PETARDO DE CONDE Y DEPRAVACIÓN ENCIMISTA

PETARDO DE CONDE Y DEPRAVACIÓN ENCIMISTA
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

SEVILLA 08. Toros de Torrealta desiguales de presentación y de desigual juego. Javier Conde, silencio y pitos; Sebastián Castella, aplausos y silencio; Alejandro Talavante, silencio en ambos.

El malagueño Javier Conde estaba anunciado en la feria de Abril de Sevilla, sin embargo es como si no hubiera estado. Por no estar, no estaba ni en sí mismo, y era tal la altura que se esperaba que, que ni altura, ni estado, ni espera, ni vida, porque "tan alta vida espero, que muero porque no muero"
En realidad no hay explicación racional a lo de esta tarde. Digo racional porque a lo mejor espiritual si la hay: pongamos por caso torear con mucha presión, yo que sé, hasta si quieren, presión familiar... bueno, como sea, pero que Conde no ha dado un muletazo al mejor lote de la corrida, qué digo, de la feria vista hasta ahora.
Es tiempo, para este torero, de una reflexión profunda, primero porque con actitudes como la de hoy es muy difícil justificar la pasión que algunos aficionados, ya muchos menos, tienen por este torero, al que sin duda, le profesan un gran cariño. Y después en lo personal, pues hay que tener muy claro que es lo que un torero como él quiere llegar a ser en la tauromaquia: ¿Un torero modernista que toreó con una muleta blanca?. ¿Un torero de sentimiento que si no se inspira no torea?. (¿Desde cuando no se inspira Javier?); O un torero incapaz de escribir una, tan siquiera, aseada página en la historia taurina, porque anda perdido entre las musarañas de la bagatela. El decide si quiere estar dentro o fuera de esto, pero estar por estar, mejor que no.

Sostengo desde hace mucho tiempo y lo defendí en la época de Paco Ojeda y los principios de Jesulín, que el toreo encimista no es toreo. ¡Figúrense, qué anatema, habiendo llegado a dónde llegaron estos toreros! Y hoy en día lo sigo manteniendo, y además añado que las distancias cortas, depende para lo que sea, pero para el noble arte de lidiar toros, son para los toros y los toreros malos. En la distancia corta, está el alivio y el punto ciego de la visión del toro. En la distancia larga arrolla el tren si no se tiene una muleta capaz de desviarlo. Talavante ha dado la sensación en Sevilla de estar rico y además de querer hacernos tragar que el toro no iba. El toro iba, pero a un toro no se le puede tratar de la manera que El Tala lo trató. En corto y con mantazos. Así terminó aburriéndose. Pero si malo fue lo del sexto, lo del tercero fue de pésame. Ni un muletazo limpio. Bueno, de la primera tanda con la izquierda, de cuatro muletazos, tres enganchados, y así sucesivamente durante toda la faena. Mal con la espada este muchacho.

A Castella no le hubiera importado hace dos años, cual era el tipo de toro que hay que lidiar en Sevilla. Sólo le hubiera importado jugarse la vida para ser alguien en esto. Este como es otro torero, joven, rico antes de tiempo, soberbio y con algunas tripas sucias, ya quiere mandar en esto cuando en realidad no tiene capacidad de mando. A deducir por las palabras que le dijo a los de Digital Plus, (los calentones no son buenos), la culpa de que él no hubiera estado bien, era porque la autoridad competente en Sevilla, para sacar esta corrida, muy desigual por cierto, tuvo que rechazar catorce toros. Ahora entiendo porqué algunos toros parecían novillos. No quiero imaginar si la autoridad hubiera dejado campo libre a los taurinitos lo que hubiera salido por chiqueros. Castella, hace un par de años se hubiera comido con patatas fritas a la souflé, el quinto toro que no era más que un incómodo bravucón, y se hubiera montado encima del segundo toro que lo único malo que tenía era que embestía sin voluntad de hacerlo. Ya decía el refrán que en boca cerrada no entran moscas, pero claro, cómo Castella es francés, pues no debe saber lo que significa eso.

Estos dos toreritos deberían dejarse en el hotel mucha miasma que llevan colgada, y salir al ruedo, a jugarse la vida, como lo hicieron en años anteriores, y seguir ganando cartel.

La corrida, toreable, no fue un dechado de virtudes, pero tampoco fue de la estirpe del Barrabás. Desigual de presentación, ya sabemos las razones, y desigual de juego. Noble el 1º, manejable el 2º, descastado el 3º, encastado el 4º, bravucón que se raja el 5º y el 6º bueno. El tercero un novillo de presencia y el sexto otro que se tapó por la cara.

¡Aquí paz y allí gloría!