El Juli. Archivo
ULTIMA DE LA FERIA DE FALLAS. VALENCIA 2014.
EL JULI POR LA PUERTA GRANDE.
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
El toreo por dentro se define por las vivencias de sus personajes. Sus cosas, sus hechos. Pero esta tarde en Valencia el toreo por dentro que se ha vivido es el toreo que cada uno de los toreros lleva por dentro, que además define la historia de la tauromaquia. Si hablamos de torería, define a Finito de Córdoba. Si hablamos de estética, la de Morante. Si de técnica, Juli. Y si hablamos de elegancia, define a Manzanares, aunque hoy precisamente no haya sido lo más de su actuación. Pues después de eso, y todo eso, es la personalidad de cada uno lo que ha hecho que la tarde vivida en estas Fallas, haya sido de ensueño, porque en general, lo soñado y lo visto se han conjuntado para gloria del toreo.
Insisto una vez más en el planteamiento de las ferias de provincias. Hay que cambiar el modus operandi para que el espectáculo funcione, y funciona, ya se ha visto en la primera feria importante, a base de las figuras. Dónde hubo una, hubo gente. Sin menos preciar a nadie, volver a los viejos esquemas de una terna con un veterano, un bozalón y uno que se abre paso, es el mejor planteamiento. Juntar a todas las figuras en una corrida puede ser un triunfo como hoy, pero también una debacle.
Veamos.
La tarde comenzó con dudas. Un toro grande y feo de Garcigrande resultó muy informal. Finito se metió con él muy técnico, lidiándolo para fijarlo, pero el toro cantó y no rompió.
El que le tocó a Morante, de Domingo Hernández, fue un becerro que se apagó asfixiado. Después de un quite por chicuelinas de El Juli, y una replica de Morante a la verónica, abre la faena genuflexo, estético y eficaz, luego se acabó lo que se daba.
El tercero avacado y manso que se fue a tablas, fue aplaudido en el arrastre, (público sabio), no por méritos propios sino por los de El Juli. El de Hernández cambio porque el madrileño le corrigió la huida, comprobando a la vez que humillaba, y fue por este motivo por lo que insistió el torero para fijarlo. Lo hizo, y lo metió en la faena, que no brilló por estética, ni se esperaba que lo fuera, nada propio en este torero, pero sí fue elevada por el oficio imprimido y por la técnica empleada. Dos orejas tras estocada.
No fue la tarde de Manzanares. El cuarto Garcigrande estuvo por encima del alicantino que no estuvo a gusto. Correcto en el trasteo por la derecha, pero desconfiado por el pitón izquierdo. Lo mejor de esta actuación. Las verónicas de recibo y la estocada que le valió otra oreja. Este toro fue el más encastado de la tarde. Luego en el octavo, del hierro de Hernández, manejable pero embistiendo a su aire, anduvo con detalles, ligazón y consentimiento para ir de menos a más. Y lo pinchó.
Cuando salió el quinto de Domingo Hernández, que fue bueno por ambos pitones Finito derrochó su torería. Elegante en el proceder, en el andarle al toro, en el puro natural, en el compás, en la composición, en la estética. Se diría, por algo su sobrenombre, finura y ortodoxia, que interpretó con golpes de muñeca, y acompañamiento de cintura. Y la tarde reventó de pasión. Oreja. ¡Y que más da!
Otro de Hernández fue para Morante en sexto lugar. Terciado de presencia, pero dejándose. Y las verónicas dibujadas, y la larga de cartel. Y el quite al lance fundamental con ese regusto. Y el quite de El Juli a la verónica pura, con esencia, con enjundia, como se las he visto en Sevilla y en Madrid. ¡Escándalo! Y va y replica Morante. Y lo hace por tafalleras, ese lance de alivio para toreros vulgares, pasándose el toro por debajo del envés del capote. Y va ese Morante y convierte la tafallera en una pintura de Soroya. ¡Qué elegancia Dios mío!! Y luego la apertura, por alto, abandonándose luego por bajo. ¡Lástima que la cosa se acaba ahí! Luego, si, estético, pero demasiado al hilo del pitón, con prudencia.
Y el Juli nada pudo con su segundo toro, muy justo de fuerzas y descastado.
Valencia ya ha terminado. ¡Gloria al toreo y a los toreros caídos!
¡Aquí paz y allí gloria!
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