Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Podríamos calificar con muchos adjetivos la corrida de El Ventorrillo, pero no encontraríamos ninguno más exacto que el que la tauromaquia le ha dado a los toros que no embisten, que desarrollan y que son marrajos. La corrida del Ventorrillo ha sido mansa. Mansísima por acentuar la descalificación. Además nadie pensaría que esto procede de Juan Pedro, y todos pensaríamos que con lo visto en Sevilla y esto de Madrid, al ganadero, Fidel San Román, le importa una higa este negocio, que además no es el suyo, sino un producto del capricho de un señor adinerado. Debería pedir perdón a los toreros, a los compañeros ganaderos, y a la propia afición, y debería reportar esta inversión en lo que le ha hecho “rico”, la construcción, a ver si vuelve a poner su granito de arena para que este país salga adelante. El futuro como ganadero lo tiene muy oscuro.
Con permiso de Eduardo Gallo que esta tarde en Las Ventas ha estado como un “tío”. Con permiso de Curro Díaz que siendo imposible los trasteos ha estado hasta pinturero.
Esta tarde en Madrid hemos visto la verdad más grande del toreo, el alma al desnudo de un hombre. La impotencia de un torero.
Defiendo que la tragedia absoluta del ser humano es la impotencia ante la muerte, y hoy hemos visto la esencia de un hombre acabado, un héroe destrozado, un alma penitente rodeada de dudas y de fantasmas.
La tragedia de Julio Aparicio es la de un hombre derrotado, y humillado por el miedo. Por el miedo al recuerdo, por el miedo a esas espadas de muerte que por pitones lleva un toro. Es el hombre revestido de su más pura esencia. La debilidad.
Ayer fue la gloria del torero, en esta misma plaza cuando nos alborotó con su torería ante un toro de Alcurrucén. Ayer fue el torero hecho carne cuando un toro le atravesó la garganta en el mismo sitio, en el mismo lugar y a la misma hora que hoy huía pavorosamente de la negra muerte, muerte negra.
La tragedia de un hombre se mide por sus actos en contra de la teoría de los demás. Del mundo. La gloria de un torero se mide por sus actos que sobrepasan la teoría de los demás. Del mundo.
Sin embargo Julio Aparicio tiene derecho a la vida. Al nuevo reto. A la esperanza, aunque esta sea una esperanza de fracaso. Julio es un hombre… ya fue torero.
¡Aquí paz y allí gloría!
2 comentarios:
Me ha encantado como ha desgranado el miedo y el acabose de Aparicio. Ahora, si le queda algo de dignidad, que lo dudo, lo que debería hacer es no volver a las Ventas en su segunda corrida y deje paso a gente que si quiere torear.
Saludos!
a los toreos hay que perdonarles ese miedo a la vuelta, al reencontrarse con el lugar donde ocurrio la cogida mas grafica de la historia,no quiero ponerme a hablar del caso padilla,los pavos del ventorrillo eran para salir corriendo y no parar hasta llegar a francia.vamos a dar una oportunidad a un torero que nos dejo tardes muy buenas.
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