Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Quiero distraer la atención de la afición esta semana con algo más anecdótico que visceral por cuanto merecerá la pena poner hoy una sonrisa a la amarga cogida de Gallo y a la tensa acción de cambio reglamentario que proponen los de Andalucía.
Fernando Díaz, un almeriense de intensas experiencias, puso en conocimiento de la afición, tomada del diario La Independencia, una historia verídica que viene a poner de manifiesto la recia crianza de los antiguos matadores de toros en contraste con la debilidad de ánimo de los jóvenes yogourcitos que hoy en día se visten de luces y de cuyo valor no dudo.
Después de torear en la feria almeriense de 1912 Zacarías Lecumberri debía cumplir su próximo e inmediato compromiso en la plaza de Málaga junto a Paco Madrid y ganado del Duque de Tovar, pero un lance del destino que tuvo que ver con la juerga y las guapisimas mujeres almerienses le hicieron perder el tren a la capital malacitana para dar cumplimiento a su destino en el siguiente día. Sin medio de transporte rápido más que un vapor que hacía escala en Motril jugando por tanto el tiempo en contra, Zacarías decidió ahogar sus penas en cerveza fresca y meditar su próxima hazaña que más tenia que ver con el deporte que con la tauromaquia. Nadie de los presentes creyó en el disparate, máxime cuando la noche ya se venía encima y el norteño aún no se había movido de la cantina. En esto dijo el matador:
.- Saben, no me preocupa llegar a Málaga maña, que llegaré, torearé y le cortaré las orejas a los toros. Lo que más me preocupa, no por mi sino por mi gente, es que en terminado la corrida y vestidos de toreros tenemos que tomar un coche que nos lleve a la estación de Bobadilla y allí coger el expreso de Andalucía para que el martes podamos estar en Vitoria a la hora de la corrida.
Los concurrentes quedaronse atónitos pues el matador no pensaba en el problema inmediato, que a buen seguro ya había resuelto en su cabeza, sino que le inquietaba el compromiso futuro. Nadie de los allí presentes hubiera echado un cuarto a espadas por la decisión de Zacarías Lecumberri que lo solucionó de la siguiente manera:
El bilbaíno salió el sábado en la noche a bordo del barco que hacía la travesía a Málaga con escalas en Motril y Almuñecar y tan rápido como pudo tomar tierra cogió una bicicleta que en cinco horas le dejó en el patio de cuadrillas de La Malagueta vestido ya de luces.
No se explica en el diario si a la corrida de Vitoria llegaron él y su cuadrilla pero si que el cansancio, tras cinco horas de pedaleo, no había hecho mella en el torero ya que el resultado de la corrida fue el siguiente según el cronista Ciérvana que telegrafió: "Lecumberri colosal, tres orejas. Madrid superior, dos orejas. Carta correo."
El torero basturiense no solo había hecho alarde de su torería, sino también de su hombría gallarda asemejándose a los futuros grandes ases del pedal. Todos sabemos de las buenas relaciones entre toreros y deportistas y todos sabemos que abundan más los toreros que hacen deporte que deportistas que abrazan la tauromaquia aunque haberlos hay los, entre otros: Luis Folledo, el boxeador campeón de España de los pesos medios salió en triunfo a hombros de la plaza de Carabanchel. El malogrado Juanito del Real Madrid que era aficionado a torear festivales benéficos y el mismo Bahamontes a quien después de ganar el Tour de Francia le hicieron propuestas millonarias por torear novilladas.
29 junio 2005
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