Sé que esta ganadería tiene antigüedad desde 1849 y que le debemos respeto a su ancianidad, y también sé que los animalistas serían los primeros interesados en mandarla a un parque Jurásico, quizás como a tantas otras, pero aunque esta reserva del ganado bravo español sea necesario preservarla, también sé que necesita un cambio para que se pueda adaptar a los tiempos modernos, que no quiere decir que sean tiempos oscuros como muchos taurinos nos quieren hacer ver.
Los miuras corridos en Bilbao, que no lidiados, no tenían cuernos, salvo el sexto, y por consiguiente impropios de ser lidiados en esta plaza.
Todo el mundo se pregunta que algún mal debe amenazar esta plaza porque no ha habido público y el mal, creo, está en la propia historia de la plaza y en su fama a la que nada contribuye la presentación de esta corrida, ni el juego.
Yo no soy empresario de espectáculos de toros y nunca lo seré, pero para recuperar al público hace falta recuperar el verdadero toro y ponerle delante a toreros con solvencia. No digo que los de esta tarde no la tengan, digo que unos son más queridos que otros por el gran público y a las buenas entradas de esta feria me remito.
El primero que fue pitado al arrastre pegaba tornillazos en sus embestidas. El segundo que tenía buen son también tenía una invalidez supina y lo devolvieron a los corrales saliendo en su lugar un sobrero de la Palmosilla bien presentado pero que pese a su nobleza no tenía viaje. El tercero noble pero parado y defendiéndose, el cuarto sin viaje, el quinto calamocheador y el sexto derrotaba y no pasaba.
López Chaves estuvo consentidor, se metió con su primero y hasta pudo gustarse en algunos muletazos. Con el cuarto lo intentó no consiguiendo nada.
Manuel Escribano no pasó de porfión en el segundo y voluntarioso en el quinto.
Fortes puso voluntad en el tercero y al sexto solo le pudo tocar las orejas. Por fortuna no tuvo ninguna cogida, cosa a la que nos tiene acostumbrados.
¡Aquí paz y allí gloria!
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