MANIFIESTO DE ESPARTINAS EN DEFENSA DE LA FIESTA
Antonio García Barbeito
Por el callejón de la preocupación, con la cara descompuesta, va corriendo tu
Mozo espadas. Corre y no se para ni a oír las voces del tendido que le preguntan qué pasa, que si es muy gordo, que dónde te han herido. Toalla al hombro y miedo a cuestas; ojos despavoridos y esos nervios del no saber, como si en vez de dedos tuviera bisturíes, como si en vez de ojos tuviera luces de quirófano, como si en vez de trajes de luces tuviera batas, como si en vez de percales y franelas sintiera un runrún de hules...
Tu mozo espadas ha salido del callejón, y ahora está en los medios, gritando, pidiendo ayuda, una transfusión de ánimos, plasmas de defensas, manos que te abracen y te eviten más calvario que el que te pregonan. Dice tu mozo espadas que hay que defenderte, que tenemos que defenderte, que, si no queremos perderte, tenemos que formar ante ti un frente de defensa...
Qué extraño es todo esto, qué raro me resulta. Incluso, si me apuras, qué triste.
¿Desde cuándo las espigas del amor le han temido a la arveja del odio?
¿Desde cuándo a la luz le ha preocupado el empeñado luto de las tinieblas?
¿Desde cuándo el sol se ha encogido ante una vela? ¿Desde cuándo la belleza ha tenido que justificarse ante los adefesios? ¿Desde cuándo las rosas han temido abrirse entre las espinas? ¿Defenderte a ti? ¿Miedo tú? ¿Que te atacan? ¿Enemigos? Coge al vuelo la soleá de Triana:
"Qué cuidao se me da a mí que pases y no me hables si yo ni como ni bebo con buenos días de nadie".
Pero si tú lo has dicho muchas veces, tan flamencamente:
"A mí se me importa poco que un pájaro en la alamea se mude de un arbo a otro".
Eso y la generosidad. La grandeza de alma, siempre. Siempre dos tallas de corazón más que el de enfrente. Lo escribió hace mucho tiempo un poeta andaluz contemporáneo, granadino, Rafael Guillén de nombre. Apréndetelo, y no lo olvides:
"Sólo acierta en amor quien se equivoca
y entrega mucho más de lo que entrega.
Después, toda esperanza será poca".
De modo que lo mejor que puedes hacer es seguir equivocándote. Anda, sigue equivocándote y entréganos -y entrégales- mucho más de lo que entregas, que sólo así se acierta .
¿Defenderte? ¿A ti? ¿Para qué? ¿Quién tiene más defensas que tú, que naciste ya delimitada con una terrible valla de pitas mellizas, con una guardia de bielgos que avientan la parva del miedo y le secan la f emoral a los vientos que ensarten?
¿Contraatacar? ¿A quién? ¿Qué nueva y extraña suerte es ésa, que tan mal me suena?
Ese verbo no está en tu letanía de infinitivos, en esa hermosa lista de infinitivos tuyos: gustar, colocar, recibir, citar, parar, templar, mandar, llamar, ahormar, acompañar el viaje, adornar el tránsito, jugar a morir para seguir viviendo...
¿Que te atacan? ¿Que te piden guerra? Pero... ¿tú no has respondido siempre con tres y media en los medios y la gracia de quedarte de pie como quien acaba de salir de un molde artista?
¿Comparar? ¿Con quién? ¿Con qué? ¿Para qué? ¿Es que hay algo que pueda compararse contigo? No te asomes a espejos donde se miran quienes son incapaces de verse ni de verte. Y, te lo repito, sé generosa, muy generosa. Ten en cuenta que como tú, muy pocas, muy pocas, muy pocos...
Nadie. Y quien tanto tiene, quien tanto ha recibido, quien tanto amor ha gozado y goza no debe siquiera pensar si procede quitarle una arruga a la sonrisa. Dicen que luchemos contra quienes vienen a herirte. Tú no puedes mover un dedo, ni debemos nosotros pensar en las salas de armas.
Lo tuyo, lo nuestro, es otra cosa, debe ser otra cosa. Palcos, mantillas, tendidos de fiesta, palmas y colores, y ese olor y esa luz que te viste las carnes, que te las desnuda, que te las enciende, que te las completa. Una historia de campos y almanaques de yerbas, lunas grandes que son el esmeril de medias lunas, incertidumbre de luceros, revolera de nubes, larga cambiada de sombras y rayos de luz de plata que en la noche ensayan volapiés en el morrillo del vallado.
Tú a lo tuyo. A ser. Amistad y amor con los poetas, amante de los artistas, que a ver quién tiene un epistolario como el tuyo, sólo por aquí, de lo más cercano, sin salir de dos, tres nombres. ¿Te suenan?:
Federico:
"Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza, donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia...".
Miguel:
"...Me crezco en el castigo, la lengua en corazón tengo bañada y llevo al cuello un vendaval sonoro..."
Rafael:
"Ángeles con cascabeles arman la marimorena, plumas nevando en la arena, rubí de los redondeles.
La Virgen de los Caireles baja una palma del cielo.
¡Qué revuelo!"
Y tan granadinamente cercano, tan último, Manolo:
"Una, dos y tres, una, dos y tres... Tres banderilleros en el redondel..."
¿Quién tiene más versos entre sus íntimas páginas de amor? ¿Y quién ha hecho de la alambrada de intemperie una partitura donde han dejado sus notas los mejores músicos? ¡Si eres una isla rodeada de música! ¡Si eres una mujer vestida de música..!¡Si tu andar es un paso lleno de pasodobles..!
¿Y quién tiene, como tú, una herencia de barro artista donde se han modelado todos los perfiles? Perfiles de barro que se endurecen en bronce, que se endurecen en piedra, que se endurecen en tiempo... ¿Quién, como tú, ha convocado pinceles -por nombrarte uno de miles, ¿te suena un tal Francisco de Goya?- para hacer del lienzo y de la lámina un ruedo rectangular donde se eternicen las corridas?
Tú, a lo tuyo. A dibujar redondeles donde el espacio lo permita, a levantar gradas y tendidos, a avivar la llama en la dehesa y a seguir abrazada a la cultura más honda, más abierta, más completa. Y deja que el viento silbe y quiera destaparte. Lo tienes todo.
¿Defenderte? Pero ¿hay alguien que tenga lo que tienes tú? Si eres un país redondo donde conviven -convivimos- las más diversas clases. Cosmópolis. Sastres y mayorales, bordadores y cabestreros, espaderos y areneros, guapas con mantillas y conoseores, dioses de luces y ángeles ingrávidos que juegan con un "jé" en la boca a sembrar junqueras junto a los garfios del grito, sabios del tendido y monosabios del albero, veterinarios y periodistas, ganaderos y escultores, reventas y fotógrafos, aficionados y poetas, apoderados y pintores, espontáneos y músicos, soñadores y escultores... Todos contigo. Aquí no debe haber más defensa que el amor renovado.
¿Quién nos empuja a la ofensa, si lo tuyo es el beso? ¿Quién nos llama para el empujón, si lo tuyo es el abrazo? ¿Te va a quitar el sueño la calumnia, si lo tuyo es seguir queriendo?
¿Qué dicen de la sangre? Sangre, sangre, sangre, sangre... ¡Sí! Sangre. Digo que esto es una cuestión de sangre: nos corres por la sangre, nos duermes en la sangre, nos soliviantas la sangre. Empujas la sangre, golpeas la sangre..! ¡Sangre! ¿Es que acaso es posible una vida sin sangre? Me niego a defenderte. Dile a tu mozo espadas que no se preocupe. Que se dedique a organizar festejos, que busque terrenos donde trazar circos de valor y arte, cultura -sí, cultura- y espectáculo, y vaya levantando, poco apoco, tendidos y gradas como quien empieza a construir un camino a la gloria. Cultura.
Cultura. Cultura pictórica, escultórica, musical, artesana, ganadera, agricultora...
Cultura literaria, lingüística; cultura sonando aquí, a orillas del acento, que, por si hay alguien que no lo sepa, si nos quitáramos de la boca todo el lenguaje que nos has dejado, tendríamos que hablar casi por señas. Así que no te defiendo. O, mejor, te defiendo nombrándote, diciéndote, mostrándote, situándote -ya ves cómo corren a una mano los gerundios-, cantándote y susurrándote.
Fiesta Nacional, mujer nuestra, que lo que tienes que hacer es ajustarte las taleguillas, apretarte los machos, reliarte en tu capotillo, vista para pisar firme los terrenos que tan bien conoces, santiguarte y, oh gloria de una de las grandes frases que nos dejaste, despacio, "ponerte el mundo por montera", que para eso es tuyo.
Antonio García Barbeito
Por el callejón de la preocupación, con la cara descompuesta, va corriendo tu
Mozo espadas. Corre y no se para ni a oír las voces del tendido que le preguntan qué pasa, que si es muy gordo, que dónde te han herido. Toalla al hombro y miedo a cuestas; ojos despavoridos y esos nervios del no saber, como si en vez de dedos tuviera bisturíes, como si en vez de ojos tuviera luces de quirófano, como si en vez de trajes de luces tuviera batas, como si en vez de percales y franelas sintiera un runrún de hules...
Tu mozo espadas ha salido del callejón, y ahora está en los medios, gritando, pidiendo ayuda, una transfusión de ánimos, plasmas de defensas, manos que te abracen y te eviten más calvario que el que te pregonan. Dice tu mozo espadas que hay que defenderte, que tenemos que defenderte, que, si no queremos perderte, tenemos que formar ante ti un frente de defensa...
Qué extraño es todo esto, qué raro me resulta. Incluso, si me apuras, qué triste.
¿Desde cuándo las espigas del amor le han temido a la arveja del odio?
¿Desde cuándo a la luz le ha preocupado el empeñado luto de las tinieblas?
¿Desde cuándo el sol se ha encogido ante una vela? ¿Desde cuándo la belleza ha tenido que justificarse ante los adefesios? ¿Desde cuándo las rosas han temido abrirse entre las espinas? ¿Defenderte a ti? ¿Miedo tú? ¿Que te atacan? ¿Enemigos? Coge al vuelo la soleá de Triana:
"Qué cuidao se me da a mí que pases y no me hables si yo ni como ni bebo con buenos días de nadie".
Pero si tú lo has dicho muchas veces, tan flamencamente:
"A mí se me importa poco que un pájaro en la alamea se mude de un arbo a otro".
Eso y la generosidad. La grandeza de alma, siempre. Siempre dos tallas de corazón más que el de enfrente. Lo escribió hace mucho tiempo un poeta andaluz contemporáneo, granadino, Rafael Guillén de nombre. Apréndetelo, y no lo olvides:
"Sólo acierta en amor quien se equivoca
y entrega mucho más de lo que entrega.
Después, toda esperanza será poca".
De modo que lo mejor que puedes hacer es seguir equivocándote. Anda, sigue equivocándote y entréganos -y entrégales- mucho más de lo que entregas, que sólo así se acierta .
¿Defenderte? ¿A ti? ¿Para qué? ¿Quién tiene más defensas que tú, que naciste ya delimitada con una terrible valla de pitas mellizas, con una guardia de bielgos que avientan la parva del miedo y le secan la f emoral a los vientos que ensarten?
¿Contraatacar? ¿A quién? ¿Qué nueva y extraña suerte es ésa, que tan mal me suena?
Ese verbo no está en tu letanía de infinitivos, en esa hermosa lista de infinitivos tuyos: gustar, colocar, recibir, citar, parar, templar, mandar, llamar, ahormar, acompañar el viaje, adornar el tránsito, jugar a morir para seguir viviendo...
¿Que te atacan? ¿Que te piden guerra? Pero... ¿tú no has respondido siempre con tres y media en los medios y la gracia de quedarte de pie como quien acaba de salir de un molde artista?
¿Comparar? ¿Con quién? ¿Con qué? ¿Para qué? ¿Es que hay algo que pueda compararse contigo? No te asomes a espejos donde se miran quienes son incapaces de verse ni de verte. Y, te lo repito, sé generosa, muy generosa. Ten en cuenta que como tú, muy pocas, muy pocas, muy pocos...
Nadie. Y quien tanto tiene, quien tanto ha recibido, quien tanto amor ha gozado y goza no debe siquiera pensar si procede quitarle una arruga a la sonrisa. Dicen que luchemos contra quienes vienen a herirte. Tú no puedes mover un dedo, ni debemos nosotros pensar en las salas de armas.
Lo tuyo, lo nuestro, es otra cosa, debe ser otra cosa. Palcos, mantillas, tendidos de fiesta, palmas y colores, y ese olor y esa luz que te viste las carnes, que te las desnuda, que te las enciende, que te las completa. Una historia de campos y almanaques de yerbas, lunas grandes que son el esmeril de medias lunas, incertidumbre de luceros, revolera de nubes, larga cambiada de sombras y rayos de luz de plata que en la noche ensayan volapiés en el morrillo del vallado.
Tú a lo tuyo. A ser. Amistad y amor con los poetas, amante de los artistas, que a ver quién tiene un epistolario como el tuyo, sólo por aquí, de lo más cercano, sin salir de dos, tres nombres. ¿Te suenan?:
Federico:
"Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza, donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia...".
Miguel:
"...Me crezco en el castigo, la lengua en corazón tengo bañada y llevo al cuello un vendaval sonoro..."
Rafael:
"Ángeles con cascabeles arman la marimorena, plumas nevando en la arena, rubí de los redondeles.
La Virgen de los Caireles baja una palma del cielo.
¡Qué revuelo!"
Y tan granadinamente cercano, tan último, Manolo:
"Una, dos y tres, una, dos y tres... Tres banderilleros en el redondel..."
¿Quién tiene más versos entre sus íntimas páginas de amor? ¿Y quién ha hecho de la alambrada de intemperie una partitura donde han dejado sus notas los mejores músicos? ¡Si eres una isla rodeada de música! ¡Si eres una mujer vestida de música..!¡Si tu andar es un paso lleno de pasodobles..!
¿Y quién tiene, como tú, una herencia de barro artista donde se han modelado todos los perfiles? Perfiles de barro que se endurecen en bronce, que se endurecen en piedra, que se endurecen en tiempo... ¿Quién, como tú, ha convocado pinceles -por nombrarte uno de miles, ¿te suena un tal Francisco de Goya?- para hacer del lienzo y de la lámina un ruedo rectangular donde se eternicen las corridas?
Tú, a lo tuyo. A dibujar redondeles donde el espacio lo permita, a levantar gradas y tendidos, a avivar la llama en la dehesa y a seguir abrazada a la cultura más honda, más abierta, más completa. Y deja que el viento silbe y quiera destaparte. Lo tienes todo.
¿Defenderte? Pero ¿hay alguien que tenga lo que tienes tú? Si eres un país redondo donde conviven -convivimos- las más diversas clases. Cosmópolis. Sastres y mayorales, bordadores y cabestreros, espaderos y areneros, guapas con mantillas y conoseores, dioses de luces y ángeles ingrávidos que juegan con un "jé" en la boca a sembrar junqueras junto a los garfios del grito, sabios del tendido y monosabios del albero, veterinarios y periodistas, ganaderos y escultores, reventas y fotógrafos, aficionados y poetas, apoderados y pintores, espontáneos y músicos, soñadores y escultores... Todos contigo. Aquí no debe haber más defensa que el amor renovado.
¿Quién nos empuja a la ofensa, si lo tuyo es el beso? ¿Quién nos llama para el empujón, si lo tuyo es el abrazo? ¿Te va a quitar el sueño la calumnia, si lo tuyo es seguir queriendo?
¿Qué dicen de la sangre? Sangre, sangre, sangre, sangre... ¡Sí! Sangre. Digo que esto es una cuestión de sangre: nos corres por la sangre, nos duermes en la sangre, nos soliviantas la sangre. Empujas la sangre, golpeas la sangre..! ¡Sangre! ¿Es que acaso es posible una vida sin sangre? Me niego a defenderte. Dile a tu mozo espadas que no se preocupe. Que se dedique a organizar festejos, que busque terrenos donde trazar circos de valor y arte, cultura -sí, cultura- y espectáculo, y vaya levantando, poco apoco, tendidos y gradas como quien empieza a construir un camino a la gloria. Cultura.
Cultura. Cultura pictórica, escultórica, musical, artesana, ganadera, agricultora...
Cultura literaria, lingüística; cultura sonando aquí, a orillas del acento, que, por si hay alguien que no lo sepa, si nos quitáramos de la boca todo el lenguaje que nos has dejado, tendríamos que hablar casi por señas. Así que no te defiendo. O, mejor, te defiendo nombrándote, diciéndote, mostrándote, situándote -ya ves cómo corren a una mano los gerundios-, cantándote y susurrándote.
Fiesta Nacional, mujer nuestra, que lo que tienes que hacer es ajustarte las taleguillas, apretarte los machos, reliarte en tu capotillo, vista para pisar firme los terrenos que tan bien conoces, santiguarte y, oh gloria de una de las grandes frases que nos dejaste, despacio, "ponerte el mundo por montera", que para eso es tuyo.
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