Curro Díaz y José Cisneros
Curro Díaz al natural
José Cisneros haciendo gala del toreo moderno. ¡Picooo! y poca bragueta.
Curro Díaz al natural
José Cisneros haciendo gala del toreo moderno. ¡Picooo! y poca bragueta.
Cisneros ayudándose.
La verdad querido amigo es que viéndote uno comprende porqué los toreros tienen figura estilizada. No tienen que preservar la panza, y hacer gala de culo. Aunque también los hay.
Siempre he sido de la opinión que para sentirse torero hay que entablar un romance con el toro cuando se está delante de él, que no es necesario estar anunciado en un cartel ni esta magia deba producirse necesariamente en una plaza de toros, sino que este embrujo se experimenta solo con el hecho de amar al toro y formar parte de él cuando se está toreando como si de una danza acompañada de música se tratara, una música sorda que solamente el que está delante de la res escucha y va dejándose llevar acompañando y marcando con equilibrio la embestida del noble animal al igual que un director de orquesta marca los tiempos del compás en una obra musical, no en vano el toreo no es otra cosa que la creación de una obra de arte a la que podemos comparar con la música, una obra la cual se compone de ritmo, cadencia, compás y, sobre todo sentimiento. Porque al toro hay que quererlo y respetarlo, aunque solo sea por el hecho como bien dice el maestro Esplá de que: “El toro es el único animal que muere con arrogancia, que no espera asustado la muerte".
De esta manera he visto esta semana torear a Curro Díaz en el campo, porque si majestuosa resulta la tauromaquia que interpreta Curro en la plaza, en la soledad de una dehesa les puedo asegurar que aún resulta más bella la interpretación de su toreo, un toreo de paladar artístico que llegó a cautivar y emocionar a los allí presentes y, es que contemplar a un matador de toros de la categoría de Curro Díaz en una faena campera como es la tienta y escuchar sus pensamientos en voz alta es algo difícil de narrar, yo diría que imposible.
En esta ocasión se tentaron tres becerras y se probaron dos erales para sementales, su procedencia Núñez del Cuvillo. Vimos a un Curro Díaz que aunque distinto en su planteamiento a como realiza una faena en una plaza de toros, los novillos tentados se sometieron fielmente a la prueba de bravura frente al caballo montado por el picador Santiago Sánchez dejando constancia de su procedencia, buen galope, cara abajo y metiendo los riñones en su intento de derribar al equino. Seguidamente y tras haberse sometido a la tradicional prueba del caballo, el maestro Curro fue templando el envite de los novillos hasta conseguir que fueran a más en cada embestida, interpretando una sinfonía lenta, cadenciosa, cargando la suerte acompañando con la cintura y alargando la embestida de la res hasta convertir cada muletazo en un pase eterno.
Esto no se aprende en ninguna escuela taurina, nunca he sido muy partidario de estas, pero después de lo visto en el campo me cuesta creer en ellas. Recuerdo la clase magistral que Curro ofreció a los chavales de las escuelas taurinas el pasado 9 de noviembre en Linares, toda una lección para los noveles y un público embelesado mientras Curro interpretaba sobre la plomiza arena del coso una bella sinfonía, eso sí es crear escuela. En cambio los resultados obtenidos hasta el momento de estas “fabricas” de intentar hacer toreros está siendo más bien pobre en resultados, presentan a las finales a los de más puntuación de cada ciclo, pero esto no significa que sean los mejores, algunos decepcionan hasta el aburrimiento pero observen en la mayoría de los casos por quien son llevados y aconsejados, vamos; a quienes llevan por padrinos para entendernos todos.
Y es que la pasión, el arrojo y el romanticismo no se aprenden en una escuela taurina, mucho menos la entrega con la que hay que contar para ser torero, buen ejemplo de ello es la tauromaquia desarrollada por el maestro Curro Díaz.
En una tertulia comentaba Curro sus comienzos acudiendo a la plaza de toros de Linares a ver entrenar a José Fuentes y era incapaz de torear en su presencia ¡que respeto se les tenía a los maestros!, grandes figuras del toreo de los que se aprendía viéndoles torear tanto de salón como en el campo, después solo; intentaba emular lo contemplado, siendo esta y la oportunidad en los tentaderos llevándolo su padre la única escuela existente.
De esta maravillosa tarde en el campo nos llevamos como siempre la amabilidad y atenciones tanto del ganadero D. Íñigo Garzón como de su mayoral Luís Morcillo, pero especialmente en esta ocasión me llevo en mi recuerdo unas palabras llenas de emotividad de quien si es buen torero aún es mejor persona y, que entre otras cosas me dejó constancia de considerarse mi padrino en el campo, un gran honor que llevaré con orgullo viniendo de este gran torero y, es que tras la tienta de los erales pueden imaginarse la clase que tuvieron y la faena que les realizó el diestro, dejando a los nobles y bravos animales con una templanza y una suavidad en la embestida que hasta un bisoño como el que les escribe pudo tocar esa tarde la gloria con los dedos. Gracias padrino.
Quisiera dedicarle esta gran tarde vivida a un buen amigo con el que comparto “peleas” pro y anti taurinas y decirle que yo prefiero aunque sea perdiendo horas de sueño muy necesarias que se me inunde el alma de pases soñados y se me llene el corazón de la MAGIA DEL TOREO. Aunque soy consciente que jamás puedas comprenderlo, un abrazo Enrique.
La verdad querido amigo es que viéndote uno comprende porqué los toreros tienen figura estilizada. No tienen que preservar la panza, y hacer gala de culo. Aunque también los hay.
LA MAGIA DEL TOREO
Por José Cisneros
Siempre he sido de la opinión que para sentirse torero hay que entablar un romance con el toro cuando se está delante de él, que no es necesario estar anunciado en un cartel ni esta magia deba producirse necesariamente en una plaza de toros, sino que este embrujo se experimenta solo con el hecho de amar al toro y formar parte de él cuando se está toreando como si de una danza acompañada de música se tratara, una música sorda que solamente el que está delante de la res escucha y va dejándose llevar acompañando y marcando con equilibrio la embestida del noble animal al igual que un director de orquesta marca los tiempos del compás en una obra musical, no en vano el toreo no es otra cosa que la creación de una obra de arte a la que podemos comparar con la música, una obra la cual se compone de ritmo, cadencia, compás y, sobre todo sentimiento. Porque al toro hay que quererlo y respetarlo, aunque solo sea por el hecho como bien dice el maestro Esplá de que: “El toro es el único animal que muere con arrogancia, que no espera asustado la muerte".
De esta manera he visto esta semana torear a Curro Díaz en el campo, porque si majestuosa resulta la tauromaquia que interpreta Curro en la plaza, en la soledad de una dehesa les puedo asegurar que aún resulta más bella la interpretación de su toreo, un toreo de paladar artístico que llegó a cautivar y emocionar a los allí presentes y, es que contemplar a un matador de toros de la categoría de Curro Díaz en una faena campera como es la tienta y escuchar sus pensamientos en voz alta es algo difícil de narrar, yo diría que imposible.
En esta ocasión se tentaron tres becerras y se probaron dos erales para sementales, su procedencia Núñez del Cuvillo. Vimos a un Curro Díaz que aunque distinto en su planteamiento a como realiza una faena en una plaza de toros, los novillos tentados se sometieron fielmente a la prueba de bravura frente al caballo montado por el picador Santiago Sánchez dejando constancia de su procedencia, buen galope, cara abajo y metiendo los riñones en su intento de derribar al equino. Seguidamente y tras haberse sometido a la tradicional prueba del caballo, el maestro Curro fue templando el envite de los novillos hasta conseguir que fueran a más en cada embestida, interpretando una sinfonía lenta, cadenciosa, cargando la suerte acompañando con la cintura y alargando la embestida de la res hasta convertir cada muletazo en un pase eterno.
Esto no se aprende en ninguna escuela taurina, nunca he sido muy partidario de estas, pero después de lo visto en el campo me cuesta creer en ellas. Recuerdo la clase magistral que Curro ofreció a los chavales de las escuelas taurinas el pasado 9 de noviembre en Linares, toda una lección para los noveles y un público embelesado mientras Curro interpretaba sobre la plomiza arena del coso una bella sinfonía, eso sí es crear escuela. En cambio los resultados obtenidos hasta el momento de estas “fabricas” de intentar hacer toreros está siendo más bien pobre en resultados, presentan a las finales a los de más puntuación de cada ciclo, pero esto no significa que sean los mejores, algunos decepcionan hasta el aburrimiento pero observen en la mayoría de los casos por quien son llevados y aconsejados, vamos; a quienes llevan por padrinos para entendernos todos.
Y es que la pasión, el arrojo y el romanticismo no se aprenden en una escuela taurina, mucho menos la entrega con la que hay que contar para ser torero, buen ejemplo de ello es la tauromaquia desarrollada por el maestro Curro Díaz.
En una tertulia comentaba Curro sus comienzos acudiendo a la plaza de toros de Linares a ver entrenar a José Fuentes y era incapaz de torear en su presencia ¡que respeto se les tenía a los maestros!, grandes figuras del toreo de los que se aprendía viéndoles torear tanto de salón como en el campo, después solo; intentaba emular lo contemplado, siendo esta y la oportunidad en los tentaderos llevándolo su padre la única escuela existente.
De esta maravillosa tarde en el campo nos llevamos como siempre la amabilidad y atenciones tanto del ganadero D. Íñigo Garzón como de su mayoral Luís Morcillo, pero especialmente en esta ocasión me llevo en mi recuerdo unas palabras llenas de emotividad de quien si es buen torero aún es mejor persona y, que entre otras cosas me dejó constancia de considerarse mi padrino en el campo, un gran honor que llevaré con orgullo viniendo de este gran torero y, es que tras la tienta de los erales pueden imaginarse la clase que tuvieron y la faena que les realizó el diestro, dejando a los nobles y bravos animales con una templanza y una suavidad en la embestida que hasta un bisoño como el que les escribe pudo tocar esa tarde la gloria con los dedos. Gracias padrino.
Quisiera dedicarle esta gran tarde vivida a un buen amigo con el que comparto “peleas” pro y anti taurinas y decirle que yo prefiero aunque sea perdiendo horas de sueño muy necesarias que se me inunde el alma de pases soñados y se me llene el corazón de la MAGIA DEL TOREO. Aunque soy consciente que jamás puedas comprenderlo, un abrazo Enrique.
Nota del editor:¡Gracias por aceptar la bromita!
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