencia del aficionado, debería decir adiós.
El resto de la feria solo se soporta con un cartel rematado como es el de Aparicio, Morante y Cayetano, y cositas sueltas con interés, por ejemplo: Los adolfos y José Luis Moreno, el mejicano Macías, Fuente Ymbro, y Daniel Luque, torero que apuesta fuerte esta temporada y al que le veremos su capacidad pulmonar. ¡La suerte está echada!
Por cierto, Valencia también puede vivir sin Tomás.
1 comentario:
Acertado artículo Agustín,
Únicamente un apunte.
Para mi el poncismo es una manera de entender la Fiesta, una forma de torear con la que no estoy de acuerdo ni resulta de mi máximo interés. NO creo que el Poncismo sea una legión de seguidores del torero, de hecho creo que, siendo una de las máximas figuras de la actualidad, no desplaza prácticamete aficionados para verle torear por la geografía taurina. Creo que es más de aficionado local, del aficionado que acude a las Ferias ubicadas en las Fiestas patronales de tal o cual ciudad.
En cualquier caso, vaya desde aquí mi reconocimiento por estos 20 años de alternativa.
Un saludo
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