Mas quiero razonar esto último que independientemente del valor que se le da, o no, a la plaza de toros, está el argumento contra los animalistas que nos critican.
Yo defiendo el toreo completo, esto es, cuando la obra artística se culmina matando al toro. Los animalistas nos critican por el daño físico que le infringimos al animal. Pues es tiempo de dar valor a lo que defendemos, y si defendemos la muerte del toro en la plaza como culmen de una faena a este hay que matarlo en corto y por derecho, con una estocada que complemente el triunfo, y si hay fallos a espadas esto debe detraer los triunfos pues estamos defendiendo la muerte digna del toro.
Yo no puedo pretender controlar las pasiones y las emociones de lo que en un ruedo ocurre, quizás yo sea el primero en emocionarme apasionadamente con Morante, pero mi emoción estuvo en el toreo de capote al primer toro y en los últimos naturales al cuarto. Insisto, sin quitarle mérito a su actuación pero sí pongo ese toque de atención respecto a lo mucho que nos jugamos. Defendamos la fiesta pero defendamos la pureza en ella porque para mí ese es el camino del triunfo en contra de los animalistas.
Otra cosa: Por fin Morante se vistió como mandan los cánones, con elegancia y no con tanta tontería como nos ha enseñando esta temporada. Y algo más. Está el torero un poco fondoncito. ¡A cuidarse esa barriguita!
Juan Ortega con el lote menos potable anduvo voluntarioso en el segundo y porfión en el quinto.
Tomás Rufo anduvo destoreando por el pitón derecho al tercero de la tarde y con el sexto en faena discontinua no terminó de rematar.
Los toros, cinco de García Jiménez correctos de presentación, el primero se tapaba por la cara que se dejó. Segundo y quinto, sin recorrido. Tercero y cuarto buenos. Sexto de la ganadería de Olga Jiménez, manejable.
Se despidió del toreo con corte de coleta José Antonio Carretero.
Aquí paz y allí gloria!
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