Por Agustín Hervás
El chaval peruano confirmaba la alternativa y no vino a sestear. Lo cierto es que desde que lo he visto torear, ninguna tarde ha milongueado, siempre ha dado lo que le salía en ese momento. Y esto ha sido en el sexto toro, segundo remiendo de la corrida, del hierro del Conde de Mayalde. El toro manseó en los primeros tercios y cuando llegó a la muleta lo hizo sin clase y embistiendo a su aire, pero se encontró con Roca Rey, que sin dar un muletazo bueno consiguió mantener la emoción. Claro, el astado no estaba para muletazos buenos, pero el clarividente toricantano comenzó sorprendiendo, iniciando la faena en las rayas y por estatuarios, muy imitador de su padrino de confirmación Castella, y estando en ello, el toro lo trompicó y fue cuando se ganó al público. Luego de ver las aviesas embestidas por el pitón derecho, y practicado por ahí un toreo despegado y acelerado, se echó la muleta a la izquierda para impresionar a la concurrencia y obrar el milagro de la emoción, que en esta ocasión se hizo a base de valor y trapazos. Pude, en verdad, haber titulado la crónica de la siguiente forma: “De como Madrid se rinde a los trapazos por la emoción”. Pude, pero ese verbo mágico que en el toreo es insignia, merece alto respeto para los aficionados, pues es el mantenedor de esta fiesta, ayuna en tantos frentes, de el. Se entregó Roca en la estocada, a matar o morir y culminó su obra. Dos orejas al valor me parece un precio demasiado excelente, sobre todo porque solo hubo una para Talavante, que con mejor concepto, ha servido para poner en jaque otra vez los criterios presidenciales. En cualquier caso, y antes de seguir avanzando en el perjeño de estas líneas, en el quinto y en el sexto toros de hoy se han dado las claves del interés de este espectáculo, la gente debe pasar miedo en los tendidos, y la gente no debe pensar que eso que hacen los toreros lo pueden hacer ellos.
Habrá que decir también que Roca Rey parece no saber torear a la verónica, en toda la tarde ha dado una. Su toreo de capote se ha basado en el alivio, lances de frente por detrás, tafalleras, etc. Ah! Y fue pitado en el toro de la confirmación, mucho efectismo, mucha voluntad y poco interés mostrado por la gente. ¿Por qué?, por que el toro no tenia emoción. Terminó parándose.
Le duró poco a Talavante el tercer toro que solo le aguantó un par de tandas de muletazos, y nada de nada. Pero en el quinto, el jabonero grandón y altón, bronco, calamocheador y fiero, tiró el extremeño de estoicismo espartano toreando con la izquierda, es decir, no escondiéndose de las aviesas condiciones de la fiera, y lo que parecía imposible según las barrabasadas del cornúpeta, en sus embestidas por el derecho, Talavante las dominó con voluntad y entrega, hasta que lo hizo pasar, jaleándosele el trasteo cuando la faena cobraba interés y emoción al natural.
La prueba de su disposición la dio en un quite al segundo toro, por verónicas. ¡Aleluya, por fin lances de historia, ante tanta vulgaridad capoteril!
En las mismas condiciones salieron los toros del lote de Castella. Su primero sin clase y su segundo moviéndose pero sin entregarse. Pero Castella, que vive en el norte, (quiero decir ennortado) desde hace tiempo, no dio ese paso que dieron sus otros dos compañeros de cartel para dar emoción a la cosa. Le pitaron la colocación, el desajuste, y el destoreo. Y en el cuarto le gritaron aquello de: ¡“Pum petardo”!
Ficha:
Feria de San Isidro, octava de abono. Lleno.
Toros de Nuñéz del Cuvillo, desiguales de presentación, chico y regordío, el primero, segundo avacado, tercero correcto en el trapio, quinto jabonero, grande y alto, con mucha romana. Sin clase. Quinto fiero. Y dos remiendos del Conde de Mayalde, el burraco cuarto correcto en la presentación y manejable, y el feo sexto embistiendo a su aire.
Sebatián Castella, aviso, estocada trasera, silencio. Cuatro pinchazos, aviso, otro pinchazo y estocada corta, silencio.
Alejandro Talavante, pinchazo, metisaca, media estocada, silencio. Estocada trasera caída con derrame, oreja.
Roca Rey, que confirmaba la alternativa, estocada, aviso, ovación que saluda. Estocada a topa carnero, dos orejas.
¡Aquí paz y allí gloria!
1 comentario:
Querido Agustín,agradecerte por tus amplias e interesantes reseñas taurinas.El gran éxito, muy merecido de Roca Rey que en se hizo merecedor de una oreja en su primero frente a la frialdad de los espectadores que se calentaron con Talante,premiado con una oreja excesiva para los múltiples "picos" y enganchones.Parecía que su público había ido a la plaza y se conformaba con los gestos valientes de su ídolo en vez de demostrar su exigencia taurina.Lejos está el público madrileño entendido y exigente en la petición de orejas.Están de moda otros "valores" que nos hace sonroja a los auténticos taurinos.
Un abrazo.Iñaki Arruabarrena.
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