Paco Rodriguez. Toros de piedra.
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Padilla se ha llevado de Valencia una oreja en su esportón. Pero Padilla ha hecho algo más que eso. El Jerezano salió al ruedo de Valencia con una misión divina. Predicar la raza del toreo. Y no solo por echarse de rodillas prácticamente en toda la lidia del cuarto toro. No. También porque con sus gestos. Su humildad en reconocer al presidente que había estado en su sitio por no concederle las dos orejas. Su valor. Su entrega y su superación. Nos ha predicado a los que presumimos de ortodoxia, que sea de la manera que sea la raza de un torero, es, y será la primera condición que el publico debe admirar. Es evidente que nunca fue torero de mi gusto, cuando lo hizo bien, se lo dije. Cuando lo hizo mal, también. Ahora en esta nueva etapa de su carrera, seguiré haciendo lo mismo. Pero al margen de ortodoxias lo que hoy me ha interesado de este torero es su disposición a enseñarnos, a misionarnos, que los hombres tienen un reflejo en la vida y que este reflejo es ser torero. No hay en la España convulsa y oscura en la que vivimos, un hombre capaz de sintetizar mejor el carácter de lo español, que no es otro que el de sentirse torero, matando o muriendo. Por eso Padilla es ejemplo a seguir. Ejemplo de superación. Ejemplo de respeto por el toro, por las circunstancias de la fiesta, y respeto consigo mismo. Quizás dentro de alguna década, a un ilustrado director de cine se le ocurra dirigir el guion que sobre este torero, escribe el mismo devenir diario. Hay muchos chavales que lo admiran, y eso es bueno, ante tanta decadencia que existe en nuestro país. Hay muchos profesionales que se han rendido a sus virtudes. Y estamos muchos aficionados que lo respetamos por lo que significa como predicador de las férreas y virtuosas voluntades del hombre. Y como torero será fiel a quien siempre fue: Juan José Padilla.
Miguel Ángel Perera también cortó otra oreja. Al sexto. El toro mejor presentado de la feria. Aliviando sus embestidas. Partiéndolo en otras. Y dejando en más ocasiones que debiera huecos. Ha imprimido a sus trasteos quietud y abuso, a veces. Tanto que el tercero se lo llevó por delante y le arrancó el fajín. Pero se le ha visto más despejado de mente. Favor que se hará el mismo a la hora de trajinar los toros.
El Cid no ha pasado de aseado en la tarde. A veces bien. Otras, vulgar. Otras a medio gas. En el quinto se echó la muleta a la izquierda y lució el natural. Lo noté demasiado tenso, como si le estuviera costando trabajo ligarlos. Es la diferencia entre este torero y sus compañeros de cartel. A los otros la raza se les sale por los poros. Y a este se le contiene. Hay gestos que se notan mucho, y además la televisión los enseña.
La corrida de Jandilla con dos toros de Vega Hermosa, tercero y cuarto, desigualmente presentada pero de aceptable juego. El tercero sin emplearse terminó rajándose.
¡Aquí paz y allí gloria!
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