05 febrero 2007

TAUROMAQUIA PARA ANTITAURINOS (I): El toro.



Por José García Sánchez


Ahí lo veis. Miradlo despacio y bien. Su apariencia es poderosa, desafiante, orgullosa y fiera; viva imagen del poder y la fuerza.
Seguid mirando: sus ojos de estúpida mirada, su apacibilidad (contradicción solo aparente), su hieratismo de tótem sagrado, su, en definitiva, olímpica actitud de desprecio a todo lo que le es ajeno.
Ése es el toro, el toro de lidia; lo masculino y femenino unidos en el mismo ídolo, el hermafroditismo de la naturaleza, vida y muerte al mismo tiempo, la inmanencia y la actividad juntas, divinidad telúrica donde las haya.
Seguid -sigamos- mirando: ¿por qué se caracteriza?. Hay muchos animales fuertes, poderosos, agresivos, fieros. Todos ellos acometen cuando necesitan alimentarse, son movidos por la cenestesia. El toro, no; el toro agrede cuando algo o alguien lo desafía, cuando se le reta. El alimento y su búsqueda no tienen nada que ver con él; lo mueve el reto, no la necesidad.
Ésa es la bravura: la capacidad de responder a quien se atreva a desafiar a este verdadero rey.
El grado de bravura será tanto mayor cuanto menos le importe la dureza del reto y la lucha, obsesionado siempre por un instinto que no le permite admitir que alguien le venza.
Por eso, hasta en el toro de lidia más manso hay un fondo de bravura, una mínima capacidad de responder al reto.
El toro, el toro bravo, es rey y, por tanto, noble; pero también es agresivo y acometedor. No pide ventajas ni las da; no es tonto ni cicatero, no es bobalicón ni dulce. Es bravo, impetuoso, agresivo, respondiendo siempre al estímulo; no perdona los errores que se cometen con él -está luchando-, no usa artimañas ni reservas para sorprender a quien lo lidia. Se emplea siempre a fondo y hasta el límite de sus fuerzas.
Quien lo cría y selecciona -el ganadero- tiene una sagrada obligación: buscar la bravura, la agresividad y la fuerza en su ganadería. No tiene que escudriñar en sus animales otro tipo de comportamientos más dulces o bonancibles porque solo conseguirá, al final, arruinar el depósito de bravura que recibió en sus inicios y el descrédito y reproche de quienes aman y respetan al toro de lidia, de los millones de personas aficionadas al arte de torear.
Cada ganadería es distinta, o debería serlo. En el toro de lidia hay varias familias o encastes originales con características morfológicas y de comportamiento diferentes. Este tesoro debe ser conservado en lo poco que ya queda de él.
Por tanto, cada toro debe responder a las características físicas y morfológicas de su ganadería, de su encaste, con una presencia armoniosa y seria, propia de un atleta: bello, poderoso y en plenitud de facultades. Debe inspirar, al verlo, respeto y admiración. Eso, y no otra cosa, es el trapío. No importará si es grande o pequeño de tamaño, si pesa mucho o poco, si tiene los cuernos grandes o no. Eso no es el trapío.
Echemos una última mirada de conjunto: ése es el toro de lidia. Un animal poderoso, fuerte, agresivo, inspirador de temor, admiración y respeto, símbolo y arquetipo de la dualidad vida y muerte.
Su bravura, su grado de bravura, se mostrará en la plaza cuando responda al reto del torero. Cuando se encuentre con él, empieza el toreo: un rito basado en un reto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece indignante su descripción, tan hipócrita, tan irónica, ¿por que? pues porque todo lo que usted ha dicho que debe cumplir el toro para ser un buen ejemplar le es arrebatado en la plaza. Habla de reto cuando se trata de una cruel matanza. Por último ningun antitaurino le ha pedido que nos describa al toro pues sabemos perfectamente como es, no como usted que al parecer quiere crear la ilusion de que es un animal feroz, solo le falta añadir que le hacemos un favor matandolo.