Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
No es magia, ni “angé”, ni tarro de las esencias, ni nada de aquello que se le atribuyó a Curro Romero. Es otra cosa que pasa por ser verdad en este mundo del toro, por donde pululan tanto falso y tanta falsedad.
A estas alturas torear con Morante de la Puebla tiene que ser un problema para cualquier otra de las llamadas figuritas, porque cuando Morante se pone, como se pone, y donde se pone, no llegan los otros.
Por ejemplo, el de La Puebla recibió al primero de la tarde con un ramillete de verónicas que marcaban escuela. Luego en su quite, volvió a marcar la verónica que es en toda su dimensión el lance fundamental del toreo de capote. Cuando salió El Juli a su quite en este toro, no se atrevió a hacerlo a la verónica, tiró por lo que sabe, a las chicuelinas que aunque ajustadas resultaron recortazos. ¡Claro!, la verónica de Morante es profunda, porque carga la suerte, es pura porque gana terreno, es estética porque va a compás, es esencial porque en el ritmo la barbilla del torero va pegada al pecho, y es necesaria pues enseña lo bueno de la tauromaquia.
Esa verdad que toda la tarde mostró José Antonio se completó en la faena de muleta al primero por su oficio y su clase, y no pudo ser nada mas porque el toro para mi el de mejor presentación de la tarde, se quedó sin gas. Con el cuarto, descastado, le anduvo con torería, descargando la suerte en el toreo en redondo, usando el piquito de la muleta, y poco ajustado. Era evidente que la condición del toro le ponía al torero en guardia, aún así después de aquello el toro se rajó, y todo quedó en esfuerzo para deleitarnos con muletazos aislados, y disposición, que esto también forma parte de la verdad de Morante.
Que El Juli cortara una oreja, una oreja fácil y flojita en esta plaza, no desmiente lo importante de la tarde en cuanto a calidad, porque escribir del pundonor de este torero madrileño, del oficio y de su cabeza privilegia, no es descubrir nada, sino apostillar aquello que sabemos. Sea, aprovechar los viajes del segundo del encierro toreando con la derecha, hasta que hizo un espectacular cambio de mano, que cautivó al personal, y a partir de ahí, temple, naturales a compás y broche de pecho con esencia. La otra tanda de naturales bajó de tono, pero con firmeza. Aquí la oreja. El quinto fue otro toro de estampa, al que recibió de rodillas en los medios frente a toriles (no a portagayola), salió indemne, y en el trasteo estuvo correcto y centrado. Mal con la espada.
Lo mejor de las actuaciones de Perera, que sorteó el peor lote, fue la ligazón descargando la suerte en el tercero, las aceptables verónicas, pero en su quite, Morante, que ya en tiempos hizo de la chicuelina lance fundamental y estético, hoy de las tafalleras, las ha dicho, y lo ha hecho con arte, y rematando es como si hubiera rematado la corrida entera pues ese remate del quite consistió en una media de antología. Volvamos a Perera. Del tercero rajado aprovechó las querencias tirando de oficio. Lo mismo que puso en el que cerraba plaza, además de voluntad y profesionalidad.
Lo autentico de la tarde fue los dos primeros tercios que protagonizó el tercer toro, que derribó en varas, en banderillas galopó y Barbero, Ambel y Curro Javier saludaron. Luego lástima que se rajó.
Los toros de Victoriano del Rio y Cortés. Desiguales de presentación y descastados, buenos primero y quinto, que fue aplaudido al arrastre.
¡Aquí paz y allí gloria!
Ficha:
Morante de la Puebla, pinchazo hondo y tres descabellos, silencio. Aviso, tres pinchazos, aviso, estocada, descabello, saludos desde el callejón.
El Juli, estocada a capón, oreja. Media, tres descabellos, aviso, tres descabellos, saludos.
Miguel Ángel Perera, pinchazo, estocada fea suelta, aviso tres descabellos, ovación. Estocada caída trasera, ovación que saluda.
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