PUCHE DESCANSA EN PAZ

Puche con Vicente del Pino, azote de la Diputación, a la que le ganó un pleito por irregularidades en la concesión de la plaza cuando ganó Martín Lorca.
Puche con Luciano Alonso, tercero por la izquierda, azote de José Luis Fernández Torres, ex presidente de La Malagueta.

PUCHE DESCANSA EN PAZ
Por Agustín Hervás

Descansa después de las tensiones sufridas antes, durante y después de la jornada dominical de Resurrección. La cosa salió bien después de las controversias en la confección de los carteles entre los dos sectores taurinos de la empresa. El publico respondió, se salvaron los muebles y algo quedó para ir pagando el altísimo canon que usureramente la Diputación dispone en el pliego. Ahora como socio mayoritario, debe hacer una reflexión y considerar que su mayoría tiene que servir para mediar y decidir. Quedó evidente que no fue decisión acertada que un socio programara un año y otro, otro. Si hay una sociedad debe ser la puesta en común y las decisiones consensuadas las que determinen las programaciones taurinas. Los aciertos y los errores para los tres (Rivera, Conde, Puche). Sin embargo, se ha demostrado, en la disputa, que quien llevaba razón, entre otras cosas porque conoce el gusto de la gente de Málaga, era Conde. Pero he de decir que no fue mala la decisión de Rivera de dar una corrida de rejones, este espectáculo va a más. Solo los recelos y la falta de comunicación hicieron embarullar la cosa que a punto estuvo de precipitarlos en una incorrección contractual. Sirva pues la tensión para que el futuro sea acertado y como consecuencia, quienes ganemos seamos los aficionados.

Daba alegría ver, con el día de perros que hacía, cómo bullía la gente por los alrededores de la Malagueta, en los restaurantes, en las cafeterías, en los bares. Todos teníamos frío pero todos teníamos la esperanza de que José Tomas nos quitara el frío. Así fue, por emoción o por acojone, Tomás nos lo quitó y este acceso de responsabilidad torera también tiene un valor.

No cabe duda que la jornada taurina de Resurrección tenía puestos sus ojos en Málaga. Ni Sevilla con Ponce, Cid y Talavante. Ni Madrid con Aparicio, Morante y Perera, habían despertado tanto interés, con ser muy buenos esos carteles, como Tomás en Málaga.

Muchos deseaban que se estrellaran los empresarios. El riesgo era evidente, primero José Tomás en Valencia unos días antes. Un porrazo lo mandaba al hule. Luego la tardanza en anunciar el cartel por el mosqueo de los empresarios, que privó de más celeridad a las reservas, y el clima, que hasta mediados de semana fue lluvioso y que luego se quedo, frío y helador, hicieron que algunos se frotaran las manos y desearan el batacazo.

Por todo eso descansa en paz Puche, y también por todo eso debe considerarse que La Malagueta puede ser esta temporada la plaza de José Tomás. Los empresarios tienen el toro en el siete. Pueden firmarle, con la venia de Boix, la corrida de Julio, con lo que se recuperaría esa tradición de la corrida de prefería, y otra en la feria.

Por emoción o por acojone, este es el torero que interesa, y Puche, al que no conozco personalmente, pero que me dicen es muy listo en los negocios, estará oliendo este.

Dos reflexiones antes de terminar el artículo. Sobre los presidentes y sobre el toro.

Los presidentes de La Malagueta, como todos los presidentes de plazas de toros, son los garantes de que el espectáculo se sirva en toda su integridad y que antes y durante la corrida defiendan los intereses de los aficionados. Ana María Romero debutó la pasada temporada y salió indemne. En esta, acaba de presidir una corrida de riesgo. Lo ha hecho bien. Ha aceptado el reto habiendo en la presidencia dos presidentes más veteranos que ella. Si quisiera, pero parece que no quiere, Enrique Moya podría hacerlo mejor de lo que lo hace y Porras... la verdad es que Porras está para irse porque no aporta nada a la dignidad de esta plaza. Si alguien quería echar a Ana María a los leones, le ha salido el tiro por la culata. Ha hecho valer su condición de aficionada, mandando traer los toros necesarios para esta corrida, con un trasiego de camiones, que no se veía desde hacía tiempo en Málaga, y sobre todo, haciendo valer otro principio básico inherente a la responsabilidad que conlleva ser presidenta de un festejo taurino, en el que hay bastantes intereses por medio, y más en esta corrida: La cautela. Lejos de ser incauta, ha sopesado bien, ha ponderado y ha elegido, junto con su equipo veterinario, Guillamón en el palco, lo menos malo, y a partir de aquí la segunda reflexión. El toro.
Es cierto que el volumen se ha subido, al menos en esta corrida y respecto a hace un año. Corrida que por otra parte puede ser referente de la temporada. De ahí hacia abajo ningún toro. Pero también es cierto que a los toros les faltaba cara, con lo que la definición de trapío para el toro de plaza de primera, se caía a los pies. Los aficionados solemos ser muy exigentes con el toro, porque el toro es el todo del espectáculo. Primero presentación y trapío, luego casta. Fue bonito el primero de Tomás, que se dejó hasta que se rajó, pero feo el quinto, que embistió por los terrenos que pisó el matador. Sin embargo el quinto fue el del triunfo, no por el toro en sí, sino por el torero. ¡Cuánto menos contestada hubiera sido la faena, si el toro hubiera sido otro! Es evidente que Tomás se aproximo a lo que conocimos de él en el primero. Lo del Jabonero fue otra cosa. Sé que la empresa en esto de los toros está a lo que las figuras digan y su billete se lo permita. Pero son responsables de la organización. De cuidar el producto que venden, de que el toro al que se enfrentan las figuras tenga remate y pitones, sea guapo para una plaza de primera.

Y un guante lanzo para quien quiera recogerlo: Deberíamos abrir un debate entre empresa, aficionados y autoridades veterinarias y presidenciales, respecto al toro que queremos para esta plaza de primera. Ya se sabe que no sólo hay que ser de primera, sino que además hay que parecerlo.