Cañaveralejo vuelve a sus legítimos dueños Un litigio con muchos años puede darse por terminado el próximo miércoles, si no hay imprevistos de última hora. Las partes acordaron la entrega de la plaza por parte de la Fundación a sus legítimos dueños la Sociedad, después de los malos resultados tanto taurinos como económicos.
Se da por terminado el contrato de arrendamiento del inmueble a partir del 15 de enero de 2.011.
La próxima temporada la seguirá organizando la Fundación hasta su término,." lo que le permitiría a la Sociedad recuperar lo que es suyo”, sostuvo Eduardo Fernández de Soto, miembro de la Sociedad Anónima. El próximo miércoles, se formalizaría el acuerdo para la terminación del contrato en cuestión. La Fundación ha usufructuado durante más de quince años la feria taurina gracias a un contrato de arrendamiento de la plaza de toros y con este acuerdo terminaría en la temporada venidera, es decir, la del 2010-2011. “Ya hay un documento firmado por gente de la Fundación, entre ellos, el doctor Eduardo Estela y doña Venus Zarzur de Castro, en el que avalan el acuerdo. Lo único que falta es formalizarlo”, explicó Mario Paz, miembro de la Sociedad Anónima y quien estuvo en la asamblea de ayer, al igual que Eduardo Fernández de Soto. Apenas firmen la terminación del contrato, se hablará sobre el pago de cerca de $1.200 millones que le adeuda la Fundación a la Sociedad. El próximo miércoles, a las 12:00 del mediodía, continuará la asamblea de la Sociedad Anónima y ese día se dará por terminado de manera inmediata el contrato de arrendamiento.
Por fin se acabarán de una vez por todas los exabruptos que se hicieron presentes durante estas casi dos décadas, atropellos a la prensa que no comulgaba con sus decisiones, atropello a los aficionados, hasta el punto de que muchos de ellos se retiraron a sus cuarteles de invierno para no regresar jamás.
La labor que le espera a la Sociedad Plaza de Toros de Cali es muy difícil, pero no imposible, ya que sus directivos son personas honestas, con gran capacidad empresarial y dignos representantes de la verdadera afición caleña.
Este mal no podía durar cien años, como dice el adagio popular. Y si hubo médico que lo curara.
Por Rubén Darío Echeverri
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