24 octubre 2006
HISTORIA DE UNA ENTRADA
HISTORIA DE UNA ENTRADA
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Aquel día llegaba tarde, las faenas se me habían acumulado y tardé en aparcar. Cuando pasaba por delante de la puerta de Manolo Segura tocaban al primer toro, casi no llegaba a la taquilla. En verdad me fastidia mucho llegar a una corrida cuando ya ha empezado el festejo. No es que el cartel me interesara mucho pero bien merecía la pena seguir a Castella. Su toreo cuanto menos impactante emocionaba mucho más que el de sus compañeros. Víctor Puerto, un torero olvidado que perdió el paso por discutir con el público madrileño y que ahora anda ganándose unos dólares en América. Dávila Miura, torero hoy felizmente retirado a Dios gracias, que nunca dijo nada en el toreo y que en la tauromaquia escribió páginas solo referidas a la sevillanía que lleva por bandera. Los tres encerrándose con una corrida de la Palmosilla en la feria del 2005.
Por cierto que estos de la Palmosilla tienen que ver algo con la Coca Cola y lo llevan tan de tapadillo, es decir se avergüenzan de gustarles y comercializar toros, que la ganadería la lleva un hijo y procuran no significarse, por ejemplo publicitando carteles o entradas de toros, vaya a ser que los cocacolaadictos se enteren y dejen de consumirla.
A mi encuentro, nadie a nuestro alrededor incluso policías, salió un reventa que por los ojos me metió una entrada. La que ustedes ven más abajo. Un tendido de sombra, una fila magnifica, un asiento extraordinario y un precio increíble. Treinta euros. Pagué, recogí la entrada sin mirarla y me fui en busca de mi localidad.
No miré la entrada porque no tuve sospechas de nada, excepto de que parecía más barata de lo que en realidad debía costar, sobretodo por el buen sitio en el que me pusieron los acomodadores. Pero claro de esto me di cuenta cuando iba de vuelta para casa. Entonces la miré, la observé y noté, ustedes también pueden apreciarlo, que el precio no lo tenia y además parecía como si lo hubieran rascado para hacerlo desaparecer.
Fue en ese momento cuando me di cuenta del truco. La reventa compra abonos o entradas sueltas de los mejores lugares del aforo. Les borran los precios. El control que se hace por los picadores de las puertas es solo de la numeración del festejo, te cortan un trozo, y en su caso también del paso a la localidad. Luego de haber borrado los precios ya pueden pedir lo que les de la gana por cada entrada. O por arriba, caso de que haya un lleno de no hay billetes. O por abajo caso de que, como esta, se les quede colgada y antes de quedárselas en el bolsillo, las venden a precio más barato.
Hay que recordar que la reventa está prohibida en los distintos reglamentos que conozco a excepción de la del 20 %, que sí es la autorizada.
Ciertamente que en las esquinas del barrio de La Malagueta se comenta que algunas empresas para asegurarse cierta parte del taquillaje montan con los reventas un tejido enmarañado, de ahí que cuando un ciudadano va a taquilla a pedir una entrada de las más normales, nunca haya o quedan escasamente pocas. O de las más baratas y ya están vendidas o queda una por los pelos y si pide dos lo sentimos pero no están juntas. O de las más caras y entonces es que no hay ya. Se acaban de terminar.
Esto mismo que me ocurrió en Málaga, me ha ocurrido también en Sevilla cuando Pablo Romero lidiaba.
Sea como fuere, la autoridad debería tomar cartas en este tema, investigar las posibles tramas y proteger mejor al consumidor de festejos taurinos. En Andalucía que hay que tener, por política, una policía autonómica se suponen que son los que se encargan de este asunto, aunque la verdad, los policías aparecen antes del festejo y luego nadie los ve. Es verdad que en Sevilla he visto temblar a los reventas desautorizados cuando la poli merodea. ¡No tenemos arreglo!
Que conste que no me fui al juzgado de guardia porque no podía probar que el reventa u otra persona, le hubiera borrado el precio a esta entrada, de ahí la impotencia del consumidor. ¡¡Nos las dan por todos los ordenes!!
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1 comentario:
En Sevilla viene ocurriendo desde hace nuchos años y nadie hace nada. Concretamente a mí me ocurrió algo que no se me olvida. Una tarde de feria estaba yo a cinco o seis metros de la puerta de taquillas cuando de pronto alguién chocó conmigo muy violentamente cayendo al suelo a continuación. Se trataba de un muchacho joven al que un policía de paisano había empujado y al que gritaba, mientras aún estaba en el suelo, de forma que todo el mundo lo pudo oir "Que no te vea yo más revender aquí". Inmediatamente levanté la vista porque todos los aficionados sabemos quiénes son los que revenden y donde se colocan festejo tras festejo, todos estaban allí cada uno en el sitio de siempre y a lo suyo. Estuve tentado de decirle "¿y ese, y aquél, porqué no le dice usted nada?", pero habida cuenta de cómo se las gastaba el gachó salí por patas.
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