FOTO DE EFE
La corrida de toros de Jandilla lidiada en Pamplona ha sido una corrida completa por su presentación, por su juego y por sus embestidas. Ha habido toros bravos como el quinto. Nobles como el primero y el segundo, y malos como el sexto, pero en su conjunto ha sido un encierro de muy alta nota que ha puesto de manifiesto las carencias de la terna. En otro tiempo se hubiera dicho que estos buenos toros habrían descubierto a malos toreros pero como hemos de presuponer que la terna de hoy no eran malos toreros porque el público y la crítica los ha aupado hasta el estrellato, pues yo me taparé la boca y diré que con su pan se lo coman y el que la lleva la entiende.
Diego Urdiales debería haber cuajado a su lote con más fundamento. En el primero porque se dolía de la mano derecha y no quiso meterse con él, pero la bravura del animal le impidió claudicar, la emotividad de Urdiales, si claudicó. El cuarto mas correoso pero manejable tuvo posibilidades buscando una bragueta más decisiva que la que tuvo enfrente.
Talavante, el torero de la mano negra, no se enteró del lote que tuvo. Siempre andando entre las nubes pero embragetarse no se embraguetó con ninguno de sus toros. El segundo noble pero sin fuerza requería distancia y no encimismo. El quinto bravo y noble que fue ovacionado al arrastres requería mucho fundamento y menos posturitas.
Ginés Marín anduvo soso con el tercero, un buen toro y nada pudo hacer con el pésimo sexto.
Y efectivamente, a una corrida que se le podía haber cortado diez orejas, los toros se las llevaron puestas y es aquí donde, en broma claro, se suele decir que debieron ser los toros los que le hubieran cortado las orejas a los toreros, que vaya, también se las llevaron puestas. ¡Es un mundo difícil e injusto para el toro bravo!
¡Aquí paz y allí gloria!
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