Colombo fue el único matador que cortó una oreja en la corrida de Cebada Gago, y la cortó por listo, como aquel detective americano con un ojo a la virulé que después de estudiar a los sospechosos siempre acertaba con el asesino. Eso mismo hizo este joven torero que llegó a la plaza, estudió la situación y dijo, yo en el sol estoy más a gusto y más arropadito. Y las peñas lo acogieron y lo recibieron con lanzamiento de objetos, una botella, unas gafas, un sombrero, en fin, pero no para incomodarlo, sino para agasajarlo y Colombo fue y planteo faenas a sus enemigos y zasca en el sexto hubo suerte porque después de hacer una faena frugal y nada ajustada pero con acierto, le dieron una oreja. En el tercero no fue posible porque el toro no colaboró.
Los toros de Cebada Gago, desigualmente presentados pero con cara, no dieron el juego esperado los lidiados en segundo, tercero y cuarto lugares, y más manejables, primero, quinto y sexto.
Juan Leal valentón, arrojado y con oficio, cumplió sin apreturas en su lote.
Román pasó inadvertido en el segundo. Nadie le hizo caso en su trasteo. En el quinto más entonado con tandas dulces y templadas.
¡Aquí paz y allí gloria!
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