Hemos llegado, queridos antitaurinos, al meollo de la cuestión: el suplicio, el castigo, la tortura a la que se somete al toro de forma gratuita y sin justificación, por mor de una hipotética actividad artística –el toreo- que sólo aprecian –apreciamos- una serie de individuos atávicos o embrutecidos, incapaces de sensibilizarse ante la única realidad palpable en la Plaza: el sufrimiento de un animal.
Creo que no me dejo nada en el tintero. Si es así, vayamos por partes.
¿Sufre el toro cuando le colocan las puyas y banderillas y se podría evitar todo esto?; por supuesto. El toro es un ser vivo y, por tanto y cuando menos, posee cinco sentidos, memoria y cierta voluntad movida por su equipaje instintivo. También es cierto que en el matadero lo sacrificarían para el consumo humano y se ahorraría todo ello. Verán que no hago mención al estoque o espadazo final porque ésa es la forma de matar rápidamente al animal y en el hipotético matadero no iba a sufrir mejor suerte a base de descargas eléctricas o apuntillamientos..… Vamos, que hacemos una permuta de sufrimientos, salvo que nieguen ustedes al género humano el derecho a comer carne; entonces se han colocado solitos fuera de la realidad, lo que me parece respetable pero poco práctico. También pueden optar por la vida ascética y alimentarse sólo de hortalizas crudas y agua, lo que haría desaparecer su astralidad –deseos, pasiones- y los elevaría tanto, tanto, que alcanzarían la tumba.
Dejemos las bromas y volvamos a la realidad, pero no olvidemos que somos seres humanos, "ángeles fieramente humanos", como afirmaba el poeta, y no espíritus puros ni animales irracionales.
Para justificar el toreo no hay que usar vías comparativas (métodos de caza de otros animales, formas de vida, crianza y muerte de algunas especies con fines alimenticios, peleteros, etc.); tampoco nos detendremos en el grado de sufrimiento físico del animal durante la lidia, pues ustedes se demoran y regodean describiendo la naturaleza de las lesiones infligidas por puyas y banderillas, sin reparar en que el ardor de una lucha intensiva disminuye el dolor, como cualquier fisiólogo podría explicarles. En fin, no vamos a usar esos manidos argumentos de uno y otro lado.
¿Por qué?- Primero, no queremos justificar el toreo; ¡hasta ahí podríamos llegar!. De justificar, nada.
Otra cuestión es que intentemos explicar algunas cosas, evidentes por otra parte, pero necesarias de recordar.
Ante todo, no se hizo el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. Es verdad que interactuamos con la Naturaleza, nos influye y la influimos, a veces mal y para perjudicarla. En este caso no es así: el toro bravo existe porque existe el toreo. Si acabamos con el espectáculo nadie lo va a seleccionar, criar con mimo y depurar su raza, puesto que de una verdadera raza se trata. Subsistirán otros bóvidos, pero la raza brava desaparecerá.
Y otra cuestión: ya hemos dicho que si niegan el sacrificio de animales para la alimentación, nada tenemos que discutir, pues tan "franciscana" actitud no ha sido, no es, ni será seguida por la Humanidad; ahora bien, si admiten que se maten para el consumo, ¿por qué no aceptan el sacrifico ritual para alimento del espíritu?.
Ya sé, ya sé que aquí van a poner el grito en el cielo: "¿pero qué espíritu ni qué puñetas?". Seguro.
O sea, que estamos como al principio, ustedes que no y nosotros que sí; por eso no merece la pena discutir.
Un consejo: vayan a una corrida de toros (¡ojalá tengan suerte y les toque un espectáculo triunfal!), obsérvense a sí mismos y anoten todas sus reacciones: emoción, conmoción ante la belleza, repugnancia por lo cruento, pena o conmiseración por la suerte del animal... y así hasta agotarlas todas, pero todas. Una vez terminado el festejo, a solas, consulten la lista, rememoren y hagan balance, decidan si merece o no la pena. Nosotros decidimos hace mucho tiempo. ¡Ah!, que no se me olvide, anoten lo que sientan ustedes, pero no imaginen lo que siente el animal, no proyecten en él su psicología humana. Ustedes no son animales.
Creo que no me dejo nada en el tintero. Si es así, vayamos por partes.
¿Sufre el toro cuando le colocan las puyas y banderillas y se podría evitar todo esto?; por supuesto. El toro es un ser vivo y, por tanto y cuando menos, posee cinco sentidos, memoria y cierta voluntad movida por su equipaje instintivo. También es cierto que en el matadero lo sacrificarían para el consumo humano y se ahorraría todo ello. Verán que no hago mención al estoque o espadazo final porque ésa es la forma de matar rápidamente al animal y en el hipotético matadero no iba a sufrir mejor suerte a base de descargas eléctricas o apuntillamientos..… Vamos, que hacemos una permuta de sufrimientos, salvo que nieguen ustedes al género humano el derecho a comer carne; entonces se han colocado solitos fuera de la realidad, lo que me parece respetable pero poco práctico. También pueden optar por la vida ascética y alimentarse sólo de hortalizas crudas y agua, lo que haría desaparecer su astralidad –deseos, pasiones- y los elevaría tanto, tanto, que alcanzarían la tumba.
Dejemos las bromas y volvamos a la realidad, pero no olvidemos que somos seres humanos, "ángeles fieramente humanos", como afirmaba el poeta, y no espíritus puros ni animales irracionales.
Para justificar el toreo no hay que usar vías comparativas (métodos de caza de otros animales, formas de vida, crianza y muerte de algunas especies con fines alimenticios, peleteros, etc.); tampoco nos detendremos en el grado de sufrimiento físico del animal durante la lidia, pues ustedes se demoran y regodean describiendo la naturaleza de las lesiones infligidas por puyas y banderillas, sin reparar en que el ardor de una lucha intensiva disminuye el dolor, como cualquier fisiólogo podría explicarles. En fin, no vamos a usar esos manidos argumentos de uno y otro lado.
¿Por qué?- Primero, no queremos justificar el toreo; ¡hasta ahí podríamos llegar!. De justificar, nada.
Otra cuestión es que intentemos explicar algunas cosas, evidentes por otra parte, pero necesarias de recordar.
Ante todo, no se hizo el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. Es verdad que interactuamos con la Naturaleza, nos influye y la influimos, a veces mal y para perjudicarla. En este caso no es así: el toro bravo existe porque existe el toreo. Si acabamos con el espectáculo nadie lo va a seleccionar, criar con mimo y depurar su raza, puesto que de una verdadera raza se trata. Subsistirán otros bóvidos, pero la raza brava desaparecerá.
Y otra cuestión: ya hemos dicho que si niegan el sacrificio de animales para la alimentación, nada tenemos que discutir, pues tan "franciscana" actitud no ha sido, no es, ni será seguida por la Humanidad; ahora bien, si admiten que se maten para el consumo, ¿por qué no aceptan el sacrifico ritual para alimento del espíritu?.
Ya sé, ya sé que aquí van a poner el grito en el cielo: "¿pero qué espíritu ni qué puñetas?". Seguro.
O sea, que estamos como al principio, ustedes que no y nosotros que sí; por eso no merece la pena discutir.
Un consejo: vayan a una corrida de toros (¡ojalá tengan suerte y les toque un espectáculo triunfal!), obsérvense a sí mismos y anoten todas sus reacciones: emoción, conmoción ante la belleza, repugnancia por lo cruento, pena o conmiseración por la suerte del animal... y así hasta agotarlas todas, pero todas. Una vez terminado el festejo, a solas, consulten la lista, rememoren y hagan balance, decidan si merece o no la pena. Nosotros decidimos hace mucho tiempo. ¡Ah!, que no se me olvide, anoten lo que sientan ustedes, pero no imaginen lo que siente el animal, no proyecten en él su psicología humana. Ustedes no son animales.
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