NO ES REJONEO. ES UN CIRCO.
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Por Agustín Hervás
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SEVILLA 08. Domingo de farolillos. Rejones. Toros de Benítez Cubero, parados. Antonio Domecq, ovación; Martín Burgos, ovación; Andy Cartagena, oreja; Álvaro Montes, vuelta; Diego Ventura, dos orejas; Leonardo Hernández, ovación.
El triunfador de la tarde no es un rejoneador al uso. Es un malabarista a caballo que enseña a su caballo a morder como número principal de su pieza. En realidad toda la corrida de rejones en Sevilla, un domingo por la mañana, es un circo. Mucho caballo por fuera de la plaza, mucho caballo por el ruedo, mucho galope, poco compás, mucha algarabía, y mucho gentío festivo, de ese que cumple con la corrida, seguramente porque le han regalado la entrada, y por la tarde, a hartarse de feria. Total un circo. El rejoneo es más serio. El rejoneo es un arte a caballo, que los guiris y otros indocumentados asimilan a una disciplina deportiva, cuando en realidad es una forma de vida en sí misma pues nace, en contra de lo que parece, de las raíces del campo y que practican los hombres que bregan diariamente con el toro y que se sirven del caballo para complementar su oficio. Luego fue el señorito el que puso rejones pues no era cosa de que el gañan se llevara los aplausos, hasta que en esto llegó Vidrié, y mandó parar, para poner la cosa donde debía estar. Se basa el ilustre arte del rejoneo a caballo en tres bases fundamentales: Doma exquisita de las cabalgaduras, buen asiento y monta del jinete, y dominio de las suertes, en los cites, en las reuniones y en la colocación de rejones y banderillas. Esto es la ortodoxia en el toreo a caballo y lo que se salga de ahí, raya en los números circenses. A estas alturas se comprende muy bien por qué el circo está en crisis, porque el circo está en las plazas de toros.
El mejor numero circense lo ha realizado esta mañana en el quinto toro Diego Ventura con su caballo Morante, (¡vaya nombre para un caballo tan agresivo!, ¡mejor le hubiera llamado Padilla!), que le arreaba unos espeluznantes bocados en el testuz al toro, que lo corneaba en el pecho y que se libraba de la cornada, y fuerte, por décimas de segundo. Ese numero penoso para una señera plaza como es la de Sevilla, tapó lo bueno que hizo el rejoneador con su caballo Distinto. Un caballo capaz de aguantar lo indecible en la mismísima cara del toro y resolver airoso las imprevistas arrancadas. Lo demás vulgarote. Con Cheque batiendo a destiempo y a la segunda vez bien en el cambio. Y con Guaraná pasadas en falso por no medir bien las distancias aunque los segundos intentos eran más exactos. También este caballo hace circo, se acuesta. Dos orejas después de un pinchazo y rejón, es trofeo excesivo que del Rey, el presidente, no negó por si le firmaban un decreto de expulsión del palco. Tal y como está la cosa a raíz del cese del presidente de los otros días, uno está, que no se fía. Por tanto a lo que quiera el publico y los taurinos.
Lo mejor de la corrida lo vimos en Antonio Domecq y Alvaro Montes. Lo de Montes me sorprendió. Paró con mucha corrección al toro cuarto con la garrocha en un aire muy campero y acertado. El caballo muy bien puesto. Clavó los rejones de castigo mejor el primero y el segundo más a la grupa. Las banderillas con el caballo Chambao, buena la primera, la segunda más a la grupa y correcta la del violín. Las tres cortas al violín con Coquito fueron vibrantes. Y Luis Domecq es también otro de los rejoneadores clásicos que nos quedan. Impecablemente vestido y bien puestos sus caballos de mayoría Hispanoárabes consigue hacer el rejoneo más ortodoxo y limpio. Utiliza las monturas mixtas (todo no podía ser completo) pero refresca entre tanto caballazo ver la seriedad del toreo de Luis. Es cierto que dejó llegar mucho el toro, que topó varias veces algunos caballos, pero las preparaciones de la suerte y las ejecuciones se saboreaban.
Los violines de Martín Burgos son los más buenos que he visto desde hace mucho tiempo. Así comenzó a practicarlos Ginés Cartagena. En los primeros palos tuvo dificultades de acoplamiento abriéndose mucho en los embroques. Media trasera en el costillar. Echó pie a tierra y mientras caía o no el toro, el caballo Glamour, desbocado en el ruedo, corrió tanto que bien puede ser presentado en La Copa de las Naciones. Otro numero de circo.
Andy Cartagena bullidor y efectista no firmó precisamente una de sus mejores actuaciones que abrochó con un pinchazo y un rejón atravesado. El generoso publico le pidió una oreja que el Usía concedió.
Cerró Leonardo Hernández. Sin zahones, sin montura vaquera, sin hierros vaqueros aunque también sin un ojo. Cosa pues de mérito, si a eso añadimos buena monta, pues algo más a su favor. Lo mejor de su actuación lo firmó con su caballo Amatista un luso árabe con el que anduvo muy ortodoxo. Leonardo prepara muy bien las suertes aunque a la hora de clavar se va mucho. Pinchazo, rejón trasero y dos descabellos pie a tierra.
¡Aquí paz y allí gloría!
1 comentario:
Agustín, disfruto enormemente con estas crónicas de caballos y toros. Cuando uno ya pensaba que leer una crítica de rejoneo mínimamente rigurosa era un imposible metafísico,leo las tuyas y me reconcilio con el oficio. Que tomen ejemplo esa inmensa mayoria de críticos que no distinguen a qué mano galopa un caballo y sin sonrojo alguno juzgan si éste o aquel estuvo bien o dejó de estarlo. La realidad es que sin saber de caballos no se puede hablar de ellos.
Lo dicho, felicidades.
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