13 septiembre 2020

PROTAGONISTAS DEL TOREO: Dámaso González

 

GONZÁLEZ,DAMASO.

En Madrid.


Tomó la alternantiva el 24 de junio de 1969 de manos de Miguel Mateo Miguelín.

Se despidió del toreo en Albacete el viernes 16 de septiembre de 1994. Los toro de Daniel Ruíz y en el cartel Espartaco y Joselito.

CUADRILLA DE  1989

*Picadores: Juan Cantos "Pimpi de Albacete" y Pepillo de Málaga.

*Banderilleros: Julio Gonzalez, su hermano, Juan Luis Rodriguez y Francisco Parra "Palomo".


6 TOROS 6.Nº7 1991.(Por José Carlos Arévalo).

" Damaso González es el eslabón perdido entre el Cordobés y Paco Ojeda ". Fué el poeta Paco Benitez a mediados de los ochenta quien pronunció esta frase.

Cuando se empezó a anunciar con el sobre nombre de Curro Alba, en Carabanchel, aficionados y taurinos dijeron al unísono: " Este que no vuelva, no sabe ni coger los engaños"...muchos años después cuando ya se había doctorado tuvo que escuchar la consabida sentencia: " así no se puede torear, le matará un toro". Mas tarde cuando su poderío era una evidencia: "esa manera de torear necesita el toro bobo, descastado, a medio rajar"...Damaso se las vio como figura que fué con toros de toda condición, de todas las ganaderías... de nada le sirvió, no creó leyenda. le faltaba la cobertura " crítica"...hasta 1979 no salió de Las Ventas por la Puerta Grande...¿Dámaso artista?Pues claro que si. Inventor de terrenos, mago del temple, imantador de embestidas, su toreo era como un vértigo lento, templadamente acompasado, creado al borde del abismo, en el mismo filo de la cornada...los aplausos encendidos, emocionados, de Paco Ojeda a Dámaso, en la pasada feria de Nimes. Tenían un significado testimonial: recuperaban el eslabón perdido, eran el reconocimiento de un genio del toreo al maestro que le precedió...

Muy pocos aficionados, tan sólo los que habían comprendido el sitio impuesto por Manolete y profundizado por Manuel Benítez, se percataban entonces de que la revolución de Ojeda, legitimada por un estilo clásico, en la más pura tradición belmontina, tenía un cierto referente, menos estético pero superiormente templado en el toreo de Dámaso González, sobre todo en esa fase postrera de las faenas que     "Barquerito" denominó "sobredosis", en la cual el dominio del diestro sobre el toro provocaba en este una suerte de estado imnótico y el toreo se ligaba y ligaba, y lograba la fusión de dos voluntades contrarias...que transportaba a los públicos a un estado catártico...Implantaba Ojeda la última conquista de la tauromaquia, descubriendo unos terrenos que cerraban el mítico ocho revelado por Belmonte, en los que el toreo fluía ligado, sin que el diestro dimitiera jamás del sitio, para que el toro viajara en una espiral que se hacía y deshacía, conducido por el hombre, de forma que no hubiera solución de continuidad entre el toreo natural y contrario, hasta que el pase de pecho, más forzado que nunca,ligado sin enmienda,remataba el inverosímil, increíble empeño.


6 TOROS 6. Nº 8. MARZO DE 1992.(Por Michael Wigran)

...había levantado mucho interés...por sus triunfos como novillero, y por su reputación de valiente, de héroe, de loco. Un Critico escribió entonces que si Dámaso quería suicidarse no tenía necesidad de vestirse de luces, más fácil le era tirarse por la ventana...los viejos aficionados de la Peña Miguelín, de Algecíras...emitieron un veredicto contrario al nuevo fenómeno: "Este chico tiene poco futuro. Así no se puede torear".

...Se hizo evidente que detrás de su aparente locura había algo. Dámaso quería situarse lo más cerca posible del toro y después pasarselo muy despacio,ligando los pases en poco terreno. Es decir, ponerse en el sitio de El Cordobés, y después templar mucho más que Benítez.

Jesús Soto, en el Ruedo decía lo siguiente después de verlo torear en Logroño toros de Luis Passanha: ""Posee el chaval una cintura de maravilla y unas muñecas de primor, resultando sorprendente su juego de manos, que colocan su muleta en sitio de riesgo para el torero, aunque éste siempre sea consciente de la medida justa. Valiente y cerebral, con mucho mando y aguante, Dámaso González ha vuelto la plaza del revés, la ha transformado en un manicomio de la emoción con su quietud pavorosa, digna de los más grandes elogios. Ni una duda, ni un simple amago de indecisión en el diestro que, hoy por hoy,torea más cerca del enemigo que nadie, y está más tiempo en ese sitio de peligro en el que una décima de segundo en la equivocación puede llevarle al quirófano.""

...su principal defecto, alargar demasiado sus faenas...es un torero patético, que provoca una honda emoción en los tendidos. Pero además exhibe ahora con la muleta una clase depurada que difícilmente podría imaginarse en un diestro de sus características iniciales...

...Quizá por culpa de tanto castigo, o quizá por otras razones, Dámaso entró en un bache que duró mas o menos cuatro temporadas, desde 1973 hasta mediada la temporada de 1977. no es que le faltara el valor, pero su toreo anduvo por el camino de la machaconería, sin el tesón de antes...

...Hizo una gran feria de julio del 77, en Valencia...Manolo Molés dijo que exhibió: ""Valor temple y manos bajas...liga la faena, tiene el sello de la unidad...""

...Se dice que Dámaso sabe innotizar a los toros, que tiene un imán en su muleta, que puede hacer embestir a una cabina de teléfonos, que debe ser un brujo o un mago...dijo que descubrió cómo ligar los pases con un novillo en una capea, cuando después de un muletazo muy largo le dejaba la muleta " allí delante, muy parada, volvió el novillo a querer coger la muleta y le pegué seis o siete pases muy ligados". Dijo también que se ha cruzado con los toros: "hasta dejarme un pitón atrás. Más cerca no se puede estar. En este sitio dominas a todos los toros...el mérito del torero está en dominar al toro. Yo creo que eso ha sido lo más importante que he hecho yo, porque además lo hice toreando despacio."

....El arte de Dámaso González es primitivo y elemental en su esencia, y moderno, absolutamente creador en sus procedimientos. se le relaciona mejor con las pinturas de Altamira que con un buen bodegón de Chardin, porque restablece la conexión del toreo con las raíces de la fiesta. Y se necesita un toro muy serio, que ponga a prueba la destreza del hombre, al dominarlo y encadenar el toreo en pases largos y templados, el temple y el ritmo del torero son la respuesta más acabada, más moderna, de esa victoria de la cadencia del artista sobre la violencia del toro en que consiste la tauromaquia de nuestro tiempo....la técnica de Dámaso es moderna, pertenece a una marcada tendencia hacia la quietud y el temple que se remonta hasta Belmonte.

Cogido por un Miura en la Feria de Málaga de 1987


EL RUEDO Nº123-24. 2.11.93.

En la feria de julio de Valencia...La técnica y temple del que se rodea Dámaso lograron el perdón de un toro que hubiera pasado desapercibido en manos de otro...(Gitanito de Alvaro Domecq. Torrestrella.)

En Albacete: Dámaso y Olé...volvía a la feria de su tierra después de la sonada ausencia del año pasado y premió a su afición con lo mejor que lleva dentro. Tres tardes en las que hubo trofeos para el de Albacete.



Le Chemin de Damase

Par Santiaguito

Il y avait le Cordobés.

Cela ne suffisait plus.


Depuis que l'homme de Palma del Rio, chaque année plus rustique, se consacrait au combat de veaux à l'âme tendre, la Fiesta retombait dans la routine et la monotonie. Nous espérions un souffle nouveau.

Notre attente serait-elle enfin récompensée ? Un vent de réforme et de vie s'est levé en Albacete. Il nous vient par la grâce d'un petit homme palot : Damaso Gonzalez.

«Belmonte ressuscité» pour les uns, «carne de toros» pour les autres, depuis deux ans irritant les puristes et subjuguant les foules, acharné, assoiffé de triomphes, passionnant, porteur de nos espérances !

Longtemps déconcerté par l'original petit maestro, l'aficionado récalcitrant aujourd'hui jette ses armes, converti sur le chemin de Damas(e) ; ce chemin parcouru de l'hostilité à l'admiration, de l'indifférence à la conversion.

Pour le torero, la route fut parsemée de blessures, de hauts et de bas, d'ambitions et de découragements. Pour le public, elle fut la route des hésitations, des doutes, des inquiétudes plus nombreuses que les raisons d'espérer. A l'automne de cette année, le torero a trouvé sa voie, une voie risquée parce que déroutante, attirante parce que complexe.

L'évolution de la critique et du public n'a été que la juste réplique à la métamorphose du torero.

A ses débuts, le phénomène représentait l'école d'Albacete en ce qu'elle avait de moins bon : une agitation baroque, stérile, sans «temple» véritable, sans «dominio», un toreo de demi-passes, de bousculades, de cogidas, qui procurait une émotion insoutenable et finalement agaçante. (Dámaso Gonzalez portait encore les guenilles de Curro Alba).

C'est en 1969, à la Feria de Bilbao, que nous vîmes pour la première fois l’albaceteño. L'effet qu'il nous produisit alors ne fut pas des meilleurs. Vous auriez dit une sorte de Julían García, tragique et insupportable marionnette, incapable de dominer ses adversaires, d’enchaîner une passe à une autre, constamment envoyé dans les airs ou broyé sous les pattes des toros, lamentable à l'heure de la vérité. Nous pensions -comme beaucoup- que ce González ne valait ni un réal, ni un maravédis.

Pendant l'hiver, le lézard changea de peau. En 1970, Dámaso réapparut, transfiguré. C'était un autre torero plus profond, plus calculateur, plus artiste, et s'il demeurait fidèle à son exercice de «porfía», il se gardait autant que possible de la vulgarité ! L'ascension continuait.

1971 voit le triomphe du jeune fou. Toujours aussi brillant capeador, il réussit des prodiges à la muleta, et l'épée n'a plus pour lui aucun secret. Certains chuchotent et insinuent qu'il y a là-dessous quelque sorcellerie

Le sorcier, en l'occurrence, porte lunettes noires, chapeau à larges bords, souliers vernis. Il a une vague allure de bandit new-yorkais. On voit de qui il s'agit. Ce José Flores «Camará», torero manqué, converti par le hasard de la vie et la force des choses en apoderado, ange gardien de Manolete, de Pedrés et d'autres encore, se charge aujourd'hui de la destinée artistique de Paquirri et du bonhomme González. Prodigieux Camará ! De toreros qui semblaient sans avenir (le Manolete des débuts, le Damase d'il y a deux ans) il a fait, ou est en train de faire, d'incontestables «figuras». Et ce, le plus habilement du monde, sans imposer un style, un point de vue, mais au contraire en respectant leur personnalité, les guidant avec prudence, les corrigeant sans les froisser, convertissant leurs défauts en originalités, renforçant en eux ce qui faisait leur singularité. Cela n'enlève bien sûr aucun mérite aux toreros en cause, et surtout pas à Dámaso González. Il semble d'ailleurs, en fin de compte, que celui-ci ait moins été influencé par Camará que par le diestro maintenant retiré : Pedro Martinez «Pedrés».

Car c'est bien lui le véritable «inventeur» de Dámaso. Intrigué par cette exceptionnelle personnalité, Pedrés mit le chico à l'épreuve dans de nombreuses tientas et décela, dans la future étoile, une ombre de lui-même. La ressemblance était frappante. Au physique : même teint pâle, mêmes yeux cernés, mêmes sourcils épais, même allure fragile. Au moral : même entrain suicidaire, même volonté de vaincre, même joie de triompher. Pedrés dut croire que González continuerait la tradition de l'école d'Albacete dont ils sont tous deux originaires, cette tradition d'épouvante qu'avaient représentée avec lui Juan Montero et Chicuelo II. El Tio Pepe m'écrivait en ce sens : «Dámaso me rappelle étrangement le Pedrés novillero des années 52 environ. Ainsi, sa faena à Mont-de-Marsan, l'an dernier, au Cuadri, me rappelait une faena identique de Pedrés novillero, à Valladolid, devant un Antonio Pérez nerveux et bien armé.» Pour beaucoup, en effet, González c'est avant tout un certain trémendisme, une certaine angoisse.

Le mérite de González est d'avoir compris qu'on ne peut faire reposer toute une faena sur le trémendisme sans risque d'indisposer. Dámaso réserve en général les émotions fortes pour le dessert. En respectant les sacro-saintes règles du toreo belmontista, puis en foulant des terrains «interdits», en prodiguant les naturelles les plus classiques, et en effrayant les gradins par des excentricités entre les cornes, il enthousiasma les foules sans s'aliéner pour autant l’afición véritable. Ce n'est pas du toreo. C'est «autre chose», un composé très habile d'art authentique et d'angoisse oppressante pour les goûts les plus fins et les passions les plus basses.

En 1964 Hervé Lauwick écrivait «il y avait une plaisanterie stupide. Un des rapins criait : «Joséphine, fais-moi peur !»... Et tout le monde alors poussait des rugissements de tigre. Sur quoi l'idiot numéro un remerciait : «Ah ! que j'ai eu peur...». Eh, bien ! je crois que l'ai trouvé la vraie raison pour laquelle le Cordobés remplit les arènes. Il fait peur. Contrairement à l'aficionado, la populace adore trembler.»

On pourrait dire à peu près la même chose de Dámaso González.

Il est vrai que l'aficionado déteste être angoissé, voir l'homme à la merci des cornes, craindre que l'animal ne domine le torero. Parce que le trémendisme est sans effet sur la bête, l'aficionado juge qu'il s'agit-là d'un genre mineur. Le trémendisme est au véritable toreo, ce qu'est le mélodrame à la tragédie, la gavotte au menuet, la sonatine à l'opéra. Genre mineur car il draine les émotions les plus ordinaires, les réactions primaires, les élans superficiels. Genre mineur car il touche facilement les masses, facilite des succès populaires. Entre le torero et la foule s'établit une communication à bon marché. Si l'on considère que la tauromachie est un art, on ne peut accorder une grande valeur aux triomphes obtenus par la simple vaillance. Le courage, à mon sens, est biologique. Il n'est pas vertu, mais faculté. Le torero «vaillant» n'a donc pas à fournir un effort aussi gigantesque que le public «naturellement peureux» le suppose. L'artiste, lui doit aller au-delà de son courage pour découvrir la beauté. Cette difficile recherche, cette quête presque inutile, ce «chemin de perfection» est toujours à refaire. Voilà pourquoi tant d'artistes depuis le Gallo, Cagancho et La Serna, portent sur le visage un masque ineffaçable de mélancolie...

Trasteando al Miura que lo cogió en la feria de Málaga. Y llevado a la enfermería por Miguel Marquez y Montoliú.

González a donc senti les dangers du trémendisme. Il lui accorde une moindre importance. Les diableries cordobesistas lui paraissent de mauvais goût ; il les refuse. Son numéro de «suspens» très au point, très bien composé, très intelligemment fait, est beaucoup plus réfléchi qu'il n'y paraît au premier abord. Cela forme un tout, peu orthodoxe, mais prenant, délirant, «dionysiaque». Cependant González a le tort de trop allonger ses faenas. Cet excès de demi-passes et de quarts de passes en gagnant la queue, devient parfois indigeste. N'était-ce pas aussi le défaut de Pedrés, ce désir d'en «rajouter» coûte que coûte, même si le toro n'avance plus, au risque de lasser et de se faire prendre? Enthousiasme juvénile du torero qui, pris par l'ambiance, s'étourdit lui-même et perd le sens de la mesure.

Les péchés de jeunesse, avec le temps, se corrigent et s'oublient.

Lorsque j'évoque le trémendisme de Pedrés, je fais allusion au style de sa première époque. On sait qu'en 1960, après une longue retraite Pedrés est revenu dans les ruedos offrant de lui une tout autre image : il avait abandonné son toreo pueblerino pour se livrer à un approfondissement du style le plus classique et le plus sobre qui soit, passant -selon la formule de Jean-Marie Magnan- «de l'holocauste à l'ascèse». Pedrés était l'aigle à deux têtes de la tauromachie ; la première un peu folle, la seconde artiste et réfléchie. Pedrés eut deux visages, deux époques, deux styles. Deux façons de s'exprimer antagonistes, absolument étrangères l'une à l'autre, séparées par dix années d'une longue mutation. Dámaso González a tout de suite réalisé la synthèse de ces deux styles. Qui voit González, voit les deux Pedrés de 1950 et de 1963. Cette impossible conciliation, cette gageure d'avoir harmonieusement réuni deux facettes aussi opposées de l'art taurin fait de Dámaso un personnage unique dans l’Histoire de la toreria.

González se contenterait-il du trémendisme ? Il ne susciterait pas un tel engouement. Le petit Damase est aussi un artiste, et cela explique l'estime presque unanime dont il est l'objet.

Un artiste. Très certainement. Ainsi, son toreo de cape nous a toujours enthousiasmé bien qu'il y manquât au début le dominio indispensable. Attendre le toro les pieds rivés au sol, sans en avoir étudié prudemment les réactions, composer la figure en «aguantant» l'indicible, non pas après le passage des cornes, mais alors que le bicho arrive à «jurisdicción», voici l'exceptionnelle prouesse que réussit quotidiennement Dámaso González !

Sans doute vous paraîtra-t-il moins élégant que Manolo Escudera, moins bizarre qu'Albaïcin, moins aisé que Romero, moins tragique que Nacional II, moins somptueux que Curro Puya, mais quelle saveur se dégage de l'inimitable véronique où les assauts violents d'abord, s'adoucissent ; où le jeu de l'étoffe, très vibrant, très efficace et très profond, régularise la charge ; où l'animal capté suit la percale au rythme lent d'un va-et-vient de pendule ! Les figures s'enchaînent, impressionnantes de beauté pure et de perfection géométrique. Ses chicuelinas, moins fluides que celles de Camino, moins gracieuses que celles d'Antonio Bienvenida, moins démentielles que celles du Cordobés, restent empreintes d'un charme puissant, d'un cachet tout à fait personnel. Sur ce drap rouge qui s'enroule autour de lui comme une flamme, se fige le temps d'un soupir, puis s'élève lentement plus haut que la montera, est apposée la griffe du maître. Pour la postérité, González sera l'un des grands orfèvres de la chicuelina. Nul ne peut la dessiner plus lentement, nul ne peut imprimer à la soie mouvement plus ample et plus généreux, nul ne peut mieux que lui se draper de velours. Dámaso nous enseigne que l'on peut «toréer» à la chicuelina, freiner la bête (sinon la conduire), lui imposer un rythme, déjà la dominer. C'est peut-être à la cape qu'il rappelle le moins Pedrés, et le plus Juan Belmonte.

En una feria de Málaga el Pavero le pide matar un toro. No pudo ser. Fotos de Josele.


Pedrés, vous le retrouverez seulement au dernier acte. Ne revenons pas sur le tremendisme de González (semblable à celui de Pedro Martinez, mais plus prenant encore). Reste l'artiste qui pratique, muleta en main, un toreo rondeño, profond, extrêmement lent, bien cadencé, un toreo de passes construites, liées et achevées. C'est, réincarné, le Pedrés de 1963, dominateur, sévère, dépouillé de toutes les scories qui avaient fait sa gloire. Longues, calmes et limpides naturelles ; redondos complets, cités de face ; passes de poitrine interminables. Ajoutez à cela le pouvoir de réveiller les toros endormis, de «tirer de l'eau d'un puits sec» comme disent les Espagnols. Aux bichos éteints il semble insuffler une vie nouvelle, les réanimant, réinventant un toro là où il n'y avait plus que masse inerte à l'agonie. On l'a vu, cette année à Pampelune, allonger la charge d'un animal réservé, par une «dosantina» (inévitable chez lui) tournée sur un rond complet et terminé en «pecho». La brute est sortie ragaillardie, d'embestida longue, noble et suave. On l'a vu, à Bilbao, dompter en un éclair d'imposants adversaires, les enrouler à sa taille trois, quatre, cinq fois, la corne glissant sur la ceinture, la force sauvage maîtrisée ; et, lui, gardant toujours sa modestie de violette (G. Dubos).

Notre but n'est certes pas de dissimuler les défauts de González. L'exemple de Pampelune étant pour le moment une exception, comme Pedrés il aurait tendance à étouffer la charge des toros. Ses adornos manquent de grâce et de finesse. Les «cites» pèchent encore par excès de contorsion. Dámaso n'est pas un torero scientifique, ni magique, ni inspiré, ni visité par le «duende». Son toreo peut paraître sans invention et sans mystère, «corto» et sans classe. Toutefois, à y bien réfléchir, ne vaut-il pas mieux un toreo «corto» mais passionnant à un mauvais toreo «largo» ? De quels dons prodigieux doit être pourvu le torero largo ! Joselito lui-même ne dominait pas le volapié, et Paquirri aujourd'hui ne brille pas toujours aux banderilles...

Malgré ses défauts, malgré ses faiblesses qui ont pu un instant choquer les puristes, Dámaso González est sûrement le plus original torero de la nouvelle vague. A ce titre le plus captivant. Captivant par sa personnalité accusée, par son caractère insolite, parce qu'il ne ressemble à personne, parce qu'il est incomparable, unique, hors-série. Devenir un grand maestro sans avoir une grande personnalité, cela est possible (cf. Camino). Mais en tauromachie, plus que partout ailleurs, le manque de personnalité nuit à l'artiste. S'il possède un toreo raffiné, élégant, savant, mais s'il n'y apporte aucun accent personnel, s'il n'accroche pas les regards, s'il ne monopolise pas l'attention, s'il ne captive pas, il ne procurera pas d'émotion durable et le public, finalement, le boudera. Le torero de caractère, d'un geste de la main, d'un hochement de tête, domine l'arène entière. Pour qu'il y ait communion, dans le vaste cirque, entre la foule et l'artiste, il faut que ce dernier soit doué d'une personnalité assez forte pour briser les distances et annihiler toutes les individualités jusqu'au dernier rang des gradas. C'est le cas de González. Comme c'était le cas du Gallo, de Belmonte, de Manolete, de Luis Miguel Dominguin, du Litri, du Cordobés. Ces toreros peuvent se permettre de combattre les plus scandaleux novillos, le public électrisé et aveugle ne leur en tient pas rigueur. Pour l'instant le cher Damase tue de vrais toros, ce qui devrait lui attirer de nouvelles sympathies.

L'admiration que les foules portent à Dámaso González, comment pourrions-nous l'analyser ? Je pense, pour ma part, que l'instinct l'inspire au même titre que la raison. Guidée par le combat de forces brutales, elle vient chez certains, «les vampires et les sadiques», du sentiment, de sensations épidermiques (les fameuses réactions primaires !). Provoquée par le spectacle grandiose des véroniques templadas et des naturelles au ralenti, elle satisfait chez l'aficionado le coeur et l'esprit.

Rationnelle, cette admiration ne se cache pas d'être aussi affective. Dámaso González délivre de la «part sauvage» qui vit au fond des êtres. A quoi bon nier cette inconsciente sauvagerie ? En quoi serait-elle incompatible avec le goût du beau et l'amour de l'art ? Pour des passions diverses le coeur a été fait.

Aparicio-Litri, Manolete-Arruza, Machaquito-Bombita, les les noms qui vont par deux les inséparables du toreo. A la liste des parejas célèbres, ajoutera-t-on bientôt celle de Paquirri et de González ? Sous la houlette de Camará, ils s'en vont triompher aux quatre coins d'Espagne, séduisant les public par leurs styles complémentaires et opposés.

Paquirri, «touche-à-tout» rongé de tics nerveux, dynamique, varié, plaisant, pratiquant un toreo élégant et superbe dont il ne reste rien (tout ce qui brille n'est pas de l'or). González, graine sauvage poussée hors des sentiers battus, imperturbable, volontaire, profond, conscient dans sa témérité, lucide dans sa folle, original, inoubliable. En s'inspirant de Belmonte et de Pedrés, mais en n'imitant personne, en conjuguant l'éternelle beauté du toreo rondeño et l'intense vibration tremendista, il a découvert une voie nouvelle et porté son art sur des chemins inédits.

Un grand torero ? On ne peut encore l'affirmer. Guerita lui-même ne s'était-il pas trompé sur l’avenir de Joselito et de Belmonte ? Il faut souhaiter à González que son coup d'oeil, sa «vista», ne lui fasse jamais défaut. Une erreur dans son toreo serait fatale. Qu'il n'oublie jamais les périls de cinq heures ! Son audace pourrait l'amener un jour aux côtés de Sanchez Mejias, de Granero et de José Mata, aux côtés de ces héros malheureux qui sont morts pour avoir trop aimé le combat authentique avec le toro brave. De cet amour tragique du toro qui conduit tôt ou tard -quand l'amour finit mal- à des noces de sang.



1 comentario:

Romero Salas dijo...

Buenas tardes. Extraordinario derechazo el que podemos contemplar en la primera imagen, colocando el estoque de ayuda con verdad y pureza -muy diferente a lo que habitualmente observamos y a su vez aborrecemos en la actualidad-. Soberbio el maestro Dámaso echando la pata "palante" mientras vacía la prolongada embestida de su adversario, bajando la muleta lo necesario y sin descomponer por completo la figura. Sensacional fotografía, al igual que las restantes, tomadas en uno de los mejores escenarios taurinos del país como es La Malagueta.

Gracias por hacernos ver la esencia del toreo de tiempos pasados.

Romero Salas.