30 marzo 2023

LA POESÍA EN LA HISTORIA DE LA TAUROMAQUIA: María de Estrada Medinilla y la poesía del siglo XVIII.

 


A lo largo del siglo XVII aún estaba presente el toreo a caballo del siglo anterior. Las hazañas de los nobles caballeros lanceadores así como los detalles de la fiesta fueron recogidos por la poesía tanto española como la mexicana. Destacan los versos que María de Estrada Medinilla, poetisa, de la que, como es frecuente entre las autoras de la época, se sabe poco: tal vez fuera nieta de Pedro de Medinilla que fue regidor y diputado en el Ayuntamiento de la ciudad de 1546 a 1558. En su obra: Descripción en octavas reales de las fiestas de toros, cañas y alcancías, escribió: Con qué obsequió Mégico a su virrey, el Marqués de Villena, Diego López Pacheco. Una muestra de la importancia de la tauromaquia en América.


"Yo, aquella que sin ley canté algún día

en silva libre la festiva entrada

del que al ilustrar la indiana monarquía

vino desde región tan aportada,

ya uso con voz más dulce que solía,

con lira canto ya más acordada,

debajo de preceptos, las reales

fiestas a causa tal no desiguales.

La pompa, el aparato, el lucimiento

de tres giros de sol continuados,

las galas, la hermosura, lo sangriento

de libreas, de toros y tablados,

lo abundante, lo rico y opulento

de grandezas, de telas y brocados…,

si tanto puede prometer mi pluma,

intento reducir a breve suma."


En otra de sus obras Estrada Medinilla diría: «que aun en lo frívolo, como son los toros, las que se celebran aquí serán mejores que las que puedan celebrarse en España» en clara alusión a la forma en la que en América se había asumido la fiesta de los toros a la que desde México se le dio una nueva identidad capaz de rivalizar con el toreo de España.


"En tan célebre día

fuera civilidad o cobardía

que quedara figura

de la más vestal ninfa la clausura

y si tal entendieras

presumo que aun tú misma la rompieras

el hipérbole más ponderativo.

y aunque el verlas te inquiete

mayores fiestas México promete:

Máscaras, toros, cañas

que puedan celebrarse en las Españas.


La poesía del siglo XVIII sigue el estilo neoclásico que recuperó el modo clásico grecolatino con el que surgieron creaciones más racionales y reales que mostraron la nueva sociedad ilustrada donde se buscó un equilibrio entre la razón y el sentimiento. A mediados del siglo XVIII la tauromaquia ha evolucionado de forma que las corridas de toros se hicieron populares, este fue un periodo en el que además se establecieron las reglas del toreo y este se hizo profesional. La poesía épica, lírica y dramática llegó a la tauromaquia y a su fiesta, es el momento en el que el torero ha puesto el pie en tierra, los picadores ocupaban aún un lugar preferente en los carteles taurinos que anunciaban los festejos, sin embargo el torero matador de toros dirigía ya su propia cuadrilla y había adquirido todo el protagonismo de la lidia. El toreo fue la inspiración de la poesía, las faenas de los toreros en el ruedo se describieron al detalle y a ello se le añadió la creatividad propia de cada autor. Los poetas se centraron en los toreros más importantes del momento como Pepe-Hillo, Pablo Romero o Costillares.

Es el momento del nacimiento de la poesía taurina con el rigor de un género o subgénero dentro de la poesía, en el que destacaron los versos de Nicolás Fernández Moratín a quien el poeta Gerardo Diego considera el iniciador de esta nueva poesía, y de otros autores como Juan Bautista Arriaza, Mor de Fuentes, Diego de Torres Villarroel o Jovellanos.


"Cual flecha lanzada por tenso resorte, el novillo

se arroja resuelto a pasar con su cuerno al torero

enfrentado, y alzar al clavado a las auras ligeras.

Entonces el diestro presenta su capa a los tercos embates, escurre su cuerpo hacia un lado, y al punto se aparta salvando la herida letal con su rápido salto.

El toro otra vez más hirviente del odio infestado,

con todo su cuerpo buscando al torero arremete

esforzado, y de rabia babea y presagia la muerte.

Empero provisto de caña mermada en su diestra el torero, en tanto que el lienzo sacude con gacha cerviz el vacuno, le clava veloz el rejón penetrante entre ambos morrillos.

Lánzase el toro a los cielos transido de agudo

venablo, y satura de intensos mugidos el Circo."

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