Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Era casi de esperar que el rejoneador de rejoneadores, maestro indiscutible del arte de Cañero, volviera a triunfar en Pamplona veinticinco años después… y durante. Lo hizo por méritos propios pero exagerados, lo hizo con el riesgo de la al parecer inconsciencia consciente y casi calculada, en la que el arrojo se convierte en atropello y el valor en riesgo. Fue en el cuarto y le cortó las dos orejas, con Barullo, potranco, con Van Gogh desacertado en las batidas y cogido por dos veces. Es en esos instantes en los que uno desea que este espectáculo ecuestre sea en puntas porque así el riesgo con ser mayor, también la pericia y la razón lo serían de los caballeros. Con Manolete hizo cosas que quisiéramos volver a ver pues parecía tener calidad el caballo hijo de Cagancho, y con Pirata hizo demasiadas tonterías para cortar las orejas pues cuando jugaba con los pitones uno se le fue al pecho. Hermoso sabe torear bonito y mejor, puede hacerlo, lo queremos ver, y no debe sacrificar sus caballos por el triunfo. En el primer toro también echó mucha raza navarra Pablo su potranco Disparate se escurrió fue cogido, el rejoneador por la arena pero todo quedó en un susto. Batió con Chenél discreto y grupeó por dentro. Con Ícaro apostó, se dejó tocar y el caballo respondió sin volverle la cara al toro.
Pero quien gustó de verdad fue Sergio Galán en el quinto toro, al que el presidente le negó un segundo trofeo por injusto. Estuvo ortodoxo con Amuleto y Vidrié muy serio, pero al montar a Apolo magnificó el temple. Hizo a medio metro de los pitones piafé interminable y cuando consideró fijada a la bestia, con un leve toque de cintura Apolo entendió la orden y se desplazó llevando enganchado en el estribo al burel. Repitió la suerte, y enamoró al personal. Quizás el presidente no concediera la segunda oreja por haber matado con ventaja en dos tiempos, pinchazo y aprovechando la embestida para adentro entero. Con el segundo Sergio anduvo muy discreto a causa de no fiarse de las pocas fuerzas del toro.
Roberto Armendáriz está para torear en los pueblos y placearse. No es que parezca verde, es que le faltan tablas, maneras e ideas claras, de todas formas el tercero fue el peor toro del encierro de San Pelayo, mansurrón, que se echó y más tarde se rajó. Con el último del hierro de Carmen Lorenzo dudó en el planteamiento de la faena pero tuvo una actuación de menos a mas, al contrario del toro que se fue a menos. Acertó con el acero de muerte y recibió las dos orejas.
Los toros de San Pelayo, cinco, y el sexto de Carmen Lorenzo, bien presentados, despuntados reglamentariamente y manejables. Primero y segundo aquejados de falta de fuerzas. Tercero descastado.
¡Aquí paz y allí gloria!
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