En Almeria David Mora entro por la puerta grande. En realidad entro por la de la sustitución, de Cayetano, pero el castellano supo aprovechar la oportuninad y fue capaz de conquistar esta plaza. Le tocó el mejor toro del encierro de Parladé, por tener chispa y recorrido, por embestir en bravo dejándose por ambos pitones, y allí se puso Mora, en el sitio, con el compás abierto, ligando las tandas y tejiendo las series, con el corazón por delante, con el pecho en los pitones, y con una intensidad arrebatadora, que hizo vibrar la plaza, y tanta verdad hubo, que en la suerte suprema, se fundió con las astas del burel y mientras cobraba una media estocada en una soberbia ejecución de la fundamental suerte, salia prendido y volteado, con un girón en la taleguilla a la altura de la rodilla derecha. El clamor era unanime, y asomaron en el palco las dos orejas. Hoy le han nacido a Mora apostoles que predicarán su doctrina que es la de la ortdoxia del toreo. Todo el mundo se olvidó y el torero el primero, de que llegó cogido de Bilbao. El sexto Parladé se vino abajo cuando lo sometió por el pitón derecho. Su trasteo voluntarioso no fue rematado con la espada.
El Cid no pasó en sus dos actuaciones de aseado con el lote más débil de la corrida.
Castella con el segundo de más menos, puso voluntad y lo pinchó. El quinto un buen toro que se dejó ampliamente hasta rajarse, posibilitó el triunfo, en su aburrida, pero cautivadora linea, de Castella, que si bien se mira, podría decirse que no aprovechó como hubiera merecido el burel.
La corrida de Parladé con hechuras, pero desigualmente presentada. Chicos, primero y sexto. Terciados, segundo y quinto. Bien presentados, tercer y cuarto. Todos manejables, nobles, mejores, tercero y quinto.
¡Aqui paz y alli gloria!
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