DE PESCADORES Y CAZADORES

DE PESCADORES Y CAZADORES
Por Agustín Hervás

Sostengo que no tengo de qué arrepentirme. No soy infeliz por haber nacido en España y mucho menos de que los guiris me digan que por español soy torero. ¡Además es que siento afición por los toros! Otros quizás se avergüencen de los colores de su bandera y de que en su pueblo se corran toros de vez en cuando, cuando a pesar de todo lo que nos cae, seguimos llenando plazas y seguimos siendo considerados el segundo espectaculo de masas en este país, y en otros muchos del mundo. La fiesta es como es y efectivamente aunque algunos se desesperen porque ante las agresiones siempre, algunos, tenemos que defenderla, merecerá la pena hacerlo si con ello dejamos claro lo que queremos. Yo no sé lo que quieren algunos modernistas, aunque lo sospeche. Se dice que la modernidad no se puede parar. Comer o defender la verdad, porque la fiesta que yo defiendo es la de la muerte del toro en la plaza, no la de la indultitis sistemática. Es la de la suprema suerte de varas donde la bravura toma dimensiones de grandeza, no la del monopuyazo y la acoraza de picar. Es la de la suerte limpia y pura de las banderillas, como expresión estética del toreo a cuerpo limpio, y no la del trámite reglamentario. En fin es la de la expresión artística y emotiva del toreo, según la personalidad del oficiante, y no la del alivio y la desconsideración hacia el toro. Otros han explicado, a lo largo del tiempo, la tauromaquia en provecho de la cobardía de los políticos, que habiendo oído cantar el gallo tres veces no se han arrepentido, y han dado de comer a estos defensores de la supresión de las varas, de la tontería de las banderillas y del indulto crónico, del pesebre de la traición, dejando sus convicciones enterradas en la nostalgia y en la disculpa de que en algunos medios las cosas no se pueden decir tan claras. Una vez le oí a Juan Ramón Romero decir, no con el discurso del obrero, sino con la palabra de la sinceridad: "yo he elegido este camino, pido respeto a mi elección" ¡Faltaría más! Ese es el primer principio de la convivencia. Quiero y debo avisar a navegantes, que antes que obrero amasador de palabras, soy persona. Quiero y debo avisar a navegantes que muchos de los que conmigo defienden las posiciones que otros no defienden, son personas antes que aficionados y que como tal exigimos lo mismo que Juan Ramón exige, respetar nuestra elección. En cualquiera de los casos el respeto no impide la defensa de nuestras creencias y por consiguiente que la convivencia sea más activa, prospera y edificante.
Los aficionados de este país debemos sentirnos felices porque lo mejor, lo más extraordinario de los toros, no es la particularidad del espectáculo, sino que en sí mismo la corrida no es indiferente a nadie. ¿Quién obliga a quien a torcer sus ideas por la corrida?. ¿Dice mentira aquel que expresa su opinión taurina?. ¿Es esto por lo que cada aficionado ve una corrida distinta? Quizás sí. No quiero entrar ahora a posicionar los toros como lo más antiguo que tenemos los españoles, pero creo que a nadie le es ajeno que este noble arte es de lo más viejo, y por respecto a lo anciano, porque la historia de los toros se ha escrito con el mayor valor de la vida, que es la sangre, los toros son el espectáculo más sincero, más profundo y que exige más compromiso e independencia, tanto para los que lo amamos como para los que lo odian.
Al hilo de las agresiones que recibimos. Cuando verdaderamente importa: Aficionados y críticos, críticos y defensores, decimos lo que sentimos y lo que pensamos. Y eso es bueno.