Han pasado cuarenta años y el título de la 'Corrida del siglo' sigue intacto, sin otra fecha histórica que le haga sombra. Fue e l 1 de junio de 1982 cuando se juntaron los astros en una tarde de éxtasis colectivo, de apoteosis, con los tres toreros, el mayoral y el ganadero a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas . Hasta en tres ocasiones el festejo, que fue televisado en directo, hubo de repetirse en diferido por la cadena nacional.
Los toros de Victorino Martín compusieron una corrida que fue un «dechado de bravura, de casta de poder, pero también de nobleza y clase, que hacen posible el éxito apoteósico de los tres espadas», resume José Luis Suárez-Guanes, en su biografía de Las Ventas. Los toreros fueron Francisco Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar, tres valientes, tres toreros capaces de hacer de una tarde de toros un espectáculo único, reverenciado por los aficionados cuando han pasado ya cuarenta años.
'El golpe de timón de Victorino…', títuló Vicente Zabala su crónica de ABC. Se preguntaba si, aficionados y no aficionados, sabían lo que había pasado, y explicaba que no fue una tarde de toros «a palo seco». Su respuesta la da en los toros de Victorino Martín: «Y llega esta feria de 1982 -histórica para su ganadería y tal vez para la fiesta- en la que se ha puesto por montera a todo el toreo».
La crónica abecedaria hace un recorrido sobre las vicisitudes y problemas que ha tenido que sortear el popular ganadero para llegar a la cima. La corrida de hoy debe ser la frontera entre un ayer cercano, nefasto, y un futuro mejor», y hace una advertencia a los ganaderos: «Ha sonado la hora de tentar otra vez por derecho. De olvidarse de lo comercial para pensar en la casta, que es lo más comercial del mundo para un ganadero, ¿verdad Victorino? », y sentencia sobre el devenir deseado de la tauromaquia, aunque con el transcurso de las décadas muchos de aquellos males siguen todavía en pie, con la isla de Victorino y otras ganaderías, que mantienen la diversidad como referente para muchos aficionados. «¡Esta es la fiesta! ¡Esta es la fiesta! Teníais toda la razón los de este grito que coreó toda la plaza».
Vicente Zabala lanzó también en aquella crónica su respeto por los toreros, «que opusieron su bravura a la bravura de los toros». A Ruiz Miguel le agradecieron «la honradez, pundonor y espíritu de sacrificio», Esplá «se desmelenó con el noble quinto», y Palomar estuvo «muy entregado con la muleta, pasándose muy cerca a los toros, formidables los pases de pecho».
La tarde en su balance numérico fue de una oreja en cada toro para Ruiz Miguel, las dos del quinto, al que se le dio la vuelta al ruedo, para Esplá, y una y una para José Luis Palomar. Por encima, Victorino, que para entonces ya había escrito importantes páginas en la historia del toreo y partir de entonces ha protagonizaría muchas más
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