Una carrera casi varada al inicio de su vigésima
temporada de alternativa. Así inició el año 97 Emilio Muñoz. Tras su vía crucis
del 96 se esperaba un resurgir que no se produjo ni en Castellón, donde le
colocaron sus apoderados como empresarios del coso de Ribalta, ni en Sevilla,
donde Emilio nunca perderá crédito. Tampoco en Granada ni en Madrid, donde
salió ya entregado a las circunstancias ambientales. Desde ese paseíllo
venteño, el 30 de mayo, hasta el 15 de agosto el de Triana sólo se vistió de
torero en tres ocasiones. Todo parecía perdido. Hasta que llegó la tarde de El
Puerto, el día de la Virgen. Sobre el papel otra corrida más a la desesperada,
con una de Barral. Y, al final, en los papeles la reseña de su resurgir, de una
tarde redonda, con tres orejas en el esportón y una faena de esencias y arte,
ratificado todo sólo dos días más tarde, en la misma plaza, con otro nuevo
portazo ante los "guardiolas".
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