Del archivo personal de Juan Galacho.
Por los años cuarenta del siglo pasado vivía en Málaga un singular personaje al que apodaban El Ronquillo y cuyo nombre era Modesto. Modesto, que pondría escuela, El Gasolina padre continuó su obra, era un brillante mozo de espadas, que unía a su gracia, eficacia, por cuanto era bastante solicitado por los matadores que cumplían sus contratos en nuestra tierra. El apodo de Ronquillo le venía a causa del tubo laríngeo que debieron colocarle tras una operación juvenil. El que ven en la foto sentado en el estribo es Modesto. La mano en la garganta para ayudarse a dar las instrucciones a su sobrino quien con tanto arte pasa a ese perritoro por alto.
.- ¡Qué bien torea mi niño al perro!
.- Oiga, ¿toreará igual a los toros?
.- ¡Pos amos hombre! ¿Pero usted no cree que al paso que vamos no serán mucho mayores que ese perro, los toros que se lidien dentro de diez años?
El Ronquillo tenía su razón al decir lo que decía en pleno año del hambre, 1945. En la década de los cincuenta y sesenta el toro era novillo y en los setenta se empezaron a enderezar las cosas, hasta nuestros días que se vuelve al perritoro desmochado. La historia se repite.
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