MARTIRES Y VERDUGOS
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Hace unos días que acabo de terminar un curso sobre Bienestar Animal en el Transporte. ¡Qué quieren que les diga, me gustan los animales y procuro su bien! Muchas cosas he aprendido relativas a los animales y a sus costumbres, y les puedo asegurar que de todo lo que se sabe sobre ellos, y es bastante, no he encontrado ni un argumento que les libere de morir en el matadero para luego satisfacer nuestras panzas. La naturaleza de algunos animales es esa. La naturaleza del toro bravo es el combate. ¿Y la naturaleza del hombre? ¿Cual es la naturaleza del hombre? Sin duda, para bien o para mal, la de sobrevivir en lo alto de la pirámide.
Bélgica es el país europeo de donde parte toda la filosofía animalista, pero los belgas también comen carne… y los catalanes. Verán, en Cataluña uno de los platos exquisitos es el cabrito, ¡y doy fe que lo ponen bien en sus distintas variedades! Málaga es la provincia europea que más cabritos censa y vende para consumo, sin embargo en Málaga no tenemos la cultura del cabrito y lo comemos poco. Los cabreros los venden en Cataluña. Los belgas también tienen alta producción de cabritos y de igual modo encuentran su mercado en Cataluña a donde llegan, los sacrifican y se comercializan. Pero en Bélgica tienen un problema de fiebre aftosa de pronóstico reservado, de manera que los catalanes no consumen y los belgas matan los cabritos como Herodes mató a los inocentes, a sangre fría y a las hogueras… no digo nada más que lo que sé, no pretendo sacar una conclusión de esto.
Lo he dicho y escrito. Soy español y me gustan los toros de muerte. Acepto pues mi identidad y trato de defenderla. Alguna vez me dijo algún catedrático, piropeándome, supongo, que era buena persona pero que tenía un defecto muy gordo, que me gustaban los toros. Y es que en la naturaleza del ser humano no está el ser perfectos, pero sí tender a la perfección, cosa que en la animal es imposible. De manera que no deberíamos ser nosotros los que debiéramos hacer subir un escalón a ciertos animales. Sé que en la naturaleza humana habita la crueldad, con nuestra especie y con nuestro entorno, de manera que uno de nuestros peldaños a la perfección bien podría ser que en respetando lo natural de cada ser, no obremos sobre ellos con crueldad y ensañamiento.
Soy humano, y debo confesar que me siento superior a los animales que admiro y venero, pero sepan que aunque estén por debajo de mi, mis mayores me enseñaron a cuidar de ellos, porque ellos me ayudan en mi devenir, incluidas mis aficiones. Fue mi padre el que me indujo una filosofía de vida y un respeto a los animales incluido el toro bravo. Fue mi padre el que aplicando su filosofía de vida me enseñó a no comer, si antes no lo habían hecho los animales que nos ayudaban a vivir.
Sigo con interés, ¡como no! lo que se está diciendo en el Parlamento Catalán, y debo confesar que algunos argumentos de taurinos, protaurinos y antitaurinos, me provocan vergüenza ajena. Los taurinos porque no saben defender lo suyo. Los protaurinos porque, algunos, repito, algunos, emplean argumentos insostenibles, casi del mismo tamaño que los que emplean los anti, que equivocándose de bando, confunden y asocian naturalezas incorrectamente. Por ejemplo: el dolor y el sufrimiento.
Puedo creerme lo de las metaendorfinas que segrega el toro durante la lucha para anestesiar el dolor, y sin embargo ese argumento no justifica el combate. Luego admitamos el dolor en los animales pues es cosa evidente que lo padecen. Sin embargo los animales no sufren. La capacidad de sufrimiento solo la tenemos los humanos pues en nuestra naturaleza está somatizar y si me apuran, recrearnos en el dolor físico y emocional, y como consecuencia, el sufrimiento.
Puedo entender que se argumente que el toro desaparecería, como las dehesas, si se cierran las plazas. Sin embargo sabemos la incorrección de estas afirmaciones, pues la dehesa de no estar poblada por toros, lo estaría por gorrinos, como ocurre en la inmensa mayoría de las de Extremadura, o las muchas de Salamanca. Y el toro, incluso con la colaboración de Pepito Arroyo, está casi desaparecido en lo que a encastes se refiere, pues solo se lidia en un porcentaje abusivo, el de Vistahermosa. De manera que se abrirían reservas para safaris fotográficos.
Se pueden ofrecer todos los argumentos que queramos para la defensa de las corridas de toros, que otros rebatirán quizás sin respeto y con trato de criminales. Vanos esfuerzos pues. Pero sí hay un argumento irrefutable para mí, y para los seres humanos que aceptamos y admiramos nuestra naturaleza, es el de la libertad de poder decir, y defender, que soy español y me gustan los toros de muerte. No las corridas descafeinadas con indultos, no. Las corridas que tienen picadores donde los toros bravos miden su bravura, las corridas donde se ponen banderillas para reafirmar la condición del toro, y las corridas donde un hombre tome una espada y previos pases, lo más artísticos posibles, mate al toro por arriba. En eso creo. ¡A qué tener miedo entonces!
El Parlamento Catalán, a mi juicio, pierde el tiempo en tratar este tema. Hubiera sido mejor dedicarlo a los retrasos del Tribunal Constitucional con respecto al pronunciamiento sobre el Estatuto Catalán, o a asuntos paliativos contra el paro y la crisis, o a condenar a ese “chulo” que tienen por presidente los venezolanos por tratarnos con irreverencia. Léase “chulo” en términos taurinos, ¡por favor! Y aún así respeto la decisión de tratar este tema, pues afirmo que los representantes del pueblo catalán tienen soberanía para hacerlo.
Es plausible la ocasión que ha dado el Parlamento Catalán de oír, antes de emitir voto, a las partes del conflicto. Y sin embargo ¡cuanto cinismo encierra la oportunidad! ¡Cuanta trampa! No les basta con haber aceptado a trámite la ILP (Iniciativa Legislativa Popular), sino que para regodearse de las miserias taurinas invitan, como ejercicio de autenticidad democrática, a personajes varios, unos para incidir en las heridas de las cuales otros no saben defenderse, y otros para defender in extremis lo que en conciencia no han sabido defender ni durante este proceso, ni durante su existencia como profesionales o fieles u ocasionales espectadores.
No teníamos necesidad de aceptar la invitación para explicar lo inexplicable. No teníamos necesidad de ser los mártires de tan procelosos verdugos. No teníamos que ir a Cataluña para defendernos de nada. No teníamos que darle la oportunidad a nadie para salvarnos la vida, o ejecutarnos. ¡No y mil veces no!
Solo aquellos cuyas conciencias se presumen sucias aceptan un juego tan vil. Así me ha parecido veros, como culpables de mantener una fiesta con trampas. Así os habéis presentado ante el pueblo catalán, con vuestras conciencias confundidas.
¿Tan necios sois que no entendéis que lo que se ama tiene más fuerza que lo que se quiere destruir? ¿Tan cobardes sois que no sois capaces de dejaros matar para luego resucitar?
No será en vano este Cáliz que se nos está haciendo pasar si el momento nos sirve para redimirnos y mejorar.
No adjuremos de lo que somos, pues lo que somos es parte de una filosofía de vida. Soy español y me gustan los toros de muerte. Podréis impedirme que vaya a ver espectáculos con toros… y yo proclamaré mi afición a ellos. ¿Acaso me vais a crucificar? Y si lo hacéis sabed porqué lo hacéis, porque ya más no podéis hacer.
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Hace unos días que acabo de terminar un curso sobre Bienestar Animal en el Transporte. ¡Qué quieren que les diga, me gustan los animales y procuro su bien! Muchas cosas he aprendido relativas a los animales y a sus costumbres, y les puedo asegurar que de todo lo que se sabe sobre ellos, y es bastante, no he encontrado ni un argumento que les libere de morir en el matadero para luego satisfacer nuestras panzas. La naturaleza de algunos animales es esa. La naturaleza del toro bravo es el combate. ¿Y la naturaleza del hombre? ¿Cual es la naturaleza del hombre? Sin duda, para bien o para mal, la de sobrevivir en lo alto de la pirámide.
Bélgica es el país europeo de donde parte toda la filosofía animalista, pero los belgas también comen carne… y los catalanes. Verán, en Cataluña uno de los platos exquisitos es el cabrito, ¡y doy fe que lo ponen bien en sus distintas variedades! Málaga es la provincia europea que más cabritos censa y vende para consumo, sin embargo en Málaga no tenemos la cultura del cabrito y lo comemos poco. Los cabreros los venden en Cataluña. Los belgas también tienen alta producción de cabritos y de igual modo encuentran su mercado en Cataluña a donde llegan, los sacrifican y se comercializan. Pero en Bélgica tienen un problema de fiebre aftosa de pronóstico reservado, de manera que los catalanes no consumen y los belgas matan los cabritos como Herodes mató a los inocentes, a sangre fría y a las hogueras… no digo nada más que lo que sé, no pretendo sacar una conclusión de esto.
Lo he dicho y escrito. Soy español y me gustan los toros de muerte. Acepto pues mi identidad y trato de defenderla. Alguna vez me dijo algún catedrático, piropeándome, supongo, que era buena persona pero que tenía un defecto muy gordo, que me gustaban los toros. Y es que en la naturaleza del ser humano no está el ser perfectos, pero sí tender a la perfección, cosa que en la animal es imposible. De manera que no deberíamos ser nosotros los que debiéramos hacer subir un escalón a ciertos animales. Sé que en la naturaleza humana habita la crueldad, con nuestra especie y con nuestro entorno, de manera que uno de nuestros peldaños a la perfección bien podría ser que en respetando lo natural de cada ser, no obremos sobre ellos con crueldad y ensañamiento.
Soy humano, y debo confesar que me siento superior a los animales que admiro y venero, pero sepan que aunque estén por debajo de mi, mis mayores me enseñaron a cuidar de ellos, porque ellos me ayudan en mi devenir, incluidas mis aficiones. Fue mi padre el que me indujo una filosofía de vida y un respeto a los animales incluido el toro bravo. Fue mi padre el que aplicando su filosofía de vida me enseñó a no comer, si antes no lo habían hecho los animales que nos ayudaban a vivir.
Sigo con interés, ¡como no! lo que se está diciendo en el Parlamento Catalán, y debo confesar que algunos argumentos de taurinos, protaurinos y antitaurinos, me provocan vergüenza ajena. Los taurinos porque no saben defender lo suyo. Los protaurinos porque, algunos, repito, algunos, emplean argumentos insostenibles, casi del mismo tamaño que los que emplean los anti, que equivocándose de bando, confunden y asocian naturalezas incorrectamente. Por ejemplo: el dolor y el sufrimiento.
Puedo creerme lo de las metaendorfinas que segrega el toro durante la lucha para anestesiar el dolor, y sin embargo ese argumento no justifica el combate. Luego admitamos el dolor en los animales pues es cosa evidente que lo padecen. Sin embargo los animales no sufren. La capacidad de sufrimiento solo la tenemos los humanos pues en nuestra naturaleza está somatizar y si me apuran, recrearnos en el dolor físico y emocional, y como consecuencia, el sufrimiento.
Puedo entender que se argumente que el toro desaparecería, como las dehesas, si se cierran las plazas. Sin embargo sabemos la incorrección de estas afirmaciones, pues la dehesa de no estar poblada por toros, lo estaría por gorrinos, como ocurre en la inmensa mayoría de las de Extremadura, o las muchas de Salamanca. Y el toro, incluso con la colaboración de Pepito Arroyo, está casi desaparecido en lo que a encastes se refiere, pues solo se lidia en un porcentaje abusivo, el de Vistahermosa. De manera que se abrirían reservas para safaris fotográficos.
Se pueden ofrecer todos los argumentos que queramos para la defensa de las corridas de toros, que otros rebatirán quizás sin respeto y con trato de criminales. Vanos esfuerzos pues. Pero sí hay un argumento irrefutable para mí, y para los seres humanos que aceptamos y admiramos nuestra naturaleza, es el de la libertad de poder decir, y defender, que soy español y me gustan los toros de muerte. No las corridas descafeinadas con indultos, no. Las corridas que tienen picadores donde los toros bravos miden su bravura, las corridas donde se ponen banderillas para reafirmar la condición del toro, y las corridas donde un hombre tome una espada y previos pases, lo más artísticos posibles, mate al toro por arriba. En eso creo. ¡A qué tener miedo entonces!
El Parlamento Catalán, a mi juicio, pierde el tiempo en tratar este tema. Hubiera sido mejor dedicarlo a los retrasos del Tribunal Constitucional con respecto al pronunciamiento sobre el Estatuto Catalán, o a asuntos paliativos contra el paro y la crisis, o a condenar a ese “chulo” que tienen por presidente los venezolanos por tratarnos con irreverencia. Léase “chulo” en términos taurinos, ¡por favor! Y aún así respeto la decisión de tratar este tema, pues afirmo que los representantes del pueblo catalán tienen soberanía para hacerlo.
Es plausible la ocasión que ha dado el Parlamento Catalán de oír, antes de emitir voto, a las partes del conflicto. Y sin embargo ¡cuanto cinismo encierra la oportunidad! ¡Cuanta trampa! No les basta con haber aceptado a trámite la ILP (Iniciativa Legislativa Popular), sino que para regodearse de las miserias taurinas invitan, como ejercicio de autenticidad democrática, a personajes varios, unos para incidir en las heridas de las cuales otros no saben defenderse, y otros para defender in extremis lo que en conciencia no han sabido defender ni durante este proceso, ni durante su existencia como profesionales o fieles u ocasionales espectadores.
No teníamos necesidad de aceptar la invitación para explicar lo inexplicable. No teníamos necesidad de ser los mártires de tan procelosos verdugos. No teníamos que ir a Cataluña para defendernos de nada. No teníamos que darle la oportunidad a nadie para salvarnos la vida, o ejecutarnos. ¡No y mil veces no!
Solo aquellos cuyas conciencias se presumen sucias aceptan un juego tan vil. Así me ha parecido veros, como culpables de mantener una fiesta con trampas. Así os habéis presentado ante el pueblo catalán, con vuestras conciencias confundidas.
¿Tan necios sois que no entendéis que lo que se ama tiene más fuerza que lo que se quiere destruir? ¿Tan cobardes sois que no sois capaces de dejaros matar para luego resucitar?
No será en vano este Cáliz que se nos está haciendo pasar si el momento nos sirve para redimirnos y mejorar.
No adjuremos de lo que somos, pues lo que somos es parte de una filosofía de vida. Soy español y me gustan los toros de muerte. Podréis impedirme que vaya a ver espectáculos con toros… y yo proclamaré mi afición a ellos. ¿Acaso me vais a crucificar? Y si lo hacéis sabed porqué lo hacéis, porque ya más no podéis hacer.
6 comentarios:
Toda la razón del mundo.
Suscribo rotundamente todo lo que ha expresado en su artículo.Enhorabuena.
Excelente comentario y defensa a la fiesta brava. Maestro...mis respetos, arrojo mi sombrero a sus pies. Esta es una verdadera defensa a lo que nos gusta y que algunos nos quieren quitar.
Enhorabuea Agustin , excelente articulo y planteamiento.
Si quieren que me crucifiquen a mi tambien.
Salud
Como siempre Agustín esa es la verdadera reflexión. Yo contigo y el coronel tambien a la cruz.
Un abrazo
Pepe Pastor
Me dan pena pobres animales, pero hay que admitir que la corrida de toros es una tradición a nivel nacional y forma parte del patrimonio cultural de España, así que no pueden olvidar sus raises.
No soy tan categórica en este problema, como el autor. Me gustaría que la tradición se conserve, pero en una forma "más humana", o sea que siga el espectáculo, pero que sea, como dijo el autor, descafeinado - sin matar al toro.
Soy extranjera, he asistido a dos tipos de corridas:una - en Barcelona, que se acabó con matar al toro, y otra en el Perú - donde las autoridades trajeron las vacas bravas para divertir a la gente. Allí no mataron a ningún animalito, pero todos estaban muy contentos por asistir al espectáculo.
Gracias
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