BREVISIMA HISTORIA DEL TOREO A PIE HASTA LOS AÑOS SESENTA DEL SIGLO PASADO
Con los Borbones y a pesar de que las Maestranzas de algunas ciudades (Ronda, Sevilla, Granada y Zaragoza) prestaron un decidido apoyo a las fiestas de toros - lo que contribuyó a mantener la afición por dichos festejos -, el rejoneo y el carácter aristocrático de la fiesta fueron decayendo paulatinamente. La fiesta se hizo cada vez más popular, en el sentido de que los toreros de a pié que ayudaban al caballero en plaza, fueron cobrando importancia, invirtiéndose los papeles, el caballero - futuro picador - pasaría a un segundo plano preparando al toro para el lucimiento y realización de todas las suertes por parte del torero.
Hasta mediados del s. XVIII alternaron en la fiesta toreros de a pié y de a caballo. Durante esta primera época del toreo a pie no hubo reglas. Los toreros mataban a los toros como podían, con arpones, lanzas y estoques de hoja ancha, ayudándose con la capa y el sombrero. El espectáculo era cruel, la fiereza del toro inusitada. Algunos nombres empezaron a ser famosos; los Costillares, El Licenciado de Falces que saltaba por encima del toro, Martincho que era amigo de Goya y protagonista de algunos de los aguafuertes de La Tauromaquia.
El toreo navarro y vascongado de la ribera de la Rioja fue el más importante de esta primera mitad del siglo.
Es en esta época y debido a la situación caótica de la agricultura cuando los aficionados terratenientes se dedican a la cría del toro. Cada región tiene un tipo de toro: El navarro es pequeño y nervioso, de mucho temperamento y agilidad, con unas patas durísimas; el de Castilla es más lento, con sentido y propón en la embestida. Andalucía siempre ha dado el toro mejor por su bravura y lámina. Hoy día la uniformidad en el toro es más grande debido a la búsqueda incesante de la bravura ideal. Tal es así que algunas de las castas primarias han desaparecido prácticamente: La Jijona, la Navarra (quedan reductos recuperados a partir de mediados del pasado siglo pero no testados firmemente como válidos para la lidia actual)
En la segunda mitad del XVIII, coincidente prácticamente con el reinado de Carlos III, bajo cuyo reinado se reglamentó la fiesta, el toreo a pie aumenta su fama y con ella la de los toreros. Destacar la dinastía de los Romero inaugurada por Francisco que fue el organizador de las cuadrillas de matadores y el valedor del orden de lidia: la pica, las banderillas y el trasteo preparatorio para la muerte. José Cándido que fue el primer torero importante que murió en el ruedo, destacaba por el riesgo y la temeridad.
Fue a raíz de la aparición de los carteles cuando la fiesta tomó unas dimensiones extraordinarias. El primer cartel apareció en Sevilla en 1761 y al más antiguo que se conserva es de 1763. Nombres importantes son los de Joaquín Rodríguez Costillares, inventor de la Verónica y el Volapié, fue el primero que utilizó la muleta como arma defensiva y ofensiva a la vez. Modificó el traje de ante por el de seda adornado. Pepe Hillo, que escribió una tauromaquia. Pedro Romero, admirado por los buenos aficionados, ejecutó soberbiamente la suerte de recibir.
Después de este auge se llega a un periodo de decadencia que ocupa buena parte del primer tercio del siglo XIX. Los motivos fueron de índole política si bien un fuerte acicate fue la muerte en el ruedo de Pepe-Hillo en 1801. Godoy a través de Campomanes suprimió las corridas tras promover una Real Cédula el 20 de febrero de 1805 en la que se decía ". resultan poco favorables a la humanidad que caracteriza a los españoles, causan un conocido perjuicio a la agricultura, por el escollo que ponen al fomento de la ganadería vacuna y caballar y el atraso de la industria por el lastimoso desperdicio de tiempo que ocasionan en días que deben ocupar los artesanos en sus labores ". Con la invasión napoleónica se permitieron de nuevo las corridas. Medida tomada por Pepe Botella para hacerse popular.
A este periodo se llega con la definición de las dos escuelas importantes en el toreo. La sevillana, más bullanguera y alegre y la rondeña, más técnica más aplomada y más segura. Curro Guillen y Jerónimo José Cándido, fueron los representantes más notorios de esta época en las respectivas escuelas. Este último fue el inventor de la suerte de matar al encuentro y el primero que dio la vuelta al ruedo para corresponder a los aplausos. Francisco Montes Paquiro, dominó totalmente la fiesta de los toros, representa para la historia del toreo un estilo inconfundible basado en las cualidades físicas.
En la segunda mitad del siglo XIX, se consolida la importancia del espectáculo y se perfecciona su organización. El populacho crea mitos y el torero se convierte cada vez con más fuerza en un mito. Cúchares fue un renovador de la faena de muleta. Gordito que aportó a la fiesta las banderillas al quiebro y origen del “fandilismo”. La competencia y el espectáculo por la sabiduría y la torería llegó con una pareja importantísima en la fiesta: Rafael Molina Lagartijo y Salvador Sánchez Frascuelo. Ellos crearon un clima taurino sumamente tenso, hicieron que el público participara de manera tan entusiasta en la fiesta que algunos consideran a su época como la edad de oro del toreo. Mazzantini, que llegó a ser gobernador civil de Guadalajara. Espartero, que sólo tenía valor. Rafael Guerra Guerrita, que ha sido uno de los toreros más completos de la historia llevando el toreo a una perfección equilibrada a la que sólo lo llevaría después Joselito. Merece mencionarse aquí a Ponciano Díaz que nació en 1858 y que fue el primer torero americano- mexicano- que recibió la alternativa en España.
En la transición del S.XIX al XX aparecen toreros probablemente mitificados más por la prensa taurina que entonces tenía un auge esplendoroso, que por sus propias cualidades, tal es el caso de Ricardo Torres Bombita. A quién si hemos de mencionar puesto que fue la base de la revolución que se avecinaba es a Antonio Montes, claro predecesor del estilo desgarrado de Belmonte.
En el primer tercio del S.XX, se acometen los cambios más importantes de la historia del toreo. Rafael Gómez El Gallo, fue un torero cuyo proverbial miedo se vio compensado por la belleza y plasticidad que imprimía a sus faenas, fue sin duda el precursor de los que hoy en día, mal llamamos toreros de arte. Joselito el Gallo, acabó una época del toreo, al tiempo que Juan Belmonte, con su peculiar estilo abría otra, revolucionándolo y cambiando sus reglas. Se dijo que Joselito fue el último gran torero de la fiesta, después de él no hay fiesta, hay espectáculo de toros. El estilo de Belmonte era demasiado característico para no tener continuadores. Joselito había llevado a la fiesta a su perfección, no había más caminos. Belmonte la renovó con tanta fuerza que sólo después sólo se han visto variaciones y perfeccionamiento. Manuel Jiménez Chicuelo alargó la faena de muleta e inventó la Chicuelina.
A la mitad del siglo llegamos con una figura cuya muerte en el ruedo contribuyó a parte de sus méritos propios, a que el populacho lo erigiera en héroe nacional: Manuel Rodríguez Manolete, a su favor las condiciones socio-políticas de la España de la postguerra en su contra la transformación que sufrió el toro. Encarnó el estilo más depurado, la estética, ejecutando a la perfección el toreo de Belmonte imprimiéndole lentitud.
El último gran revolucionario del toreo fue Manuel Benítez El Cordobés. Criticado por la prensa alabado por las multitudes constituyó un caso heroico entre el populacho por su heterodoxia en el ruedo. La época era de cambios, los años 60, felices y renovadores hicieron lo propio en el toreo y supieron vender la imagen del chaval. Creador del salto de la rana da la nota de todo su repertorio. Buen torero estuvo siempre al pairo de los asuntos comerciales por los que comenzó una época para el toreo de trampas y de sospechas fraudulentas que si bien no todas son imputables al torero si a los taurinos de la época que vieron como el espectáculo del toro comenzaba a dejar dinero y emplearon trucos denigrantes para los toreros y los toros. Por todo el montaje que se le había hecho al Cordobés, este no tuvo más remedio que claudicar a su personalidad para optar por la que El Pipo le impuso. Este ejemplo será base de muchos otros en la fiesta a partir de los años sesenta.
BIBLIOGRAFIA:
.- Gran Enciclopedia de Andalucía. T.3
.- Nueva Enciclopedia Larousse. T.19
.- Gran Enciclopedia Rialp. T.22
.- IDEAL, 2-6-88.LOS TOROS EN ESTRASBURGO,O LA RAZON DEL TOREO. (Por Andrés Hernández Villalta).
Con los Borbones y a pesar de que las Maestranzas de algunas ciudades (Ronda, Sevilla, Granada y Zaragoza) prestaron un decidido apoyo a las fiestas de toros - lo que contribuyó a mantener la afición por dichos festejos -, el rejoneo y el carácter aristocrático de la fiesta fueron decayendo paulatinamente. La fiesta se hizo cada vez más popular, en el sentido de que los toreros de a pié que ayudaban al caballero en plaza, fueron cobrando importancia, invirtiéndose los papeles, el caballero - futuro picador - pasaría a un segundo plano preparando al toro para el lucimiento y realización de todas las suertes por parte del torero.
Hasta mediados del s. XVIII alternaron en la fiesta toreros de a pié y de a caballo. Durante esta primera época del toreo a pie no hubo reglas. Los toreros mataban a los toros como podían, con arpones, lanzas y estoques de hoja ancha, ayudándose con la capa y el sombrero. El espectáculo era cruel, la fiereza del toro inusitada. Algunos nombres empezaron a ser famosos; los Costillares, El Licenciado de Falces que saltaba por encima del toro, Martincho que era amigo de Goya y protagonista de algunos de los aguafuertes de La Tauromaquia.
El toreo navarro y vascongado de la ribera de la Rioja fue el más importante de esta primera mitad del siglo.
Es en esta época y debido a la situación caótica de la agricultura cuando los aficionados terratenientes se dedican a la cría del toro. Cada región tiene un tipo de toro: El navarro es pequeño y nervioso, de mucho temperamento y agilidad, con unas patas durísimas; el de Castilla es más lento, con sentido y propón en la embestida. Andalucía siempre ha dado el toro mejor por su bravura y lámina. Hoy día la uniformidad en el toro es más grande debido a la búsqueda incesante de la bravura ideal. Tal es así que algunas de las castas primarias han desaparecido prácticamente: La Jijona, la Navarra (quedan reductos recuperados a partir de mediados del pasado siglo pero no testados firmemente como válidos para la lidia actual)
En la segunda mitad del XVIII, coincidente prácticamente con el reinado de Carlos III, bajo cuyo reinado se reglamentó la fiesta, el toreo a pie aumenta su fama y con ella la de los toreros. Destacar la dinastía de los Romero inaugurada por Francisco que fue el organizador de las cuadrillas de matadores y el valedor del orden de lidia: la pica, las banderillas y el trasteo preparatorio para la muerte. José Cándido que fue el primer torero importante que murió en el ruedo, destacaba por el riesgo y la temeridad.
Fue a raíz de la aparición de los carteles cuando la fiesta tomó unas dimensiones extraordinarias. El primer cartel apareció en Sevilla en 1761 y al más antiguo que se conserva es de 1763. Nombres importantes son los de Joaquín Rodríguez Costillares, inventor de la Verónica y el Volapié, fue el primero que utilizó la muleta como arma defensiva y ofensiva a la vez. Modificó el traje de ante por el de seda adornado. Pepe Hillo, que escribió una tauromaquia. Pedro Romero, admirado por los buenos aficionados, ejecutó soberbiamente la suerte de recibir.
Después de este auge se llega a un periodo de decadencia que ocupa buena parte del primer tercio del siglo XIX. Los motivos fueron de índole política si bien un fuerte acicate fue la muerte en el ruedo de Pepe-Hillo en 1801. Godoy a través de Campomanes suprimió las corridas tras promover una Real Cédula el 20 de febrero de 1805 en la que se decía ". resultan poco favorables a la humanidad que caracteriza a los españoles, causan un conocido perjuicio a la agricultura, por el escollo que ponen al fomento de la ganadería vacuna y caballar y el atraso de la industria por el lastimoso desperdicio de tiempo que ocasionan en días que deben ocupar los artesanos en sus labores ". Con la invasión napoleónica se permitieron de nuevo las corridas. Medida tomada por Pepe Botella para hacerse popular.
A este periodo se llega con la definición de las dos escuelas importantes en el toreo. La sevillana, más bullanguera y alegre y la rondeña, más técnica más aplomada y más segura. Curro Guillen y Jerónimo José Cándido, fueron los representantes más notorios de esta época en las respectivas escuelas. Este último fue el inventor de la suerte de matar al encuentro y el primero que dio la vuelta al ruedo para corresponder a los aplausos. Francisco Montes Paquiro, dominó totalmente la fiesta de los toros, representa para la historia del toreo un estilo inconfundible basado en las cualidades físicas.
En la segunda mitad del siglo XIX, se consolida la importancia del espectáculo y se perfecciona su organización. El populacho crea mitos y el torero se convierte cada vez con más fuerza en un mito. Cúchares fue un renovador de la faena de muleta. Gordito que aportó a la fiesta las banderillas al quiebro y origen del “fandilismo”. La competencia y el espectáculo por la sabiduría y la torería llegó con una pareja importantísima en la fiesta: Rafael Molina Lagartijo y Salvador Sánchez Frascuelo. Ellos crearon un clima taurino sumamente tenso, hicieron que el público participara de manera tan entusiasta en la fiesta que algunos consideran a su época como la edad de oro del toreo. Mazzantini, que llegó a ser gobernador civil de Guadalajara. Espartero, que sólo tenía valor. Rafael Guerra Guerrita, que ha sido uno de los toreros más completos de la historia llevando el toreo a una perfección equilibrada a la que sólo lo llevaría después Joselito. Merece mencionarse aquí a Ponciano Díaz que nació en 1858 y que fue el primer torero americano- mexicano- que recibió la alternativa en España.
En la transición del S.XIX al XX aparecen toreros probablemente mitificados más por la prensa taurina que entonces tenía un auge esplendoroso, que por sus propias cualidades, tal es el caso de Ricardo Torres Bombita. A quién si hemos de mencionar puesto que fue la base de la revolución que se avecinaba es a Antonio Montes, claro predecesor del estilo desgarrado de Belmonte.
En el primer tercio del S.XX, se acometen los cambios más importantes de la historia del toreo. Rafael Gómez El Gallo, fue un torero cuyo proverbial miedo se vio compensado por la belleza y plasticidad que imprimía a sus faenas, fue sin duda el precursor de los que hoy en día, mal llamamos toreros de arte. Joselito el Gallo, acabó una época del toreo, al tiempo que Juan Belmonte, con su peculiar estilo abría otra, revolucionándolo y cambiando sus reglas. Se dijo que Joselito fue el último gran torero de la fiesta, después de él no hay fiesta, hay espectáculo de toros. El estilo de Belmonte era demasiado característico para no tener continuadores. Joselito había llevado a la fiesta a su perfección, no había más caminos. Belmonte la renovó con tanta fuerza que sólo después sólo se han visto variaciones y perfeccionamiento. Manuel Jiménez Chicuelo alargó la faena de muleta e inventó la Chicuelina.
A la mitad del siglo llegamos con una figura cuya muerte en el ruedo contribuyó a parte de sus méritos propios, a que el populacho lo erigiera en héroe nacional: Manuel Rodríguez Manolete, a su favor las condiciones socio-políticas de la España de la postguerra en su contra la transformación que sufrió el toro. Encarnó el estilo más depurado, la estética, ejecutando a la perfección el toreo de Belmonte imprimiéndole lentitud.
El último gran revolucionario del toreo fue Manuel Benítez El Cordobés. Criticado por la prensa alabado por las multitudes constituyó un caso heroico entre el populacho por su heterodoxia en el ruedo. La época era de cambios, los años 60, felices y renovadores hicieron lo propio en el toreo y supieron vender la imagen del chaval. Creador del salto de la rana da la nota de todo su repertorio. Buen torero estuvo siempre al pairo de los asuntos comerciales por los que comenzó una época para el toreo de trampas y de sospechas fraudulentas que si bien no todas son imputables al torero si a los taurinos de la época que vieron como el espectáculo del toro comenzaba a dejar dinero y emplearon trucos denigrantes para los toreros y los toros. Por todo el montaje que se le había hecho al Cordobés, este no tuvo más remedio que claudicar a su personalidad para optar por la que El Pipo le impuso. Este ejemplo será base de muchos otros en la fiesta a partir de los años sesenta.
BIBLIOGRAFIA:
.- Gran Enciclopedia de Andalucía. T.3
.- Nueva Enciclopedia Larousse. T.19
.- Gran Enciclopedia Rialp. T.22
.- IDEAL, 2-6-88.LOS TOROS EN ESTRASBURGO,O LA RAZON DEL TOREO. (Por Andrés Hernández Villalta).
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