LOS COLORES DEL TOREO
Por Agustín Hervás
Dicen los que de esto saben que el toreo solo tiene dos colores, el negro y el blanco, colores en los que ve el toro y colores en los que ve el torero que son los que significa el miedo.
A los que nos dedicamos a esto de las transmisiones taurinas a través de la radio o de la televisión, incluso para algunos atrevidos reseñeros que en la prensa escrita se precipitan a enfrentarse a la descripción de los colores de los vestidos de luces se nos plantea una grave papeleta ya que como en tantas y tantas cosas del toreo nos encontramos unos estereotipos posiblemente magnificados, desvirtuados y esperpénticos que hacen inverosímiles, indescriptibles y absurdas sus definiciones. Los que no se atreven a hacer el ridículo aventurándose a describir toda la gama coloril del toreo se atribuyen así mismo daltónicos y los que se arriesgan pareciera ser que de esto saben un rato o resultan ser el hazme reír del que hace los trajes. Del sastre. En cualquier caso describir el color de un terno de luces nos hace parecer hasta interesante.
Verán, hace ya más de veinte años cuando yo me afanaba en esto de la novillería radiofonil Carlos Abellá propuso una gama de colores de ternos toreros que me llamaron tanto la atención que, inocente de mí, intenté aprendérmelos de memoria para luego resultar resultón cuando me tocara hablar o escribir de ellos. Hoy con el paso de los años he comprendido que tan tamaña aventura no es más que una tontería como otra, aunque sabérselos quede bien, que en nada redunda en lo importante, salvada sea la superstición, que es describir el toreo bueno que se hace en el ruedo, de manera que me acojo a la aventura y me embarco en trasladarles a ustedes lo que entonces aprendí del bueno de Carlos.
Miren por donde empezaré por un color que no tiene vuelta de hoja y que tampoco tiene remates, porque un torero que se vista de butano y oro o de plata, es un torero que se parece a una bombona del gas. El difunto Montoliú supo vestir con frecuencia ese terno. De la gama del negro, al que nunca se le llama negro encontramos dos acepciones: la del azabache que por otra parte es el típico color (negro) del que así se viste, por ejemplo Paula lo llevaba casi siempre, y el tétrico catafalco, que por otra parte a mí siempre me dio la impresión de ser un color mucho más supersticioso que el amarillo. Escribiendo del amarillo, el color prohibitivo de los toreros, ¿verdad Antoñete, verdad Manzanares?, encontramos cromáticos tan rebuscados para nunca mentar a la bicha como los que siguen: caña, barquillo, avellana, ocre, canario, paja, oro viejo que es el más común y mentado para significarlo, limón, crema y champán. Dentro de la gama de los rojos, que suelen ser los más habituales en las telas que utilizan los sastres y visten los toreros encontramos el guinda, pimentón, grana el de los valientes, caldero, burdeos el de los toreros artistas, carmesí el de las buenas tardes de Curro Romero, vino tinto, Corinto, teja y Siena. En la variante de los azules están el Purísima, turquesa, Prusia que debe ser el color de aquella zona geográfica del centro de Europa, ¡digo yo!, celeste, pastel, pavo, Habana, Marbella, nazareno, rey que debe ser por lo de la sangre azul, azafata por las de Iberia porque las de Air Europa no visten así, azulina, añil, turquí que debe venir de Turquía, azul noche que debe ser un color de vestido de mujer, ultramar una reminiscencia de nuestras colonias, cobalto y el más común el marino que solía usar en buenas tardes de toros El Niño de la Capea. Lo de los rosas es sonriente porque siempre que veo un rosa, ahora poco utilizado, me acuerdo de Ortega Cano que era el vestido que más se ponía y no sé cómo se las arreglaba que era el que más se le metía en la raja del culo ilustrando sus cachetes para beneplácito de sus amantes. Del rosa tenemos el frambuesa, grosella, fucsia, violeta, carmín, fresa, salmón y el más nombrado rosa palo. Los verdes casi en desuso en nuestros días quizás por las connotaciones políticas que tienen, albergan gamas como el esmeralda, botella más común, manzana, lago, aceituna, oliva más genérico, pistacho más clásico, agua mar, hoja seca precioso, esperanza, Nilo pues debe tener ese río un color especial, campo, bandera, heliotropo rebuscado, mostaza de ardor, verdegay sospechoso entre los toreros por eso ahora no se lleva y un verde Soraya que me parece el más excitante de todos pues nos recuerda a aquellos ojos de la emperatriz persa. Los grises, colores serios donde los haya van desde el perla, ceniza, tórtola, plomo el más común, mercurio más brilloso, al gris topo que como comprenderán es una cursilería de enterrar. Los colores marrones siempre se los he visto a los matadores artistas y de ellos dos el tabaco y el carmelita en referencia al hábito y hablando de cosas religiosas, atiendan a estos colores: cardenal, gran poder, solemne, penitente y obispo, como salidos de las procesiones sevillanas.
Es evidente que si su ingenio e imaginación, querido y sufrido aficionado, se lo permiten, pueden llamar ustedes a los colores como les venga en gana que nosotros los radiaremos como también se nos ponga.
28 septiembre 2005
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