EL TEMPLE.
El vocablo se las “trae”; porque bien es cierto, que el mismo se aplica con una frivolidad y una falta de conocimiento, que sinceramente, - no es que me sorprenda a estas alturas - . Pero, lo que fue verdadera obsesión para los “Padres de la Tauromaquia” y búsqueda constante entre críticos y comentaristas; el temple parece ser algo, que consiguen a la perfección los toreros cada tarde. Cuentan los que le vieron torear, que fue Belmonte quien lo descubrió, y quien comenzó a intuir con base técnica, el sentimiento templado del toreo, adaptándose y resolviendo este principio imponiéndose y dominando previamente al toro. Si recapitulamos sobre la trilogía –parar, templar y mandar - .Por el temple, se manda, por el mando, es posible no moverse -.Si somos capaces de observar esto una tarde (aparte del milagro) veremos como surge sencilla y fluidamente el quehacer del torero, que realiza un toreo en perfecta concordancia, con la característica esencial de acoplamiento al animal, su ritmo, su repetición, su distancia, su desengaño y convencimiento etc. Evidentemente, el “trianero” se adapto al toro de su época, para conseguir la gracia del temple con criterio técnico.Pero ya digo, que hace unos cuantos años, se viene invocando la palabra temple, incluso por muchos toreros que nunca han templado, otros lo han concebido tan mal, que no se han sonrojado a la hora, de considerar que el esteticismo, y el toreo que se aplica hoy a toros, en la más triste y agónica flojera, sea considerada, facultad y capacidad para templar, confundidos por la característica de un toro que, según sale por toriles, exige suavidad, pues carece de casta y codicia, con lo cual en el ultimo tercio, se debe ir cuidando y mimando su limitada resistencia, teniendo que torear con la mano excesivamente alta con el fin de acompañar y prolongar sus embestidas, por ello la esencia natural del temple, queda reducida, con el consiguiente contrasentido, de que no hace falta, mandar y dominar a la res, con el fin de ir pulsando y domeñando su embestida hasta que un torero de valor y capaz, temple y lleve toreado al animal en su distancia y, velocidad que lleve como suya, sin excluir aquella que pueda imponer en su trayectoria el torero al dictado de su muleta. Pero si el tipo de temple, es el que se impone y se alaba hoy. Pues, vale.
-Fermín González- comentarista onda cero radio-
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