Francisco Rodríguez
NO LA QUIEREN LAS FIGURASPor Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Viendo esta tarde la corrida de Fuente Ymbro en Valencia se deduce una cosa que seguro a estas alturas no impresiona a nadie, porque es verdad; que las figuras no quieren matar los toros de Ricardo Gallardo. Los ymbros no son toritos famélicos, aventados y pusilánimes como los de Garcigrande o Domingo Hernández, que mata la figurita del momento. Los de Ricardo son toros - toros que se visten por los pies, en presentación y en juego, que no quiere decir que este siempre sea en tono de bravo. Pero ¡amigo! ¡qué interés se vive en la plaza! Por cierto que ese interés es el camino de la emoción.
Dicho esto, al ganadero de Fuente Ymbro no deben haberle gustado sus toros, excepto el segundo que debió hacer quinto, pues el titular jabonero se fue a los corrales por inválido. El terciado torito fue encastado, con recorrido, y con importancia pues meritaba al torero que tenía delante, Fandiño, para hacerle las cosas bien. El quinto que fue el sobrero, tuvo también un interés en sus embestidas aunque las calamocheaba, punteaba, miraba. Fandiño no se arredró. Lo que fue el lote lo fue por su voluntad y sus ganas que colofonó tirándose a matar entre los pitones. Oreja y oreja de difícil discusión por lo que significó ponerse de verdad delante de esos toros.
Se defendió el primero y el cuarto fue arisco, bronco y por eso lo pitaron al arrastre. Diego Urdiales estuvo voluntarioso con el lote, haciendo un verdadero esfuerzo que no satisfizo su ambición.
El peor lote fue para David Mora. Rajados, descastados a mayor altura que el resto de los lotes. Metidos en tablas y echando olor a cloroformo sus pitones. El antídoto de Mora para los marrajos fue el del toreo eterno. Quedarse quieto. El de la verdad, que es dejar clavada a la arena la pierna de salida, cuando por ley física, y de conservación también, estaba justificado retirarla, “descargarla”. Pero no, la dejaba, y el toro pasaba cerca de ella. Hasta en el que cerraba plaza, con menos muletazos aún, al hilo de las tablas, se permitía, el recio torero, castellanizar el valor abriendo el compás. No pudo ser esta tarde otra cosa para Mora que regalarnos una lección de honradez torera.
¡Aquí paz y allí gloria!
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