VALENCIA,
FALLAS 2014, SEGUNDA DE ABONO. ADOLFOS.
Por Agustín
Hervás
Onda Cero
Radio
Se dice de
forma habitual, hasta haberse convertido en una muletilla, que es muy difícil ser
torero, y casi imposible, llegar a figura. Sin embargo, ser ganadero de bravo
es una tarea suicida y el que llega, un héroe. Ciertamente que el bravo ha sido
tradicionalmente un ganado de ricos hacendados, pero no por ello menos suicida
labor, aunque quizás la falla económica, más tapada por la hacienda. Quizás el
caso de Jaime de Pablo Romero sea el ejemplo de la conjunción del desastre
ganadero. En lo artístico por los petardos en los ruedos, y en lo económico,
por las deudas que le llevaron a vender la ganadería.
Adolfo
Martín ha lidiado hoy toros en Valencia con cinco años y tres meses. Eso quiere
decir que ha tenido que aguantarlos un año más en el campo a base de
desprendimiento económico. Las razones de la dilación pudieron ser a causa de
la morfología de los adolfitos, o de falta de reclamo empresarial. Que las
camadas lo sean más o menos largas también tiene que ver.
El caso es
que los cinco años y tres meses se notaron en las hechuras de los toros, pues
varios fueron aplaudidos de salida, y en el comportamiento, pues el segundo no
pasaba, al cuarto cuando le pegaron dos muletazos dijo que nones, y el quinto
se paró por descastado. En común tuvieron la falta de fuerzas, un defecto muy propio
en toros engordados con premura y mala praxis en la alimentación.
Rafaelillo
dio la vuelta al ruedo en el primero de la tarde después de un trasteo de
oficio y eficacia a un toro sin maldad por el pitón derecho, pero que por el
izquierdo se quedaba muy corto. Al cuarto le pasó igual por el siniestro pitón,
pero tuvo mucho interés por el derecho por el que fue a la muleta de masa
menos. El toro no perdonaba los huecos que con la muleta dejaba el matador, que
bien tapado hubiera resultado otra cosa.
Fernando
Robleño pasó de capote a tres toros. El quinto hubo de ser devuelto por
inválido. Voluntarioso con el flojo segundo intentando que pasara, y porfión
con el sobrero, también justo de fuerzas y muy descastado. Mala suerte tiene
este torero, que además la lleva reflejada en su cara, de la que a veces se me
hace imposible imaginarla con una sonrisa. Deben ser cosas del carácter.
La
cuadrilla de Javier Castaño ha dado una de cal y otra de arena. En el tercero
saludaron sin merecimiento, como cosa ya impuesta en el contrato. ¡Y no! La
suerte tiene sus tiempos y sus cánones, y los tres pares de Adalid y Sánchez
resultaron bastante caídos. La afición no perdonó y les soplaron algunos pitos.
En el sexto ya fue otra cosa y a ello contribuyó la cogida de Adalid en el
tercer par, que llevaba hecho, por fortuna sin consecuencias, habiendo sido el
primero muy normalito. Y Fernando Sánchez que puso un segundo dejándose los
pitones en el fajín. Este sí, de mérito.
Javier
Castaño, es como es, y lo que natura non da, Salamanca non presta. No vio las
cualidades del tercer toro. El bueno del encierro, y aunque estuvo templado en
el sexto que se dejó bien hasta que se acabó, no llegó a calar en los tendidos,
ni en nos.
La suerte
de varas muy vulgar, ni la fama de Tito, ni los fieros toros de Adolfo.
Mañana
descansamos en Valencia.
¡Aquí paz y
allí gloria!
1 comentario:
Buen día, es muy interesante tu blog te felicito; estoy de acuerdo con tu crónica y sobre todo en lo del engorde aquí en América se ve muchísimo. Saludos desde Bogotá -Colombia
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